El rubio dormía plácidamente entre el humo y el calor del fuego, que derrumbaba poco a poco las paredes rectas y estructuradas de aquel lugar de fe. El ardor de aquella iglesia incluso había llegado lejos, pues enseguida muchos lo notaron, pero a pesar de haber llamado a los bomberos, el fuego consumía rápidamente todo.
Los medios aún no despertaban pánico en las personas, pues aún no se habían preparado para transmitir la noticia. Mientras las paredes ardían, el rubio descansaba en el centro del pasillo, durmiendo bajo el templo de María, y cubierto de flores marchitas y despedazadas.
Como si realmente el deseo dentro suyo finalmente fuera escuchado, y su llanto no bastase para secar el odio que por dentro sentía, pronto el techo empezó a pronunciar el eco de una lluvia piadosa.
El fuego infernal que devoraba el edificio, pronto estaba esfumándose, y entre algunas ventanas rotas y paredes caídas, el humo era expulsado paulatinamente, para así abrir paso al aire puro que afuera de aquel lugar prevalecía.
No fue suficiente aún, pues el bello durmiente aún estaba inmóvil en el suelo, y los bomberos lo lograron sacar, aunque aún inconsciente. Terminó siendo trasladado al hospital, y a pesar de ser sin grado de urgencia, aún había aspirado algo de humo, y su cuerpo ardía en fiebre.
Los médicos quedaron asombrados, con el declive de la salud física del hijo del ministro Phelps, pues sus ojeras pronunciadas; su boca parecía estar partida en varias grietas secas; su ojo estaba realmente herido; su cuerpo cansado y maltratado; y sus marcas de golpes y heridas aún no cicatrizadas, parecían haber mantenido al rubio en un hilo débil de vitalidad todos estos años.
Trataron de sacar el humo de sus pulmones, y atender todas las heridas que habían en el chico, aunque su ojo no podía salvarse. Minutos después, el rubio descansaba en aquella camilla blanca, que habían apartado para este, y los medios se encargaban de provocar pánico en todos.
Sus sueños no parecían diferir entre ellos, más bien parecía ser uno solo, donde el humo se había transformado en aire puro; el ardor del fuego ahora era un Sol brillante iluminando una pradera, y la madera quemada y destruida ahora era un árbol haciendo sombra sobre el chico.
Las aves cantaban para él; el agua del río se escuchaba no muy lejos, y la vitalidad de aquel espacio verde alumbraba todo rastro de oscuridad pasada. El chico tenía en sus manos un cuaderno, siendo otra vez escrito por una pluma azul, portada por una de las manos cálidas del chico.
"Acariciar el viento con mi tacto; sentir el suelo ensuciando de vida mi ropa; el canto de las aves llenando de paz mis oídos; o el río cantando un réquiem, no es nada si de verdad en paz no estoy. Supongo que luego de tantas plegarias, enfrentar mi miedo cara a cara realmente me daría una respuesta, así que mientras descanso bajo un fresco sauce, una pregunta hago para ti: ¿Ahora sí podrías ser mi amante?..."
"Sí..."
Una figura entraba a la blanca habitación; ignorando las palabras que transmitía una rubia en un noticiero, y apagando el televisor. Terminó colocando una flor entre un montón más, enviadas por fanáticos.
El chico con máscara solo observó como el rubio dormía, y como sus signos vitales marcaban estabilidad física, aunque a él más le preocupaba la mental. Esperó un buen rato, pensando en qué decir, cuando notó una caja con pertenencias del rubio, aún no abierta; probablemente era para que el chico se entretuviese con algo mientras estaba descansando internado.
─Sabía que nunca te irías...─ habló el joven de cabello azulado.
Temblando, el chico se atrevió a revisar alguna que otra cosa de aquella caja, con miedo a que el otro despertara y lo viera mal. Sabía que era privado, pero si no podía hablar con él, al menos debía entretenerse husmeando en algo, después de todo, era una tradición ya implantada en su sangre.
─Hum...─ el menor encontró un cuaderno con tapa negra, y al lado un bolígrafo azul ─¿Esto no era mío?... ladrón, y yo culpando a Larry durante un año─.
Con miedo de que el otro despertara, solo se atrevió a leer algo en la primer hoja; solo habían palabras inentendibles con tinta manchándolas, así que supuso que debía ser algo religioso que el otro habría escrito estando aburrido.
Siguió leyendo, esta vez con más confianza, hasta encontrar poco a poco, hojas con más cosas escritas, y aunque no estaban del todo manchadas, algunas partes estaban rayadas, sobre todo en palabras nunca mencionadas por el rubio.
"Son sueños que son amor, sueños que son dolor, y la verdad ya ni sé que debería escribir para ti, pues por cada hoja que termino, me niego a compartirla contigo, y termina en..."
La hoja se había manchado con tinta y rayones, por lo que el chico pasó a la siguiente.
"No puedo expresarte nada por más poeta que intente creerme, pues al final llego a la misma pregunta de siempre; ruin y rastrera; sosa y necia; pero con una melodía que al pronunciarla, le da más sentido a la respuesta. Sal... ¿₴ɆⱤí₳₴ ₥ł ₳₥₳₦₮Ɇ?"
El menor quedó sorprendido con la última parte, pues por más rayada que estuviera escrita aquella frase, podía entenderla, así que siguió leyendo el resto de hojas.
La mayoría tenían la misma pregunta al final de cada poema o texto: "¿Quieres ser mi amante?", "¿serías mi amante?", "¿desearías ser mi amante?"...
─Dios...─ el menor expresó aquel nombre con descuido.
Miró a quien tenía reposando al lado, y este mismo lo miraba, a pesar de tener un ojo vendado, y un par de heridas impidiéndole pronunciar alguna queja. Silencio había entre ambos, pero el menor habló primero, para disculparse por husmear en lo que no le pertenecía; esta era la primera vez que realmente lamentaba haber leído de más.
─Descuida... si no lo sabías por mi, no lo sabrías por nadie... y en algún momento debías saberlo, así que como cobarde que soy, sería obvio que fuera leyendo esto─.
─De verdad... lo siento, era algo demasiado personal─.
─No, para ti no debía serlo─.
Ambos quedaron en silencio, más no se miraban cara a cara, pues buscaban algo que decir para no estropear la conversación.
─Te traje una flor pero... veo que tus fans se adelantaron─.
─No te molestes, lo que menos necesito ahora, son lamentos en flores─.
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Beata María -【Sally Face】-
Fanfiction"Tu gente es repulsiva; pecadores en desgracia sin aceptar la búsqueda de la salvación... me provocas asco, Sal Fisher, pero eso no deshecha la idea de que alguna vez te he amado. ¿Contento ahora que lo he admitido?, ah, lo olvidaba, esta es otra ca...