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Jungkook POV:

Abrí los ojos y a la cabeza me vino una canción de Chunga.

Nuevamente Chunga.

«Y lo besé otra vez, pero ya no era ayer…, sino mañana. Y un insolente
sol como un ladrón entró por la ventana.»

Incluso me hizo daño la luz de la mañana contra los párpados al cerrarlos,
porque el pequeño balcón que ahora recordaba justo a su espalda se había
quedado abierto de par en par. Ni persianas, ni contraventanas, ni puertas…

No habíamos corrido ni las cortinas.

¿Por qué recordaba, precisamente, esa baranda de forja?

Un flash: unas manos aferradas a el. Las mías. Y, de pronto, las de un
hombre a ambos lados, sujetando con determinación el hierro para arremeter
por detrás. Con fuerza. Con descaro. Con obscena necesidad.

Sí, demasiadas cervezas… Y mojitos, y cava, y lo que hubiera acabado
bebiendo aquella noche. No sabía dónde estaba, pero sí con quién. Al
menos…, recordaba su nombre.

«Mierda, no, no lo recuerdo.»

El pingüino. ¿Seguro?

Parpadeé unas cuantas veces y conseguí mantener los ojos abiertos un par
de segundos, los justos para recorrer sus facciones relajadas por el sueño.

Cabello revuelto, un pequeño sonrojo en sus mejillas levemente abultadas una aplastada en la almohada y la otra libre, que contrarrestaban su perfecta piel de porcerla. Pálida. y líneas rectas en los pómulos y en la barbilla.

Sí, era muy atractivo. Elegantemente atractivo.

Y, sí, era el pingüino.

Tenía la mitad del cuerpo desnudo; tapaba una cadera y la zona donde
empezaba a verse el vello púbico con la sábana blanca. Muy bien formado,
desde luego. Ejercicios de abdominales todos los días, pero no con tanto
tiempo libre como para invertir en hacer de su masa muscular un objeto de
culto. Podría haber recorrido los surcos de su abdomen con la yema del dedo,
pensando en jugar al tres en raya. A las damas. A hundir la flota…

Pero con lo que me apetecía jugar de nuevo era con otra parte de su
anatomía. Esa que se escondía bajo la sábana blanca.

Muchas veces.

De eso sí que me acordaba.

«Vale, no de todo. Pero de la parte importante…, sí.»

Habíamos follado, mucho y bien. Muy bien. Estaba casi seguro de que
muy bien. Y de que mucho… también.

Vale. No me acordaba de nada.

«Mierda.»

Levanté un poco la cabeza de la almohada y descubrí que yo también
estaba desnudo. Me dolía la entrepierna y el trasero además de la cabeza y tenía una
mancha pegajosa y sospechosa en el abdomen, justo alrededor del ombligo.

También los pelos los tenía pegajosos en el lado izquierdo, por lo que había
reunido suficientes pistas para saber cómo había terminado la noche. O,
mejor dicho, cómo había empezado la mañana.

¿Qué hora sería?

Esperaba no haber quitado la alarma del teléfono móvil porque empezaba
a trabajar a las doce, pues había conseguido dos horas libres esa mañana
porque mi jefa, «la Tirana», no había encontrado una buena excusa para
comenzar a pagarme las que me debía. Y me debía demasiadas como para
que no pudiera juntarlas todas y me dispusiera a ir de vacaciones un par de
meses.

Un, Dos, Tres...¡BÉSAME! [YONKOOK / KOOKGI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora