Finalmente había conseguido encontrar una manera de salir de la cueva y estaba muy emocionado por eso; así como de que había podido realizar magia. El problema es que mis energías definitivamente se habían visto mermadas con todo lo que he vivido en la cueva y todavía más con la práctica de la magia, por lo que el cansancio estaba empezando a afectar a mi estado de ánimo dándome un sentimiento agridulce ante mi logro. Lo peor era lo intimidante que resultaba mi vía de escape con tan solo subir la mirada. Yo era muy pequeño y la imponente vista de la subida me hacía dudar si acaso podría lograr escalarla.
La magia era maravillosa y todavía lo era más la sensación que daba el propio maná desde el exterior, así como el sentirlo circular en mi propio cuerpo; sin lugar a duda también estaba invadido por la emoción y por la curiosidad, pero el impulso inicial de energía que estas me habían dado se estaba comenzando a acabar. Yo vivía acomodado en mi departamento o en la oficina y no había tenido mayores complicaciones en mi vida, por lo que era mayormente ajeno a este cansancio e incertidumbre que estaba empezando a sentir. Un cansancio no solo físico, sino que también en espíritu pues yo nunca había estado en una caverna antes y mucho menos había vivido el tener que recorrerla por horas o incluso días y hasta tener que pelear o huir en ella. No sentía frío en realidad, pero la soledad, el cansancio acumulado, la intimidante pared y el ambiente oscuro y húmedo hacía que otro tipo distinto de frío me empezará a congelar el alma.
Ya recostado como pude con mi nuevo cuerpo empecé a pensar en la pelea que me tocó vivir o incluso en la batalla que observé, fueron definitivamente emocionantes pero esa misma emoción me había cegado de lo aterradoras que también habían sido. Realmente interiorizar que en cualquier segundo de esos eventos pude llegar a perder la vida me resultaba paralizador. Quería vivir, definitivamente quería vivir, me encantaba hacerlo y eso hacía que desde siempre me hubiese maravillado experimentar cosas nuevas y disfrutar de los momentos por los que pasaba, tratando de hacer que el miedo o las inseguridades no me detuvieran de vivir y gozar todas las etapas por las que tenemos que pasar. Pero eso se volvía más complicado ahora ante una nueva vida en la que en verdad peligraba con cada acción, ya no trataba de si entregabas tarde un reporte o de si olvidabas comprar cierto objeto en el supermercado, se trataba de si en cualquier momento te lesionabas lo suficiente como para que ahí se acabase todo.
Incluso al salir de la cueva no sabía lo que haría, el hambre me estaba empezando a acosar, pero no tenía ninguna noción de dónde empezar para conseguir comida, incluso creía no haber asimilado lo que realmente significaba conseguir comida. La frustración y el enojo me invadían y en realidad estaba empezando a sentir odio por lo que sea que me hubiese alejado de mi anterior vida. Ya sumido en todos estos pensamientos que me empezaban a hundir cada vez más, de la nada una hoja no muy grande se detuvo justo en mi nariz sobre el hocico. En el momento me dio un pequeño susto de sorpresa haciendo que me reincorporara rápidamente y liberando a la pequeña hoja para que continuara su camino hacia el frío suelo de la cueva. Al caer pude observarla bien, sacándome completamente de mis pensamientos; era una maravillosa hoja aplanada y ancha de varias puntas y de un rojo intenso que la hacía lucir simplemente hermosa. Aquella pequeña invitada había caído desde lo alto de la pared, desde el exterior.
Su interrupción me hizo darme cuenta de que estaba cometiendo una estupidez, estaba haciendo justamente aquello que evite toda mi vida y era dejar que el miedo me detuviera de vivir. Realmente había todo un mundo allá fuera que todavía me hacía falta por conocer. Tenía que salir de aquella cueva y aquel era el mejor momento para hacerlo. Asi pues me volví a concentrar en aquella escalada que debía realizar, agarre un poco de perspectiva al alejarme y observe bien la pared y las pequeñas salientes que se distribuían sobre su superficie, estaba ideando una ruta. Crear las plataformas de hielo era un proceso lento y agotador y tenía que limitarlo cuanto pudiese por lo que empecé a pensar en qué rocas podría detenerme y en qué puntos crear hielo con mi maná para finalmente alcanzar la salida. Ya una vez preparado me posicioné en el inicio de mi ruta y me concentré para dejar fluir maná nuevamente hacia mis piernas y sentir la fuerza que esto me producía. Por lo que, sin pensarlo más, realice ese primer salto hacia la plataforma que había hecho originalmente.
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Karion: Reencarnación en lobo
FantasiaTras reencarnar en un lobo en lo profundo de una cueva, Elder Albertsen aprenderá a sobrevivir en un mundo de fantasía épica donde se enfrentará a increíbles aventuras, una intervención en su futuro que dejará una marca en su destino guiada por el a...