PRÓLOGO

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Jungkook POV;

Él Iba vestido de pingüino. De animal, no, vale, que no me he explicado bien.

No iba disfrazado, por suerte para mí. No me habría fijado en él si llega a
tener pico en la cara y aletas en vez de manos. Llevaba un frac, con su
chaqueta corta por delante y larga por detrás, de esas que usan los
concertistas de piano; chaleco ajustado de color blanco, guantes del mismo
color y chistera negra. Sí, llevaba también ese sombrero elegantemente sujeto
en una mano, con cuidado, mientras que con la otra manejaba un vaso de algo
parecido al whisky. Dos cubitos de hielo y tres dedos de un alcohol tan
dorado que parecía oro.

Llamativo.

Él, no la bebida.

Y unos pantalones negros que le quedaban de miedo ajustados sobre sus
caderas.

Más llamativo todavía.

Supuse que se estaba tomando la última copa después de haber ejercido
de padrino en alguna boda de alta alcurnia. En ese evento no le habrían dado
de comer sino pequeños platos servidos en cucharas de diseño con mangos
retorcidos; bocados de esos que se engullen de una vez por pequeños. Y de
beber sólo les habrían ofrecido alcohol aguado, para que ninguno de los
invitados se emborrachara y diera la nota en presencia de los novios.

O de los padrinos, que eran los que pagaban en esos casos la boda.
Algo parecido a lo que pasaba en los cruceros, que no te daban alcohol de
verdad para que la cosa no se te fuera de las manos y no te cayeras por la borda. O, peor, que no te diera por hacer un motín con otros cruceristas al
grito de «¡Al abordaje!».

Yo de bodas de la clase alta no entendía mucho, pero había oído hablar de
ellas. Y muy bien no, por cierto. Mucho postureo, pero a la hora de la
verdad…

Tampoco había tenido la fortuna de disfrutar de ningún crucero.

«¡Mierda! Te estás perdiendo todo lo bueno de la vida.»

Pues eso, que era atractivo.

Castaño tirando a rubio, ojos oscuros sin determinar el color por culpa de
las escasas luces del bar donde me estaba tomando una copa… Vale,
especifico: donde me estaba emborrachando. No tenía ganas de marcharme a
casa solo después de ser el único del grupo que no había conseguido pillar
cacho aquella noche en la reglamentaria juerga de chicos. Habíamos
empezado cinco —los cinco de siempre—, pero de eso hacía ya más de
cuatro horas. Cada uno había ido colgando el hábito de santo y poniéndose
la ropa de putón verbenero a medida que se iba acabando el alcohol servido
en los vasos.

Vale, tampoco habíamos empezado siendo unos santos.

Todos menos Namjon. Él siempre se comportaba.

Nuestro amigo casado había partido hacia su casa después de la cena,
sabiendo la que se le podía venir encima si se quedaba a acompañarnos el
resto de la noche. Al menos, si hubiera estado conmigo, no me habría sentido
tan estúpido cuando el último de mis amigos había dejado que aquel tipejo le
metiera la mano debajo del pantalón y había descubierto que le gustaba lo que
había encontrado.

Pintaba mal para mí. Me quedaba inminentemente solo.

—¿Quieres que te dejemos en casa? —me preguntó Joseok, de forma muy
humillante, antes de darle otro beso de tornillo la desconocida con la que
pensaba divertirse mucho esa noche.

Demasiada saliva.

Sí, un envidioso de libro, lo sé, pero mientras no lo dijera en voz alta…

Un, Dos, Tres...¡BÉSAME! [YONKOOK / KOOKGI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora