quince: viejos hábitos

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Escucha todo algo lejano en cuanto entra a la casa, escucha las palabras de Daniel en dirección a las tres personas en el salón algo lejanas, como sino estuviera allí, y quizás no lo está, observa como su madre se lleva ambas manos a la boca y su nana deja caer los cojines sobre el sofá, antes de acercarse y abrazarlos, a Rubén con más sorpresa que nada.

"Felicidades, cielo..." le parece escuchar de alguna de las dos mujeres, y se fuerza a dedicarles una sonrisa, escucha como su, ahora, prometido se excusa antes de salir de la casa, el peliblanco mira a ambas mujeres, cuyas expresiones de felicidad se han esfumado y ahora solamente son ceños fruncidos por pena, murmurando preguntas que Rubén no entiende del todo, así que no responde.

Se excusa también, subiendo las gradas hasta su antigua habitación, está prácticamente vacía, la cama está hecha y hay un librero en el lugar en el que solía estar su ropero, se apoya contra la puerta y deja caer hasta estar sentado en el piso, con el corazón latiendo a mil por hora contra sus oídos, tomando respiraciones profundas, tratando de calmarse.

"Está bien..." se repite a sí mismo. "todo va a estar bien."

Pero su mente no dejaba de contradecirlo, una parte de él continuaba lanzando imágenes a su mente, una tras otra y mareándolo cada vez más.

- Estoy bien... - susurra, antes de ponerse de pie. - estoy perfectamente...

Estaba haciendo esto por... ¿por qué lo hacía? 

No quería hacerlo, no, pero tenía qué.

Tenía qué, aunque Daniel no fuera el amor de su vida, aunque siguiera pensando en Samuel tanto como cuando se había dado cuenta de que estaba enamorado de él, hacía tanto tiempo; aunque Daniel se enojara de vez en cuando, aunque él... hubiese hecho lo que había hecho...

Y Rubén se dio cuenta de pronto, pasaría el resto de la vida con él, con aquel chico que se suponía era para pasar el rato hacía años, esta posibilidad ni siquiera cabía en su mente, pero ahí estaba.

Se sintió como un adolescente de nuevo, con la mente hecha un desastre, el corazón empequeñecido en su pecho, la incertidumbre y... y los pasos tambaleantes hacia el baño cuando el estómago le dio vuelta, exigiéndole que devolviera las palomitas y toda la comida consumida durante el día.

* * *

- ¿Cómo que te casas? - inquiere Alex al teléfono, con el ceño fruncido, mira la expresión intranquila de la pequeña en la gran cama y niega quedamente, Fargan le susurra un par de frases tranquilizantes.

- Pues ya ves... - contesta el contrario del otro lado de la línea, estaba sentado con la espalda contra la cama, se sentía terrible. - Fargan y tú se están quedando rezagados, ¿no crees?

El pelinegro suspira, chasqueando la lengua. - ¿Estás bien?

- De puta madre. - responde el contrario con voz baja. - Me acabé ya cuatro birras, ¿quieres alguna? ¿Por qué no vienen tú y Fargan para intoxicarnos? - el oficial mira a la pequeña niña en la cama, tiene el rostro serio mientras su novio trata de hacerla reír, haciéndole muecas

- No podemos ahora mismo... - susurra. - estamos en medio de algo imp~

- Si estáis follando no quiero saber. - se queja el peliblanco, Alex nota que arrastra las palabras, ya empezaba a embriagarse. - En fin, solo quería avisarte, voy a comprar más cosas y~

- No, no te muevas de ahí. - regaña Alex. - Voy a llamar a Mangel y decirle que vaya, ¿está bien?

- No, Lolito ya volvió y seguro están igual que tú y Fargan... - susurra. - yo voy a esperar a que Daniel vuelva, todo está bien.

Endless cliché • Rubegetta • (ELC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora