24. Devolviendo favores

2.5K 239 20
                                    

Lanzo el primer golpe a su mandíbula

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lanzo el primer golpe a su mandíbula.

Flexiona sus rodillas y golpea mi abdomen dejando el primer golpe que lance al aire. Estoy furioso, quiero terminar con él de una vez. Doy un paso hacia atrás y le devuelvo el golpe en el rostro con tanta fuerza que está por caer al suelo, sacude su cabeza y su posición se pone a la defensiva.

Esta vez utiliza una de sus piernas y golpea mi espalda con tal fuerza que me arrodilló frente a él—quiere humillarme—desea que mi pareja piense que no puedo protegerla.

Eso hace que la sangre me hierva aún más. Los sentidos van estallarme, aprieto los puños con tanta fuerza que las uñas van a incarse en las palmas de mi manos. Le devuelvo el golpe en el abdomen da un paso atrás así que tomo ventaja apoyándome sobre mi rodilla izquierda, mientras que con la punta del  del pie derecho me impulso hacia adelante golpeando su rostro.

Termino de ponerme de pie y lo golpeó tres veces más en el rostro.

Esta decidido a no ser suave conmigo en cuanto sus ojos se tornan rojos. Por un momento me siento como aquella cría a la que obligó a establecer la conexión, pero en cuanto intenta agarrar el cuello de mi camiseta para alzarme golpeó su pecho con la palma de la mano extendida incandole los dedos en el pecho.

Esto ya no es algo personal.

Puedo sentir como mi lobo rasguña los límites de mi cordura y como sus sentimientos cambian de tranquilidad a irá y decepción.

En cuanto mis dedos se incan más profundo en su carne suelta un gruñido tan potente que los oídos van a estallarme. Y no es solo que este furioso su conexión se está debilitando, estoy ejerciendo mi dominio.

Podría sonreír pero ese sentimiento de un hilo romperse el remplazado por el crujido de los huesos de su rostro acomodándose para atacarme. Alejo mi mano de su pecho y en cuanto el olor a sangre me invade la nariz algo primitivo exije que termine con él de una vez.

Su espalda cruje alargándose pero no le permito terminar porque esta vez mi mano va directamente a su mano. Quiero olfatear su terror, pero no hay nada.

Solo se limita a dejar de transformarse y sonríe como desquiciado.

—¿Porque no me matas? ¿Porque no acabas con esto de una vez?

Quiere provocarme.

Y en parte lo hace, porque la bestia dentro de mi escarba con fuerza buscando salir bajo cualquier circunstancia. Pero si se lo permito solo demostraría lo poco capaz que soy de controlarme a mi mismo. El me lo dijo una vez: «Si no sabes controlar lo que hay dentro de tí, ¿Cómo esperas controlar lo que te rodea?»

—Porque no soportaría ver a mi madre morir de soledad—digo apretando su cabeza—y porque si te mato, voy a hacerlo frente a todos. Tal y como tú me hiciste un favor papá, yo voy a agradecerte con todo un espectáculo—mi voz es filosa.

Tanto así que no suelto a mi padre hasta que deja su postura de defensa y sus ojos vuelven a la normalidad de una manera tan lenta que mi paciencia se está colmando. Pero en cuanto deja de mirarme de manera desafiante suelto su cabeza y me mantengo alerta a cualquier golpe inesperado.

—Por primera vez haces que me sienta orgulloso—suelta quitándose la camisa rasgada.

Como si me importará. Lo miro con indiferencia tal que su gesto se torna serio. Sabe que se que no lo dice encerio.

—No sabes cuando desee escucharte soltar esas mierdas papá—me doy la vuelta y empiezo a caminar hacia mi madre—no sabes cuánto.

Mi madre toma mi rostro y me examina rápidamente. Esta preocupada, molesta y triste. Probablemente si Deth fuera el mayor el consejo, mi padre y todo lo que ahora es un desastre es sereno, pero también entre todas esas emociones hay una que florece poco a poco está orgullosa. No me interesa que mi padre finja estarlo, pero que mi madre lo sienta.

Eso es un logro.

No sé en qué momento. O cuando pasa. Pero me mantengo tanto tiempo bajo la mirada de mi madre que no noto como mi pareja impacta su puño en el rostro de Sebastián.

•••

Juega con los dedos de sus manos y sin mirarme.

—No voy a regañarte—le digo mientras me quito la camiseta.

Sus mejillas se ponen rojas y se cubre el rostro con ambas manos ignorandome por completo. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, ya me a visto sin camiseta, pero que se cubra el rostro como si nunca hubiera visto a alguien desnudo.

Me hace feliz.

—Si no vas a regañarme, ¿Entonces porque me miras así?

Tomo una camiseta entre mis manos me siento a la orilla de la cama junto a ella.

—¿Así como?

Levanta su rostro y me mira directo al rostro como siempre lo a hecho, la diferencia es que sus mejillas están rojas. Y quiero besarlas, quiero pasar mis labios por sus mejillas por tanto tiempo que después me duela tener que alejarme.

—Como si fueras a hacerme algo.

Bueno. Aún no estoy entre sus piernas y ya presiente mis intenciones.

—Me siento feliz—respondo—no creí que tuvieras una izquierda tan fuerte.

—No es gracioso—desvia su mirada. Y siento ternura, porque por primera vez puedo verla convertida en alguien de su edad. Verla convertida en alguien sin preocupaciones—pude causar problemas.

—No lo has hecho. Si no lo golpeaba tú, iba a hacerlo yo.

—Sus emociones eran horribles. Te detesta, deseaba que tú padre acabará contigo. Tuve miedo cuando por un momento estuve segura de que iba a intervenir en la pelea—murmuro.

Por un momento me siento confundido, está preocupada pero no me muestra confianza. No sé si no tiene confianza de mis capacidades para protegerla o si le preocupa algo más.

—¿Porque tienes miedo?

Desvió la mirada por un momento tratando de aclarar mis pensamientos. No sirve mentirle y no me creo en la posibilidad de hacerlo.

—Tengo miedo de no llegar hacer capas de conseguir tu confianza.


•••

Sin corregir.

Susurrale al AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora