Capítulo 5

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Los árboles y arbustos pasaban como una sola mancha verde por los costados del sendero. La lluvia seguía siendo suave y silenciosa, sólo el sonido de los veloces pies del Hanyo chocando contra el suelo, rompían el silencio sepulcral que había entre los dos. Pese a la cercanía de sus cuerpos ese silencio los distanciaba. Sumidos cada uno en sus pensamientos, repasaban los hechos ocurridos minutos antes. 

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<<Su mirada...>>, pensó.

Una angustia se apoderó de su pecho, al recordar la mirada de decepción que minutos antes él le dedicó en el momento en que ella lo acusó tan duramente; ese dorado logró calar tan profundo en sus ojos, que ella había comprendido de inmediato su error al dudar de él y aún no lo había enmendado.

<<Debo disculparme con él... ¿será que, debo hacerlo ahora?... Pero, él... él no ha pronunciado ni una sola palabra en todo el camino... –Suspiró con pesar–... Debe estar pensando que soy lo peor>> 

"No sabes cuanto te extrañé" 

Recordó las palabras de Inuyasha cuando estuvo esa misma mañana en su habitación y la besaba con ansias de... ¿de algo más?. Sacudió su cabeza al pensar en eso... 

<<¡No!... Claro que no... ¡Aiich!... deja de pensar en eso Kagome, pareces una pervertida>>, se dijo a sí misma. 

Pero no pudo evitar recordar mientras rebotaba suavemente sobre la espalda del Hanyo; la sensación exquisita que sintió cuando éste besó su cuello. Se mordió los labios, respiró profundo y luego exhaló con resignación.

<<¡Rayos!, yo... eché todo a perder...>>

Un apretón en sus muslos la hizo dar un respingo que cortó sus pensamientos, y podría jurar que, sintió su piel ser acariciada por los dedos de Inuyasha. Sacudió nuevamente su cabeza y se convenció que sólo había sido su imaginación.

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Estaban por llegar a la fuente, podía percibir el aroma de algunas hierbas medicinales que se daban en aquella zona. 

Mientras corría cargándola en su espalda, pensó en cómo había sido juzgado por todos. Aunque más le importaba las lamentables conjeturas que ella hizo... tal vez porque nunca se lo esperó. Creía que ambos confiaban ciegamente el uno en el otro. Pero... ¿estaba equivocado?, ¿realmente, se conocían tanto como para no desconfiar jamás?... ¿él confiaba en ella?

<<Claro que sí>>, se respondió a sí mismo.

<<Entonces, ¿por qué la celo tanto?...>>, se preguntó a la vez que se sorprendió de su propio cuestionamiento. 

<<¡Agh!, porque no confío en los idiotas que se pasan de listos con ella>>, justificó.

<<¡Maldita sea!, ¡no soporto que la toquen!>>, tensó su mandíbula de solo pensar los escenarios en que otros la abrazaban, o tomaban sus frágiles manos para adularla con frases cursis.

Tras aquel pensamiento, instintivamente apretó con posesión los muslos de Kagome y sintió cuando ésta dio un respingo. Entonces, la acarició levemente con sus dedos y fue consciente de la suavidad y calidez de la piel desnuda de sus piernas.

Recordó cuánto la había tocado aquella noche en su habitación... En ese momento, realmente la deseó... y esta mañana... esta mañana, la besaba con ansias de más... quería volver a tocar su cuerpo y poseerla por completo, realmente lo deseaba. Porque desde que despertó aturdido, seguramente por el efecto de los polvos que le aplicó Shippo; se dirigió inmediatamente a su casa y se quedó ahí... había pasado casi toda la maldita noche contemplando su belleza, se aguantó las ganas de robarle un beso y de acostarse junto a ella, solo para no importunarla o violar más su privacidad. Porque la verdad, es que se sintió un pervertido y cuando ella comenzó a tocarse... ¡Demonios!, sólo al recordarlo le provocaba una dolorosa tensión en su miembro. De pronto fue consciente que sentía el calor de su cuerpo en la espalda y justo como a él le fascinaba; sus redondos senos se aplastaban contra él, ¡infiernos! eso era tan exquisito, y no ayudaba para nada con el problema que estaba surgiendo en su entrepierna. Por suerte el aroma del agua caliente lo trajo de regreso a la realidad y detuvo el torbellino de calor que iniciaba en su mente y en la parte baja de su cuerpo... ¿En qué momento desvió sus cavilaciones?, es decir... se supone que estaba molesto con ella... ¡dolido mejor dicho!. ¡Sí!... por haber sido acusado injustamente... pero, de pronto llegó a los celos que él sentía, y luego se calentó con los recuerdos de su apasionado encuentro, ¡demonios! sus pensamientos saltaban de un tema a otro, estaba peor que un crío. Se obligó a retomar el tema principal en su cabeza.

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