Capítulo 7

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—Ya te dije Inuyasha... no le diré a Kirara que se mueva del pozo —dijo por enésima vez la exterminadora con los brazos en jarra.

Inuyasha se apretaba su nariz perfilada, fastidiado por la situación. ¿Y cómo no lo iba a estar?, si después de haberse recuperado de la furia de Kagome, había ido tras ella al pozo siguiendo el rastro de su olor, pero allí se encontró con Sango y Kirara. Ésta última se había transformado en un gran demonio felino, pues Sango la dejó de punto fijo bloqueando la entrada del pozo. Kagome se había ido sin siquiera hablar con él, dejando su Haori con la exterminadora y pidió que él no la siguiera.

¡¿Qué demonios le pasaba a esa mujer?! ¿Cómo pudo hacer eso después de todo lo que hicieron juntos? Estaba más que molesto.

No podía luchar contra Kirara, pues era su amiga y para colmo, él le debía muchos favores, así que aquella idea la descartó de inmediato. Sin embargo, estaba dispuesto incluso a aguantar el sermón de Sango con tal de que ésta lo dejara ir a aclarar unas cuantas cosas con su mujer a la época moderna. Sí... porque para él Kagome era ahora su mujer, lo era desde el momento en que ella recibió su marca. ¡Infiernos!, realmente no podía creer que Kagome lo haya castigado con el conjuro y se haya marchado así; sin más, ¡maldita sea!

¡Eres una tonta, Kagome!

Sango dio dos pasos hacia Inuyasha manteniendo el ceño fruncido, estiró su mano y le entregó el Haori que le dejó su amiga, al molesto Hanyo.

—Ten, Kagome me pidió que te lo devuelva.

—Mff... —Inuyasha negó con la cabeza, incrédulo de la situación y una sonrisa de ironía se dibujó en su rostro.

Sango pasó por el lado del Hanyo dirigiéndose a la casa de Kaede para cenar, pues había tenido que hacer malabares para que su amiga se fuera sin ser vista por Inuyasha y eso atrasó su cena. No obstante, la gruesa mano del Hanyo la detuvo del brazo y Sango se volteó a verlo entornando los ojos.

—Inuyasha, ya te...

—Por favor, Sango. No me hagas esto... Necesito hablar con ella —suplicó esta vez, intentando sonar calmado y así poder convencer a su insufrible amiga.

—No.

—¡Joder! —la calma se esfumó nuevamente e Inuyasha soltó el brazo de Sango— ¡¿Cuántas veces tengo que repetir, que sólo intentaba dejarle las cosas claras al idiota de Koga?!

—¡¿Y cuántas veces tengo que repetir yo, que quien no quiere verte es ella?! Y por tu bien, déjala en paz, dale su espacio.

—¿Espacio?

—Sí, espacio... ¡No la agobies!

—¡¿Cómo que no la agobie?! —cuestionó colocándose el Haori aún un poco manchado de tinta en la parte del cuello, por la travesura de Shippo.

—Inuyasha, ¡te comportaste como un cretino! —Sango acompañaba sus palabras con movimientos de sus brazos, mientras escupía la molestia que sentía hacia su amigo— La exhibiste frente a todos los que estaban ahí. Y digo todos porque, no sólo estábamos sus amigos... había gente disfrutando del chisme de la joven que acababa de tener sexo, olía a perro y estaba marcada. Eso no debió ser nada agradable para ella. ¡Por todos los dioses, que fue su primera vez! y tú lo arruinaste.

—Espera un momento... yo no lo arruiné, ese fue el imbécil de Koga que llegó a enfrentarme. Además —cruzó sus brazos y giró su cabeza hacia el lado, con su típico gesto de indiferencia cerrando los ojos— no veo el problema en decir que dos personas estuvieron juntas.

—Cielos... —Ahora fue el turno de la exterminadora de apretar el puente de su nariz y respirar hondo para recolectar lo poco que le quedaba de paciencia— Realmente es difícil tratar contigo, Kagome te tiene mucha paciencia.

Travesura permanenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora