veintisiete: amor

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Estaba sentado allí, observando como Mara bailaba con Mangel, y mirando a Alex y Frank conversar más allá, la madre de Samuel y su nana estaban sentadas a un par de mesas de distancia, casi no quedaba nadie más que sus personas cercanas, se habían cerrado tratos con los socios que se habían quedado, y le habían dicho a Rubén, que fuese lo que fuese, no dudara en pedirles ayuda.

- ¿Estás bien? - inquiere alguien a su lado, y Rubén le dedica una sonrisa a Luzu, que termina por sentarse junto a él.

- Sí... estoy bien. - susurra, encogiéndose de hombros. - ¿Y qué tal tú?

- También, - responde con sencillez. - algo... confundido, supongo.

El peliblanco sigue su mirada, hasta la pista de baile, descubriendo a Auron y Lolito bailando entre risas, vuelve a mirar al chico a su lado, y lo nota más decaído de lo usual, Samuel le había comentado algo un par de días antes de que se fuera, no sabía toda la historia, pero si retazos.

- ¿"Confundido"? - inquiere, Luzu lo mira, con una sonrisa algo tensa en el rostro. - ¿Por qué?

- ¿Has...? - susurra, tiene que tomar algo de aire antes de continuar hablando. - ¿Has tenido este sentimiento de extrañar algo por tanto tiempo que casi se convierte en parte de ti? - el peliblanco asiente. - Bueno, creo que ese sentimiento se queda por costumbre... extrañar por costumbre... - susurra, con una pequeña sonrisita nostálgica. - que triste suena.

* * *

- Estaremos bien, - dice Alex, sujetando la mano de Mara. - tenemos que irnos, de todas formas, la pequeña necesita una ducha y dormir.

- Gracias, tío Rubiuh. - susurra ella, estirando ambos brazos en su dirección, así que el peliblanco se inclina abrazándola. - Si estás triste, puedo pedirle a... a papi que compre más dulces, ¿bien?

- Está bien, pequeña, cuida de tu papi, ¿ci? - ella asiente, volviendo a tomar la mano de su padre, el peliblanco mira a Frank antes de hablar. - ¿Puedes acompañarlos?

- Claro, no quiero separarme del pequeño Alex mucho más. - dice él, el susodicho entorna los ojos y la pequeña frunce el ceño, mirándolo fijamente.

La luna ya hacía acto de presencia para cuando entraron al hotel y se subieron al auto, Frank le hablaba de algo, Alex no se preocupó especialmente de hablarle más que un par de veces, Mara tampoco era habladora, sabía cuantos años tenía, como se llamaban sus padres, cual era su dirección y que su comida favorita eran los gofres con chocolate que su "papito" (palabra que usó muy marcadamente) le preparaba, su intervención en la conversación fuera de eso se limitó a mirar a Frank con el ceño fruncido y la nariz arrugada, y a acurrucarse cerca de Alex, enseñándole ciertos dulces que había recogido en la recepción de su tío.

Aun así, el ambiente era ameno, que terminó tan pronto como lograron divisar la casa de Alex, quien enseguida notó que algo no estaba del todo bien, descubrió que la puerta de la entrada estaba ligeramente abierta, aún cuando todas las luces estaban apagadas.

Vivían en un vecindario relativamente seguro, eso no quería decir que no hubiesen habido percances de vez en cuando, y al ser parte del cuerpo antinarcóticos de la policía, Alex siempre vivía con el constante miedo de que alguien entrara a su casa, porque le había pasado a un par de sus compañeros, uno de los cuales terminó muerto.

- Algo anda mal. - avisó al estacionarse el auto fuera, Frank lo miró con el ceño fruncido. - Voy a entrar, ¿de acuerdo?

Endless cliché • Rubegetta • (ELC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora