Capítulo XXXIII

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Miss Clarke contuvo el aliento

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Miss Clarke contuvo el aliento. La verdad yacía tras aquella puerta. Miró una vez más hacia los laterales, para asegurarse de que nadie la estuviera observando, y se adentró en el cuarto.

La habitación era un reflejo de lo que su dueña representaba: pulcritud, orden y austeridad.

Resultaba difícil imaginar que bajo aquella simplicidad se ocultaba un enjambre de secretos  difícil de desenmarañar.

Sin perder el tiempo, comenzó a revisar cada rincón de la estancia, con la añoranza de que hallaría la respuesta a tanto misterio. Pero, lo más sospechoso con lo que se topó, fue un antiguo arcón oculto bajo el camastro.

Para su desgracia, aquella caja ornamentada estaba cerrada y la llave parecía no formar parte de los objetos presentes en el cuarto.

Después de algunos intentos infructuosos de abrir el sofisticado cerrojo, se dejó caer en el suelo y fijó la vista en la pared frente a ella, donde colgaba un crucifijo hecho de cuentas de madera. La representación de Cristo crucificado pareció sonreírle burlón desde lo alto.

No obstante, luego de algunos instantes de observar la imagen sacra, notó algunas irregularidades en el emblema beato.

"¿Será posible?" Se preguntó poniéndose de pie.

Se dirigió entonces hacia la pared, para tomar el rosario.  Una vez que lo tuvo en sus manos notó que la punta de la cruz formaba una perfecta pieza de encastre. Inmediatamente la introdujo en la cerradura del baúl para comprobar que sus suposiciones eran ciertas.

Un penetrante aroma a hierbas invadió sus fosas nasales cuando logró perpetrar el cofre. Empero, el mayor impacto sobrevino cuando sus ojos captaron las conocidas figurillas que había vislumbrado en el sótano. Aunque las actuales carecían de los elementos personales que las vinculaban a las personas que representaban, era evidente que se trataban de los mismos diseños.

"Entonces es ella. Ms Paige está detrás de todo esto." Meditó.

De pronto, una voz conocida sonó a sus espaldas sorprendiéndola en pleno acto. Sin poder evitarlo dejó caer el arcón, ante el temblor irrefrenable de sus manos.

—¿Qué hace en mi habitación Miss Clarke? —interpeló Ms Paige, en tono severo.

La temerosa governess hizo acopio de todas sus fuerzas para girar y mirarla a la cara. Sentía que su corazón iba a transpasar  su caja torácica y escaparse de su pecho en cualquier momento.

—¡Válgame! —exclamó, mucho más aterrorizada—. ¿De...quién... es esa sangre?

La linfa escarlata se deslizaba a chorros por las manos de la anciana.

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