CAPÍTULO DECIMOCUARTO

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Palacio de los Cueva, Ciudad de Úbeda

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Palacio de los Cueva, Ciudad de Úbeda.

—¡Pablo! ¿Habéis visto a mi hermano, el conde?

      El sirviente asintió con una ligera inclinación de la cabeza y con un gesto de gravedad.

—Si, mi señora. Está reunido en su despacho.

—¿Tan temprano? —preguntó Mencía extrañada.

—A primera hora llegó don Diego de Deza, señora.

—¿El Inquisidor? —preguntó Mencía de nuevo—.Tuvo que salir ayer de Úbeda, para estar aquí a estas horas. ¿Y a qué habrá venido? Debe de ser muy urgente... —dijo Mencía para sí misma.

—Sabéis que no me está permitido escuchar conversaciones, mi señora. Sin embargo, los gritos del señor Conde se escuchan por todo el pasillo... —aclaró Mateo con un cierto grado de complicidad.

—¡Vaya! Entonces, no será de extrañar si me acerco para comprobar qué sucede...

—Si el señor Conde me preguntara, yo no sabré nada, señora —dijo el anciano mirándolo con seriedad.

—Muchas gracias, Pablo. Podéis retiraros —contestó Mencía con una sonrisa.

        En cuanto se hubo marchado el sirviente, Mencía no dudo en acudir hasta el susodicho pasillo, comprobando que conforme se iba acercando, los gritos de su hermano sonaban altos y claros, a pesar de que la furia hacía que se atragantara con sus propias palabras. Un fuerte golpe la detuvo al instante y mientras se llevaba las manos al pecho, se preguntó qué podría estar ocurriendo para que su hermano hubiese perdido las formas de esa manera.


—¡Maldita sea! ¿Cómo se atreve a hacerme semejante afrenta? ¡Hijo de las mil putas! —gritaba el Conde de Feria mientras se le hinchaban las venas del cuello.

—¡Serenáos, don Gómez! —sugirió Deza con una serena calma—. No lograréis nada alterándoos de ese modo. Debéis ser más frío en vuestros actos y desde luego, no podéis dejaros llevar por el calor del momento. Hay que derrotar al enemigo en su propio campo, en vez de malgastar fuerzas inútilmente. De nada os sirve gritar; solo provocaréis, que todo el mundo se entere.

—¿A qué os referís? —preguntó Gómez sentándose de golpe en el sillón.

     Su respiración acelerada y fuerte, junto con la tensión que sentía en el cuerpo, le dificultaba el poder respirarr de forma sosegada. Solo de pensar en cómo el maldito canalla del Comendador se había burlado de su persona, lo enervaba.

—¿No os gustaría ser algún día el gran Maestre de la Orden de Santiago?

       El Conde de Feria entrecerró los ojos durante un segundo, mientras su cerebro trabajaba raudo, imaginando tal hecho.

JURAMENTO DE HONOR (COMPLETA) # 2 SAGA MEDIEVAL #PGP2023 #FlowersADonde viven las historias. Descúbrelo ahora