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Me encontraba caminando a la nada sin rumbo fijo, con mi mirada perdida en el horizonte y mis pensamientos sin sentido encontrado me cegaban completamente sin dejarme ver a donde me estaba dirigiendo.
Mis cabellos largos y oscuros se movían con la suave brisa que iba y venía, mi cara se iluminaba con el casi nulo sol que podía apreciarse ocultándose aún entre las inmensas montañas que decoraban el paisaje.
Cosas irrelevantes que no me generaban nada aparte de una calma y tranquilidad que solo me recordaba aquella estúpida soledad en la que siempre permaneceré, qué irónico que me sentía acompañado.
Sin darme cuenta tuimagen se apareció junto a mí, ahí estabas, sentado sobre una gran roca observando el cielo que comenzaba a llenarse de cientos de estrellas que decoraban ese oscuro color violáceo que resaltaba tus cabellos color carmesí.
Me sorprendió verte ahí, y todavía con la poca visión que aúnconservaba era capaz de ver cuán hermoso eras, decenas de veces te había visto fuera de tu marioneta, y cada vez la recuerdo a la perfección pero cada una de esas veces y cada vez más que pueda ocurrir siempre aquel hermoso rostro de aquellas delicadas facciones que poseías; esos rosados y gruesos labios, esos cafeces y profundos ojos, esospómulos siempre llenos de un leve color rosa, ese cabello pelirrojo, todo de ti me parecía realmente perfecto.
Ser un criminal de rango S no te quitaba esa perfección innegable tuya, realmente me sentía débil cada que te observaba, el cosquilleo en mi bajo abdomen, los acelerados latidos de mi corazón y los pensamientos que lograbas me hacía sentir vulnerable.
Tan capaz de ser herido sin opción alguna para defenderme, nada podía servirme para luchar contra ese sentimiento, lo sé, pero tampoco es que fuera a intentarlo.
"¿Te vas a quedar ahí parado?"
Preguntaste sin apartar tu mirada de la poca luz solar que podía apreciarse todavía.
"Ven aquí, maldición".
Dijiste con irritación al ver que seguíaestático observándote, pero no fue mi culpa, y cuando volteaste la cara, revelando en ella cierta molestia por tu ceño fruncido y cierta vergüenza por tu leve sonrojo, o eso me pareció a mí.
En silencio reaccioné y me acerque a ti, sentándome junto a ti en esa gran roca, sonreí levemente al notar lo bajo que te veías, realmente te veías tierno así.
