Sin duda, debía hallarse muerta si era capaz de escuchar voces en su cabeza. Conocía perfectamente al dueño de ese susurro; era inconfundible. Solo podía pertenecer a don Rodrigo.
—¡Sarah!
<<Cómo era posible escuchar de forma tan nítida su propio nombre>>. La imagen de él, le vino a la mente. Sarah habría deseado verlo por última vez y quizás, hubiese tenido valor para decirle lo que su corazón sentía pero era demasiado tarde ya.
—Estoy muerta, estoy muerta, estoy muerta... —pronunció como una retahíla sabiendo que aquello no podía ser posible.
Sin embargo, el ruido procedente del metal de una armadura, terminó por sacarla de la diatriba que mantenía consigo misma. Su mente trabajó acelerada sin saber qué peligros la acechaban a su vera. Una corriente de aire frío le llegó hasta el rostro, acariciando su sien y sus mejillas, que ya estaban heladas de por sí; alguien se movía a su lado, podía percibirlo. Un miedo visceral se apoderó de ella, así como un temblor imposible de controlar y aunque no sabía qué pensar, no era capaz de abrir los ojos por miedo a descubrir algo peor. ¡No podía soportar esa tortura por más tiempo!
—¡Por favor!¡Iros, iros de mi mente...! —rogaba Sarah empezando a llorar angustiada.
El quejido lastimoso de la joven le llegó al alma a Rodrigo. Sarah tenía tanto miedo que no podía abrir los ojos. Dándose prisa por quitarse el casco de la cabeza, Rodrigo se agachó frente a ella y levantó su mano para tocar el rostro de la joven pero en un último impulso se arrepintió, dejándola caer de nuevo. No debía tocarla porque en cuanto tuviese la suavidad de esa piel bajo su mano, no podría refrenarse.
—¡Sarah, abrid los ojos! No debéis temerme. No he venido a haceros daño.
Sarah los apretó con más fuerza si cabe.
—¡No podéis ser vos! Estoy muerta —susurró Sarah—. ¡Iros de mi mente! ¡No puedo más con este suplicio! ¡Liberadme de este padecimiento!
—¡Miradme! No estáis muerta. He venido a por vos —insistió Rodrigo.
Esas palabras la impactaron de tal modo que las lágrimas fluyeron con ímpetu de sus ojos.
—¡Ya es tarde para mí!
—Hacedme caso, soy don Rodrigo....
Sarah creyó que aquello no debía ser verdad, sin embargo nada tenía que perder si hacía caso a esa voz que hablaba en su mente. Así que obedeciendo la orden, abrió lentamente los ojos. Levantó sus pestañas e impactada, contempló aquel rostro conocido. Sin poder evitarlo, las lágrimas empezaron a salir de sus ojos. Aquel dulce tormento, iba a acabar con la poca resistencia que le quedaba.
Rodrigo no pudo culparla ante su reacción. Su precipitada llegada la había asustado tanto o más de lo que se pudiera haber imaginado. Se había conducido como un poseso desde que salió de Cazorla, sin saber explicar qué desquiciado impulso lo había llevado hasta allí. Había sido un estúpido al buscarla en plena noche y de esa manera tan brusca. Sin pensar en las consecuencias que su precipitada llegada ocasionaría. Ahora tenía ante sí a una joven despavorida que se creía que estaba frente a su agresor y su única excusa, era su necesidad de asegurarse que seguía ilesa, aunque continuase negando la realidad. Porque en el fondo, no quería reconocer que se había conducido como un tonto enamorado, incapaz de esperar unas horas más para comprobar que la mujer por la que sentía algo, seguía viva.
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JURAMENTO DE HONOR (COMPLETA) # 2 SAGA MEDIEVAL #PGP2023 #FlowersA
Historical FictionAlgo iba mal. Y de un modo terrible, Sarah lo sabía. Se le secó la boca mientras su corazón le latía con estruendo. Por la cuesta empedrada podía escucharse el sonido producido por los cascos de los caballos de esos enemigos que portaban la cruz. Y...