Capítulo XIII

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No recordaba la última vez que había experimentado una fiebre tan intensa, excepto cuando había padecido tifo por beber agua contaminada de un pozo

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No recordaba la última vez que había experimentado una fiebre tan intensa, excepto cuando había padecido tifo por beber agua contaminada de un pozo.

En aquella oportunidad era apenas una niña, curiosa y un tanto desobediente, pero había entendido la "muerte" como si fuera una adulta por convivir con ella durante largos días de agonía.

Se había salvado de milagro en esa ocasión y en esta había tenido la suerte de que su pierna no estuviera quebrada (el médico había informado que un esguince en el tobillo derecho le había provocado el inconmensurable dolor), más la herida había tardado en ser tratada de forma adecuada y las bacterias no entendían de demoras.

El resultado había sido una infección y la consecuente aparición de la fiebre.

Las horas diurnas podía manejarlas, pero en las noches su mente deliraba: veía y oía cosas que la atormentaban.

Ms Paige la visitaba con mayor regularidad para cambiar sus vendajes y limpiar la herida, también habían ido a verla sus otros compañeros de trabajo e incluso los pequeños hijos de Mr. Andrew le habían llevado unos dibujos para levantarle el ánimo, pero en general la entrada a su recamara estaba restringida, pues la recomendación había sido la dejar descansar al paciente para favorecer su pronta recuperación.

En cuanto a los Señores, la última vez que rememoraba haberlos visto era aquel día en el que la visitó el doctor. 
Luego los había oído, detrás de la puerta, preguntando a Ms Paige por su estado de salud. Pero ninguno se había atrevido a entrar, al menos no mientras estaba consciente.

Miss Clarke se había resignado a la idea de perecer sola en aquel camastro, con nada más que la remembranza de unos hombres misteriosos que parecían haberla querido y olvidado con igual premura.

Tal vez por ello se sorprendió tanto cuando Mr. Dominick tocó a su puerta.

La habitación estaba oscura, pues los ventanales habían sido cubiertos en su totalidad, para evitar la entrada de los rayos solares que pudieran dañar su delicada visión y aumentar su migraña, así que no podía deducir si era el alba o si la noche había caído ya. Pero, independientemente de la hora del día (y aunque su presencia trajera aparejados rumores malintencionados), Miss Clarke accedió a que el caballero entrara.

—No esperaba encontrarla despierta —dijo el heredero al entrar, iluminando el cuarto con el fulgor de una farola de aceite. Se veía más apuesto bajo aquella aura—. Casi siempre está dormida a esta hora —reveló. Entonces "sí ha venido a verme" pensó la governess con regocijo—. Estoy consciente de que no es un horario apropiado para la visita, pero las noches en su compañía han sido más transitables...—admitió.

¿Eran ciertas aquellas palabras? O mejor aún, ¿era él quien las estaba diciendo verdaderamente?
Miss Clarke dudó de su propio estado mental. Estaba acostumbrada a sufrir alucinaciones cuando la calentura aumentaba y en ese momento su cuerpo estaba ardiendo.

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