Capítulo 01: Descarte.

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Las campanas sonaban en la Iglesia, llamando a aquellos fieles creyentes a esta, para comenzar el rezo de la mañana. El viento sacudía cada rincón, refrescando el seco ambiente de aquel lugar de fe, mientras el rubio daba el sermón.

Tranquilo pronunciaba las palabras de siempre, sabiéndoselas de memoria, y predicando sobre una cualidad específica: la constancia. A veces era difícil ser contante cuando la situación presentaba turbulencias, o caídas graves que debilitaban la estabilidad de dicha situación.

Constante y sin brillo en los ojos, el rubio hablaba sin vida en su boca, mientras esta se movía y pronunciaba opiniones que ni él mismo creía en el fondo. Habían pasado años desde que finalizaron la secundaria, y el chico luego de terminar algunos estudios, dedicó su tiempo a la fe, para convertirse en lo que su padre una vez fue.

¿Qué podía hacer?, no tenía opción, y supo desde un principio que Dios guiaría su camino, porque si algo le repetía su padre a diario, a demás de las golpizas, era que Dios lo veía absolutamente todo.

"Atrévete a pecar, y observa como el Infierno te abrirá sus puertas; ¿de verdad tan frío tienes el pecho que el calor del fuego osarías provocar?"

Pasó algunos años recibiendo a jóvenes un poco menores que él, confesando sus pecados y arrepintiéndose de estos, más él sabía en el fondo la hipocresía de sus soluciones, pues la única razón por la que los intentaba ayudar, era para saldar su deuda con Dios, y demostrar lo arrepentido que estaba de haber pecado, ayudando a rehabilitar otros pecadores.

─Pero... no puedo sacar esas ideas locas de mi cabeza, intenté salir de esto con la fe, pero no encuentro una respuesta─.

─He pasado por lo mismo, chico, pero Dios nunca nos abandona, solo... inténtalo de nuevo y olvida eso, quizás distrayéndote con otra cosa podrás aliviar ese profundo deseo─.

─¿Funcionó con usted?─.

─Me reconforta creer que sí─.

El frío que la angustia le provocaba en la garganta, quedándose allí en forma de nudo, le recordaba al rubio, una imagen de sí mismo en un pasado, donde el dolor rompía en pedazos su maldito corazón. Con violencia y agresividad, mientras este volvía a rearmarse pedazo por pedazo, solo y sin ayuda, para volver a amar una vez más con fervor, al mismo desgraciado que le había hecho llorar varias veces en un cubículo de aquel inmundo baño.

Verlo regocijándose en su ignorancia, sin darse cuenta del daño que provocaba, debido a lo bien que sabía actuar el rubio, para ocultar el amor con un odio desproporcional, tal cual era el deseo que por el desgraciado ese sentía.

Las preguntas se hacían esperar muy poco, pues con cada palabra de odio, una misma volvía a levantarse del polvo.

"¿Por qué lo haces otra vez?... ¡respóndeme!"

A veces se preguntaba si Satanás realmente era tan malo, como decían los papeles arrugados que su padre la hacía leer, pues a veces el sentir tanto dolor siendo el rubio malo de la escuela, y llorar a pesar del daño que provocaba, le hacía pensar que quizás dicho personaje realmente podía sentir dolor por alguna cosa. Pero claro, Satanás era alguien mil veces más cruel que un chico emocionalmente frustrado, con complejos de homofobia interiorizada, así que retiraba sus pensamientos llenos de blasfemias.

Necesitaba llenar su cuerpo con un aire místico de espiritualidad, y ese no se lograba rezando el Padre Nuestro como de memoria se lo sabía, así que se encerró en el confesionario, y repitió una canción tranquilizadora en su mente, para solo escuchar pensamientos.

Unos pasos en la iglesia, ya estando vacía, lo hizo alarmarse, más lo disimuló sin mirar quien entraba. Un joven se acercó al confesionario, esperando que alguien estuviese allí, y en efecto, el rubio dentro de este le preguntó que necesitaba.

Una simple confesión era lo que quería el chico de voz conocida, así que el otro dispuesto a escuchar, pensando en el mismo tema que siempre le preguntaban, dio la señal para que el desconocido hablase.

─Cometí algo horrible...─.

─¿Pecaste?─.

─No lo creo─.

─Bien, aún así puedes confesarlo, nadie escuchará esto─.

─No creo que... sea lo más conveniente, pero solo quiero una solución, no es necesario revelar mucho contexto─.

─¿Cual es el problema entonces?─.

─Hay un...─.

El rubio miró unos segundos quien estaba del otro lado del recinto, y reconoció a un chico algo bajo, de cabello azulado, lacio y suelto, que sujetaba sus manos nervioso. El otro tembló unos segundos, más contuvo su respiración algo acelerada, y mantuvo su voz tranquila, aunque se notaba un poco de ironía en sus palabras.

─¿Y ahora qué hiciste?, chico─ preguntó el rubio, sin reconocer el tono con el que había hablado.

─Digamos que, dejé unos asuntos pendientes, y antes de empezar una nueva vida con mis amigos, en un nuevo hogar, me gustaría resolverlos─.

─Sigue hablando...─.

─No me despedí de algunas personas que dejé atrás, y me gustaría ayudarlas, o saber si pudieron arreglar sus asuntos, creo que pueden necesitar unas últimas palabras de ayuda antes de...─.

─Descuida, el tiempo sana todo, y deben estar muy bien ahora...─.

─No sé si eso sea un consejo que deba dar un cura─.

─No soy cura oficialmente aún, pero deberías escucharme... si quieres puedes verificarlo por ti mismo yéndolas a ver─.

─Tengo una duda aún... esta Iglesia sigue estando bajo el mando de la misma familia de hace unos años, ¿no?─.

El rubio permaneció en silencio, pues sabía que pregunta vendría después, aunque si el chico no reconoció su voz aún, podía librarse de él.

─No, hace un tiempo se mudaron─.

─Ajá...─.

─Como sea, ¿terminaste?, ¿o hay otros "pecados" que debas confesar?─.

─No, descuida, si el tiempo lo sana todo, entonces esperaré a que vengan─.

─¿Quiénes?─.

─Los anteriores dueños de la iglesia─.

─Esperarás sentado entonces─.

─Como usted diga, buenas tardes─.

El joven de cabello azulado se marchaba, mirando con detenimiento la iglesia; el rubio por mientras lo miraba sin salir del recinto, con las palabras en la boca, tratando de gritar aunque sea un "No te vayas", pero el orgullo podía más.

Apretó sus puños y cerró los ojos, volviendo a la realidad, donde ahora mismo se hallaba sobre una cama, tapado con algunas sábanas blancas, dentro de un cuarto oscuro, pero siendo alumbrado poco a poco por el Sol que entraba por su ventana.

Otra vez había soñado con él.

Beata María -【Sally Face】-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora