17. Unlasting

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Desperté colgando de mis manos en una habitación oscura. El fétido olor me invadió el olfato casi de inmediato, provocando que me diesen arcadas con tan solo sentirlo. Sentí la comida venirse de mis interiores y vomité sobre mi uniforme, manchado la casaca negra de Kuromorimine con un líquido blanco y amarillo.

Mis ojos tardaron en acostumbrarse a la oscuridad. Escuchaba jadeos a mí lado, como si me encontrara en la habitación atrapada con una bestia. Al bajar la mirada un color rojo se dibujó en el suelo, manchas de sangre invadían el espacio como si siempre hubieran formado parte de este.

Las muñecas me dolían por las cadenas, y podía sentir mi cuerpo en desbalance debido a que siquiera podía tocar el suelo de la habitación con la punta de mis botas. Me preguntaba cuánto tiempo había pasado desde la batalla, ¿unas cuántas horas? ¿Unos días? No podía saberlo, jamás lo sabría. Esa habitación en oscuridad me lo impediría para siempre.

Uno de mis ojos se tiñó del mismo color rojizo del suelo una vez recuperé la vista por completo. Mi cabeza dolía y el resto del cuerpo también lo hacía. Al principio tan solo habían sido las muñecas, posiblemente porque eran las que sufrían más en este momento aguantando el peso completo de mi cuerpo. Los jadeos en el ambiente no paraban, pero no podía permitirme parecer asustada.

Mi gorro desapareció también, no podía sentirlo sobre mi cabeza, seguramente fui arrastrada una vez fui sacada del tanque; posiblemente explicaría el por qué todo mi cuerpo dolía en ese momento.

Giré mi cabeza con debilidad, intentando adquirir un poco de aire pese al repulsivo olor que emanaba de toda la habitación. Justo a mí derecha se encontraba una cama blanca y sobre esta una mujer con solo una camisa blanca de mangas largas puesta. Mi corazón se detuvo unos instantes al reconocerla.

Mi madre era quien jadeaba con tanta intensidad en la oscuridad. Su cabello castaño oscuro se fundía con el negro de la habitación que lo único que relucía sobre ella para encontrarla en toda la habitación era la vestimenta con la cual se encontraba. No podía verla con claridad, pero me encontraba segura de que también se hallaba encadenada. Asimismo, mi alma se llenó de alivio.

Habían pasado varios meses desde la última vez que había visto a mi madre; desde aquel fatídico día en que tomó la decisión de ir a Kuromorimine, aún sabiendo que podría tratarse de una estratagema de Mara Avellaneda para obtenerla como un seguro. No me importaba mucho por lo que había pasado, mi madre estaba viva, aún respiraba y ahí se encontraba.

—Madre... —intenté llamarla.

Mi garganta dolía y no tenía la suficiente fuerza para lograr girar mi cuerpo sobre las cadenas. Aún así tenía que seguir intentándolo.

—Madre... —llamé esta vez con un poco más de fuerza.

Ella pareció escucharme, pues su cabeza se levantó momentaneamente. Su cabello había crecido en relación a la última vez que la había visto; cubría la mayor parte de su rostro y no podía ver sus ojos. Mi madre volvió a colocar su cabeza sobre la pared y se acurrucó sobre la cama, abrazando sus piernas.

—Madre... —llamé por última vez.

Finalmente giró su cabeza hacia mi dirección. Casi de inmediato se arrastró entre sus brazos y piernas para acercarse hacia mí, siendo detenida en el borde de la cama por las cadenas que la mantenían atada a la pared.

—Maho —mi madre dijo —. Maho...

De sus mejillas comenzaron a brotar lágrimas, intentó forcejear contra sus ataduras, lastimando todavía más sus muñecas. Luego se colocó sobre sus dos piernas, cayendo casi de inmediato sobre el colchón nuevamente. Mi madre seguía jadeando.

Serie Fanfic Girls Und Panzer #3 - Jauría de Lobos y LeonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora