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Jungkook POV:

¿Cómo había llegado hasta allí?

Vale, porque lo había llamado farsante un par de veces. Porque había
tratado de boicotearle el espectáculo desde que los tequilas y la sangría había
hecho su efecto, creo que incluso antes. Porque no me gustaba que un hombre
me dijera que no pensaba enamorarse de mí cuando yo ni siquiera había
decidido si merecía la pena enamorarme de él.

Porque me había jodido una barbaridad que fuera tan confiado, chulo y
engreído.

Porque tenía ganas de vengarme.

Así que había subido al escenario, me había puesto a su nivel en chulería*
y él me había mirado como si estuviera acostumbrado a tratar con hombres
como yo todos los días.

Con superioridad.

Así que pensé que, para chulo* él..., chulo* yo.

—Voy a hipnotizarte, Jungkook, y harás lo que yo quiera que hagas...

Mis amigos vitorearon el anuncio del mago y yo me cagué en todos sus
muertos. En los de ellos y en los de él, claro, que al maldito de YoonGi no lo
iba a dejar fuera de mis insultos así como así. Pero lo hice en silencio, como
se hacían las cosas en mi pueblo, planeando cómo lograr que mi venganza
fuera sonada y lo dejara con la vergüenza reflejada en la cara.

—No, vamos a hacerlo mejor —le dije, corrigiendo su afirmación—. Lo
de hacer lo que tú quieres seguro que la gente lo tiene muy visto y resulta
aburrido. Vamos a hacer algo que no quiera yo... bajo ningún concepto. Algo muy difícil. Algo que es imposible que ocurra si no estoy hipnotizado. Así lo
hacemos más emocionante, ¿no?

El mago se pasó la lengua por los dientes, sin abrir la boca, y después por
el labio inferior, pensando que sería divertido o que no le apetecía nada
seguirme a mí el juego. ¡Cualquiera sabía lo que pasaba por esa cabeza! Pero,
desde luego, en su rostro no se dibujaba ningún gesto de preocupación.

Estaba acostumbrado a aparentar serenidad cuando la situación lo requería y
conmigo no iba a ser menos. Aunque estuviera temblando por dentro,
cagándose también en mis muertos.
Tenía tablas. Por suerte, yo había practicado kárate de pequeño y sabía
que sólo había que golpear en el punto justo para romperlas.

—¿Y qué puede ser tan desagradable como para que no lo desees de
ninguna de las maneras?

«Me vienen un par de cosas a la cabeza...»

No sé cómo fue, pero de pronto vi que alguien había dejado una silla de
madera detrás de mí. Negra, de esas que se ven en los espectáculos de
strippers o en las cafeterías donde sirven churros, si hacía un poco de
memoria. ¿Por qué me ponía a pensar en esas cosas?

«¿En los churros? Vete a saber. Tal vez te estás acordando del tamaño de
su polla, que parecía una porra...»

YoonGi me estaba tocando la espalda y no me había dado ni cuenta de
ese detalle. Hablaba con un tono de voz neutro, tranquila y pausadamente,
mientras me guiaba hasta la silla, unos pasos más atrás, poniendo la otra
mano en mi clavícula. Le seguía hablando al público más que hablarme a mí.

Yo era un mero medio para hacer de su espectáculo de aquella noche algo un
poco más interesante que de costumbre, y pensar que podía estar ayudándolo
me ponía de peor humor.

Si hubiera sido posible, claro, pues entre la borrachera, las burlas de mis
amigos y ver cómo aquel fantoche iba acertando una a una todas las palabras
y todos los números que pensaban las otras chicas, me había dejado el cuerpo
un poco descompuesto.

«Adivina éste: dos mil cuatrocientos cincuenta y uno...»

—Estás pensando en un número difícil para mí, ¿verdad, Jungkook? —me preguntó, sorprendiéndome y sacándome de mis pensamientos como quien
despierta de un sueño a una persona que estaba disfrutando plácidamente de
su mejor siesta.

¿Cómo lo había sabido? ¿Había puesto cara de concentración, como la
que pone un alumno en clase de matemáticas? Seguro que tenía algo que ver
con el lado hacia el que se movían los ojos al pensar. Había visto un reportaje
una vez que decía que era fácil saber si alguien estaba tratando de recordar
algo o si se estaba inventando lo que decía dependiendo de adónde mirara, ya
que, si no tenías entrenamiento específico, los ojos siempre iban al mismo
sitio en un caso o en el otro.

Y yo no tenía entrenamiento.

Y tampoco recordaba si cuando se mentía se miraba a la izquierda o a la
derecha. Seguramente tampoco sería capaz de recordarlo aunque no estuviera
borracho. A lo mejor, los ojos se quedaban clavados en una dirección si se
estaba haciendo un cálculo matemático, y yo ese reportaje me lo había
saltado. Tenía que poner más a menudo los documentales de La 2.

Negué con la cabeza con demasiada energía, y más de diez espectadoras
se echaron a reír, comprendiendo que me había cazado.

«¡Mierda!»

—Y déjame que vea... Es que con tanto alcohol te cuesta concentrarte y
se desdibujan los números...

«¡Será hijo de puta!» ¿Me estaba llamando borracho? Vale, era cierto que
en las dos ocasiones en las que nos habíamos cruzado no iba lo que se decía
sobrio precisamente, y la única vez que me había visto sin el efecto del
líquido elemento en sangre me había limpiado la cara con su conejo..., ¡pero
era pretencioso hasta decir basta!

—Hay un uno..., creo, aunque podría ser un siete, porque el trazo no lo
haces demasiado regular en tu cabeza, que digamos.

«Vale, llámame disléxica además de borracho. Una disléxica con mala
caligrafía hasta en su cabeza.»

—Sí, es muy fácil echarle la culpa de tus pocas capacidades a una hombre
intimidado sobre tu escenario —me defendí mientras el público seguía riendo—. Y, de diez posibles números..., decir dos al azar. Y si no es ninguno de los dos..., también podrás decir que es culpa mía porque he bebido
demasiados tequilas.

«¡Zas, en toda la boca!»

—¡Ya te dije que el tequila algún día mataría unas cuantas neuronas en tu
cerebro! —me gritó Taehyung desde su asiento, poniendo las manos alrededor
de la boca para que su voz llegara como transmitida por un altavoz hasta el
escenario.

Lo habría matado en ese mismo instante..., pero no me habían traído la
cuchilla.

YoonGi respiró entrecortadamente, como si se estuviera divirtiendo y
tratara de ahogar una risa descontrolada que lo dejaría en mal lugar. Pero eso
era imposible. Ya se había retratado, y todo el teatro le había reído la gracia.
Intentó acercarme otra vez a la silla, pero me resistí como pude. No me
apetecía sentarme y tener que alzar la vista para mirarlo, permitiendo así que
se sintiera mucho más superior a mí.

—Vale. Está claro que va a costar que te centres en un número, en una
palabra o en un sentimiento, Jungkook—me dijo, echándome nuevamente la
culpa de que el número saliera mal. Lo fulminé con la mirada y sonrió otravez divertido—. ¡Ah, no! Veo que sí que eres capaz de sentir. Odio, muchoodio, en este momento. No entiendo por qué, Jungkook, si todos aquí somos tus
amigos y te estamos tratando genial.

¿Escupirle al mago sobre el escenario quedaría tan mal en la realidad
como me imaginaba en mi cabeza obnubilada* por el alcohol? Porque meestaba apeteciendo mucho hacerlo... ¿Y por qué demonios usaba mil veces
mi nombre? «Jungkook esto, Jungkook lo otro...» Y lo pronunciaba con una
cadencia que me ponía los pelos de punta. Por un lado, porque se acordaba de
mi nombre, y por otro... porque me gustaba mucho cómo sonaba en sus
labios.

Joder, tendría que centrarme más si no quería salir muy malparado ese
día. Aquel tipo no podía fastidiarme dos noches seguidas.

—Mira, lo has acertado. Siento mucho odio.

El público volvió a reírse, pero a mí no se me pasaron las ganas de
asesinar a alguien. A Mopita, por ejemplo, que de pronto estaba por allí dando saltitos, como buena coneja.

Cagándose por todas partes. También, como buena coneja.

—Lo haremos a tu manera, entonces, Jungkook.

«¿Quieres dejar de usar mi nombre de esa forma... tan sensual?»

Pero, en vez de quejarme, asentí, pensando a toda velocidad si era
conveniente o no pedirle lo que se me había pasado por la cabeza. ¿Y si en
verdad era capaz de hipnotizarme? ¿Y si sus poderes existían y me veía, de
pronto, pagando las consecuencias de mis rabietas? Pero el alcohol mandaba
más, y ganó mi sed de venganza. La magia no existía, YoonGi era un farsante
y no iba a pasar nada.

«Por favor, que de verdad sea un farsante...»

—¿Y lo que quieres que haga es...?

—Hipnotizarme —respondí muy resuelto.

—Vale, a ese punto ya habíamos llegado antes —comentó él, como si
necesitara recordarme en qué lugar de la conversación nos habíamos
quedado. No tuvo que volver a dejarle claro al público que estaba borracho, porque alguien desde un par de mesas más atrás lo hizo por él. A voz en grito. Otro al que mataría en cuanto consiguiera la maldita cuchilla. —Pero ¿qué esperas que logre cuando estés hipnotizado?

Se mordió el labio.

Yo hice lo mismo.

«Te vas a cagar...»

—Quiero que hagas que me enamore... de ti.

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Chulería: Gracia, donaire, chiste.
                    Despachares, descaro.

Chulo/a: Gracioso, picaresco.
                  -Bonito, lindo.
                  -Pícaro (Simon. V.
                  Granuja)
                 - Descarado, atrevido.
                  -M. Ayudante en la plaza
                  De toros.
                 - Armen. Gallinazo o aura.
                 - Individuo del pueblo bajo
                  De Madrid.
                 - Rufián.

Obnubilada:

Un, Dos, Tres...¡BÉSAME! [YONKOOK / KOOKGI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora