Capitulo doce: Yixuan.

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Le cortaron el pulgar a Yixuan primero, sólo para asegurarse toda la atención de Yibo.

Yibo había sabido que algo iba mal al minuto de que Seungyeon lo recogiese para la precipitada reunión con Li WenHan, que estaba en la ciudad por unos pocos días. Seungyeon estaba demasiado ansioso cuando se había presentado en el umbral de su puerta, temblando de emoción, lanzándole a Yibo miradas de soslayo llenas de satisfacción. La leve presión de la preocupación se había intensificado hasta el afilado filo del pánico cuando habían llegado al almacén y Seungyeon había hecho avanzar a Yibo al interior, su mano aumentando la presión en el bícep mientras lo empujaba a la fría silla plegable de metal.

Yixuan estaba ya sentado, sus tobillos atados con cinta adhesiva a las estrechas patas de la silla, su torso con una gruesa cuerda negra, sus ojos tan abiertos que abarcaban toda la habitación. Li estaba sentado tras una larga y estrecha mesa, con expresión seria, las manos unidas como si estuviese a punto de comenzar una importante reunión de negocios. Otro hombre, uno de los ayudantes de Seungyeon, estaba de pie junto a la silla del gran jefe.

—Señor Li, ¿qué...? —Yibo se atragantó.

—Yibo...

—¿Qué sucede? —Yibo se giró para mirar a Yixuan—. ¿Qué ha pasado?

—Yibo. —La voz de Li era glacial y reprobadora; no le gustaba ser interrumpido.

—Señor, lo que sea que esté pasando, puedo explicarlo. Puedo...

—¿Puedes explicar la cocaína que ha sido robada del último envío? — WenHan alzó las cejas—. Bien, entonces, estoy muy interesado en escuchar lo que tienes que decirme.

El estómago de Yibo se contrajo en una bola diminuta, el terror haciéndose camino en cada célula de su cuerpo. —Yixuan —gimió—. ¿Qué estupidez has hecho?

—Yibo ¡Yibo! —dijo el jefe bruscamente, pero Yibo estaba demasiado asustado como para responderle, su mente intentando desesperadamente encontrar una mentira, algo que detuviese esto antes de que fuese demasiado tarde. De reojo vio el gesto de su jefe hacia Seungyeon, que avanzó, agarrando la muñeca de Yixuan con fuertes dedos.

—¡Espera! —gritó Yibo, sus ojos yendo de su amigo hacia el asesino profesional y hasta su jefe una y otra vez. La sangre le zumbaba en los oídos. No podía oír, no podía enfocar, no sabía si debería mirar o no, no sabía si suplicar o pelear.

Yixuan intentaba resistirse, apartando el brazo mientras Seungyeon tiraba de él lentamente hacia adelante. El asesino empujó el brazo de Yixuan contra la mesa, su afilada navaja abierta rápidamente con mano experta.

—Señor, espere, quizás es un error, quizás puede explicar...

La voz de Seungyeon sonó apagada en los oídos de Yibo, como si estuviese hablando desde el otro lado de un túnel, sus palabras llegando a Yibo desde una larga distancia. —Apoya la puta mano recta, Zhou, o te la cortaré entera.

La hoja susurró por el aire, el ruido metálico al chocar sobrepasado por el grito de Yixuan, alto y desesperado, no un sonido humano, más como un animal atrapado, el miedo aumentando con cada respiración. La sangre salió en un brillante arco, grandes y oscuras gotas deslizándose por el borde de la mesa hasta el suelo sucio.

Alguien estaba gimiendo, un fuerte e intenso grito. Yibo ni siquiera se había dado cuenta de que era su propia voz hasta que su jefe lo llamó, devolviéndolo a la realidad. Yibo giró la cabeza en lo que pareció cámara lenta, se había vuelto estúpido por el shock, sus ojos saliéndose de las órbitas.

Tonos Grises (ZhanYi- Yizhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora