En el palacio de los Cueva, la alegría por la llegada de un nuevo miembro a la familia, acaparaba la atención de todos los que habitaban en palacio: sirvientes, cocineros, caballeros... La noche había dejado paso a un nuevo día donde la felicidad reinaba en el corazón de sus ocupantes. En la alcoba de los señores, doña Clara María se recobraba del duro trance de haber dado a luz a su nuevo retoño y de pie, junto al lecho, Diego admiraba la bella estampa que suponía ver a su esposa con la pequeña Isabel en los brazos.
Después de que la hermana Ana, adecentara y vistiera a la recién nacida, Clara María intentaba darle el pecho por primera vez. Las hermanas clarisas observaban con atención el intento de la recién nacida por agarrarse a la vida, intentando atrapar con su boca de pitiminí el pecho de su madre. Llorando, desesperada, se removía entre los dulces brazos maternos intentado obtener su primer alimento. La leche que le permitiera saciar el hambre y calmar el llanto.
Observando el desesperado intento de la pequeña Isabel por aferrarse a la vida, la reverenda madre se acordó del verdadero propósito y de las intenciones que llevaba cuando fueron interceptadas por el sirviente de los Cueva.
—Nunca podremos agradecerles, todo lo que han hecho por nosotros —aseguró Diego de la Cueva.
Volviéndose hacia don Diego, la reverenda madre se quedó mirándolo y armándose de valor, se atrevió a solicitarle:
—Quizás podríais saldar vuestra deuda más pronto de lo que pensáis, don Diego —respondió la reverenda madre.
Intrigado por las palabras de la religiosa, Diego miró expectante a la mujer y le preguntó:
—¿Necesitabais dinero, reverenda madre? Solo teníais que pedírmelo...
—¡Os equivocáis! No es ese, el favor que necesito de vos y tampoco les cobraríamos por los servicios prestados. Estamos encantadas de haber ayudado a Clara María en su alumbramiento y cabe decir, que estamos muy contentas de que todo haya salido bien y la vida de ambas, no haya peligrado. Ya sabe el afecto que le profesamos a nuestra Clara, pero...
La reverenda madre dudó durante un segundo si proseguir con su petición, sin embargo cuando se acordó de la pequeña criatura que esperaba en el convento, recobró las agallas para seguir hablando.
Clara María dejó de prestar atención a la pequeña, que ya se había agarrado al pecho y amamantaba tranquila.
—Cuando subíais al palacio, la hermana Ana y vos, ¿veníais por un motivo, verdad? —preguntó Clara María.
—Sí, hija. Veníamos a apelar a sus conciencias y a solicitar una venia muy especial, puesto que ambos serían los implicados. Sé que lo que les voy a pedir exige un gran sacrificio por parte de ustedes, pero no tengo a nadie más a quien acudir.
—¡Me intriga usted, reverenda madre! —aseguró Diego
—¿Qué sucede, madre? Me está preocupando... —dijo Clara María.
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JURAMENTO DE HONOR (COMPLETA) # 2 SAGA MEDIEVAL #PGP2023 #FlowersA
Historical FictionAlgo iba mal. Y de un modo terrible, Sarah lo sabía. Se le secó la boca mientras su corazón le latía con estruendo. Por la cuesta empedrada podía escucharse el sonido producido por los cascos de los caballos de esos enemigos que portaban la cruz. Y...