Capítulo XV

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Un inesperado silencio sepulcral recibió a Miss Clarke al ingresar al bosque

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Un inesperado silencio sepulcral recibió a Miss Clarke al ingresar al bosque.

La joven no había pisado la foresta desde la impiadosa tormenta, que había sido la desencadenante de su caída y el consecuente estado de convalecencia —de eso hacía ya algunas semanas—, aunque había jurado no regresar, el destino estaba empeñado en empujarla hacia aquel execrable lugar.

Caminó pegada a la tupida arboleda, que actuaba como una barrera natural entre el jardín y el boscaje más denso, sin perder de vista la mansión, con la esperanza de que las imponentes torres de "Whispers House" le sirvieran de faro en caso de no hallar el camino de regreso.

"¡¿Por qué demonios había aceptado jugar a las escondidillas con los niños?!"

Se dijo así misma que estaba siendo demasiado permisiva y condescendiente con Aurore y con Robbie desde su recuperación. Reconoció también que actuaba así porque se sentía culpable por haberlos dejado solos aquel tiempo. Claro que los niños no estaban solos en realidad, tenían a Ms Paige y al resto de los empleados, a su tío y, a veces, a su padre. Pero no era lo mismo, con ella pasaban la mayoría de sus horas diarias y, en ocasiones, las nocturnas (en especial cuando las pesadillas impedían conciliar el sueño). Además, aparte del vínculo afectivo, estaba su deber educacional.

Los chicos se habían valido de aquel cariño para obtener concesiones, como realizar pequeños juegos, en una suerte de recreo entre clases o al finalizar su jornada de aprendizaje.

Aquel día el lúdico escogido había sido el escondite, uno de los pasatiempos predilectos de Miss Clarke siendo niña.

Tal vez a esa nostalgia infantil fue la responsable de que Ava no pusiera límites a "tan inofensiva y entretenida actividad". Tampoco imaginó que los niños se atreverían a trasgredir los límites de la propiedad y se adentrarían en el bosque. Pero, después de largo tiempo de búsqueda en el jardín, tras el avistamiento de una sombra que se deslizaba entre los añosos troncos que componían la espesura, se dio cuenta que se había equivocado.

En ese momento, estuvo segura de que la traviesa Aurore se había aventurado allí para ocultarse y curiosear. En cuento a Robbie, era un niño temeroso y respetuoso del paisaje exterior. ¡Y con justa razón! El niño disfrutaba de los juegos puertas adentro, de preferencia aquellos que no requieran hablar o moverse demasiado, como los de mesa— aunque a veces ni siquiera esos lograban capturar su efímera atención—.

—¡Aurore! ¿Dónde estás? —gritó Miss Clarke.

El astro rey se desvanecía, conforme las copas se hacían más frondosas.

Muy pronto la niebla haría su brutal aparición, tintando el entorno de blanco fantasmagórico y los senderos interiores quedarían invisibilizados al ojo humano.

››¡El juego se acabó! Ven aquí de inmediato —exigió, intranquila.

¿Qué pasaría si la noche las atrapaba allí? O lo que aquella ocultaba.

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