Capitulo ocho. ¿Cómo calmar estos celos?

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Le ponía nervioso cuando llamaban a la puerta. No siempre había sido así, pero ahora no solo respondía la puerta armado con una sonrisa, no podía escapar de la punzante alarma cada vez que alguien venía a buscarlo. La ansiedad constante, incluso ante las actividades más mundanas, era una parte de su nueva carrera que no había anticipado.

Se colocó los jeans, el material gastado adhiriéndose a su piel mojada. No se molestó con una camisa, metiéndose la pistola en la cintura instintivamente. Presionó su espalda contra la pared junto a la puerta, de la manera en que Seungyeon le había enseñado, listo por si fuera a ser abierta con una patada hostil.

—¿Quién es? —llamó.

La mirilla en el centro de su puerta bien podía ser invisible. Estando del otro lado de la puerta, no hace mucho había visto como Seungyeon usaba esa vía en particular para volarle el cerebro a alguien. Nada de aberturas para Yibo después de eso.

—Yiboy, soy yo. YiXuan.

Yibo abrió la puerta y encontró el amplio y familiar rostro de Yixuan sonriéndole.

—Hola, hombre. —Sonrió Yibo, dándole un abrazo rápido.

—Vamos, entra.

Yixuan lanzó un bajo silbido mientras cruzaba la entrada. Sus ojos volaron sobre el espacioso recibidor, notando las paredes limpias y blancas, y los muebles nuevos. —Lindo lugar, —comentó.

—Gracias. ¿Quieres una bebida?

—Seguro. Una gaseosa está bien.

Yibo le señaló hacia un par de sillas de bar debajo del saliente mostrador. Había un corte rectangular en la pared por encima, dando una vista hacia la pequeña cocina. Yibo tomó dos Coca-Colas del refrigerador, pasándole a su acompañante antes de apoyar una cadera en mostrador del lado de la cocina. —Es bueno verte.

—Lo mismo. Ha pasado bastante tiempo, —dijo Yixuan.

Yibo solo había hablado con Yixuan cerca de media docena de veces en el año desde que había dejado el lavadero de autos. Una vez, solo una semana después que empezara a trabajar para Li, Yixuan había pasado por el antiguo apartamento de Yibo, queriendo asegurarse que estaba bien. La vez más reciente había sido hace un mes, cuando Yixuan lo había llamado tarde en la noche, borracho, preguntando por empleo.

—¿Como van las cosas por el lavadero?

—Terribles. —Yixuan sacudió la cabeza—. Ese imbécil no me ha dado un aumento desde que te fuiste. Sigo trabajando por menos del mínimo.

—Eso es en contra de la ley, —señaló Yibo.

—Si, bueno, también lo es ser ilegal. Sabe que no me quejaré.

Yibo se había sorprendido cuando descubrió que Yixuan era ilegal. Hablaba con un acento pesado pero su inglés era bueno. Yibo asumió que Yixuan había asistido a la escuela en los Estados Unidos.

Pero lo hizo en casa; la madre de Yixuan hablaba inglés y se encargó que sus seis hijos lo hablaran fluidamente en caso que alguno tuviera la oportunidad de cruzar la frontera.

—Tiene que haber algo más en lo que puedas trabajar.

Yixuan volvió a sacudir la cabeza, moviendo la anilla de su gaseosa de adelante hacia atrás tan fuerte que se rompió en sus manos. —¿Y qué con tu trabajo? ¿Cómo va eso?

—Bien, —dijo Yibo, girando para agarrar una caja de pretzels. La abrió usando los dientes y manos y la lanzo sobre el mostrador.

—Sé que dijiste que no tenías trabajo para mi, la vez que te pregunté. —el joven se veía avergonzado, los ojos enfocados en el mostrador—. Lo siento, por haberte llamado borracho la otra noche...

Tonos Grises (ZhanYi- Yizhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora