CAPITULO DOS. ¿Quién se hará cargo?

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Xiao guió a Yibo por el vacío pasillo, señalándole una banca de madera atornillada al piso con pernos oxidados. Todo el artilugio inclinado peligrosamente, amenazando con cortar a cualquiera que se sentara ahí.

Yibo se sentó de cualquier manera, sus dedos pegados a la madera astillada. Él no quería imaginar la combinación de fluidos corporales que causaran la pegajosidad bajo su piel. Vio a Xiao alejarse, sorprendido de que no hubiera más pavoneo en su andar. El bastardo había obtenido lo que quería, ¿no era así?

Los labios de Yibo hormigueaban, la punta de los dedos de sus manos y pies entumecidos. No quería desmayarse; parte por orgullo, parte porque no confiaba en que Xiao lo recogiera del suelo. Intentó poner la cabeza entre las rodillas y tomar profundos respiros pero su costado grito demasiado para permitirle cualquier tipo de movimiento.

No es solo el corte lo que te esta mareando. Es el pensamiento de en cuantas piezas Li va a cortarte cuando se entere de lo que estás haciendo es lo que te esta enfermando...

El pie de Yibo rebotó contra el suelo, e él nunca había sido bueno para quedarse quieto. O para seguir ordenes. Antes muerto que quedarse sentado en la banca como un perro al que se le había ordenado quedarse. Se levantó sobre piernas tambaleantes, pies pesados como bloques de plomo, y cojeó por el pasillo para buscar a Xiao. Si él estaba vendiendo su alma a los Federales, entonces esperaba alguna ayuda de su parte. Aceptar una misión de sentencia de muerte debía de tener algunos beneficios.

Él siguió el sonido de voces cerca de la esquina hacia una pequeña oficina, donde Xiao y un tipo bajo con un mal peinado estaban en la mitad de una discusión. Yibo tuvo un fugaz pensamiento de desandar sus pasos y salir por la puerta del frente. Pero Xiao tendría solo que seguir la sangre -la versión de una película de vampiros de Hansel y Gretel.

-Hey, -Yibo llamó desde el pasillo, su voz inestable-. No estoy inventándolo. Necesito un doctor.

Xiao volvió la cabeza, pasando sus ojos de arriba abajo a Yibo. -Estamos trabajando en eso, -dijo, sus modales ligeramente aburridos, como si Yibo se estuviera quejando de una astilla.

Yibo se inclinó contra la pared, y luego se deslizo hacia abajo sobre su trasero, dejando una brillante raya roja en su camino. Maldición, todo el maldito lugar necesitaba una pintada de cualquier forma. El frio linóleum mordió a través de sus jeans, revolucionando sus temblores a alta velocidad. Xiao y el tipo bajo estaban dándose el infierno el uno al otro, sus palabras flotando hacia Yibo mientras el volumen aumentaba.

-Necesita puntos, -Xiao dijo, mordiendo cada palabra.

-No me digas ¡Intenté decirte eso hace media hora. Llévalo a la sala de emergencias.

-¿Por qué no puede uno de tus oficiales llevarlo y luego traerlo de regreso aquí?

-Porque, Agente Especial Xiao, ustedes los Federales han tomado este caso. Él no es más mi maldito problema. Estás ansioso por el Sr. Wang, hazte cargo de él.

-Cuando ustedes dos terminen de pelearse por mí, estaré justo aquí, desangrándome hasta morir, -Yibo intervino.

Él escuchó el agudo chasquido de pisadas. Vio la cara molesta de Xiao mientras este cerraba la puerta con un empujón. Yibo descansó la cabeza contra la pared y dejó que sus parpados se cerraran.

-Hey. ¡Hey! -Una ruda mano empujó su hombro, trayéndolo de regreso a la consciencia.

Él abrió los ojos. -¿Qué? -preguntó a través de una garganta llena de vidrio.

-No te desmayes, -Xiao le indicó, tomando un teléfono móvil de su bolsillo.

-No estaba desmayándome, estaba descansando, -Yibo corrigió, no enteramente seguro de que fuera la verdad.

Tonos Grises (ZhanYi- Yizhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora