Capítulo XXI

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Enigmático, sombrío, enmarañado, el bosque de "Whispers House" parecía ser una extensión de la casa

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Enigmático, sombrío, enmarañado, el bosque de "Whispers House" parecía ser una extensión de la casa. Silente e inofensivo en apariencia, ostentador de aquella peligrosa quietud que suele preceder a la tormenta.

Cuando Miss Clarke ingresó en la espesura, en compañía de la familia Bradley, observó como los primeros rayos del sol, que acariciaban las encrespadas hojas de las altas copas, se deslizaban perezosos por los leñosos torsos de los árboles, en una larga caída que no tenía final. Un paisaje de tonos apagados y aromas mustios se convirtió en un cuadro interminable que avivó infortunadas memorias. Cerró los ojos un momento e intentó enfocarse en crear nuevos recuerdos. "Hoy será diferente" Se dijo.

El aire era liviano y la niebla había cedido ante la claridad de la alborada, anunciando buen tiempo. Incluso el caballo que montaba era otro, tan dócil y adiestrado, que hasta la niña con la que compartía montura podía guiarlo. Claro que Miss Aurore conocía aquel universo vertical como la palma de su mano y no necesitaba senderos para orientarse. Diferente era su situación, ya que pocas veces había interactuado con el boscaje y sabía que podía perderse con facilidad. Tal vez como lo sentía ajeno, le resultaba ominoso. Quizá era cuestión de amigarse con el entorno, como el pequeño Robbie lo había hecho.

El niño estaba sonriendo y parecía disfrutar del viaje en corcel en compañía de su querido tío.

Para la institutriz, Mr. Dominick constituía el elemento más atractivo del viaje. El traje de montar acentuaba su musculatura compacta y su oscuro cabello, que hacía juego con el matiz de los rugosos troncos añejos, ondeaba mecido por el suave viento.

—Pronto llegaremos señoritas —anunció el heredero, en tono animado.

"¿A dónde?" Se preguntó la institutriz, que no podía vislumbrar el sitio soñado al que había hecho mención su Señor. Su visión estaba obstaculizada por los intrincados y entoldados ramajes, que poblaban la parte inferior de los tallos, como yertos brazos y sus instintos enfocados en evitar rozar los hongos azules y rojos que brotaban, cual viseras, de los pútridos maderos.

Después de unos minutos de galope ligero, pudo advertir una mayor fuente de luminosidad que dio lugar al anhelado claro.

Mr. Dominick no había exagerado en su descripción: el lugar seleccionado para el picnic era excelso.

Rodeado por las paredes leñosas de imponentes alerces y taciturnos abedules, yacía un florecido prado, un hermoso vergel foráneo al tétrico entorno.

"Con que aquí se ocultaban las aves" Pensó la joven, fijando su vista en las diversas especies de pájaros que sobrevolaban aquella fracción de éter topacio.

El punto focal era la pequeña cascada que desembocaba en un arroyo de aguas claras y bulliciosas, columna vital de aquel florecido y fragante paraje vegetal.

El joven Bradley había descendido del caballo y, tras ayudar a su sobrino a bajar, había hecho lo propio con las damas.

Los niños no demoraron en explorar el bendecido entorno, mientras que la institutriz se dispuso a preparar el picnic cerca del ruidoso riachuelo.

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