Capitulo 01

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𝗟𝗮 𝗙𝗶𝗲𝘀𝘁𝗮


«Algo está mal»

El pensamiento llegó a la cabeza de Kanao al momento de pasar por la puerta de su departamento y verlo sumido en tinieblas. Estiró la mano hacia el interruptor para encender la luz, mientras con la otra arrojaba su bolso hacía el sofá.

La luz se encendió de golpe cegandola momentáneamente. Kanao parpadeo un par de veces.

Cuando todo se había aclarado, todo lo que vio fueron espacios.

Espacios en los que esa misma mañana habían habido cosas.

Cosas como el sofá.

Su bolso cayó al suelo y todo se vino afuera. Tampones, lápices, monedas y maquillaje. Una barra de desodorante rodó hacía una esquina. La esquina vacía dónde se suponía debían estar su televisión y su gabinete.

Kanao barrio con la mirada el resto de la estancia. La mesa y la silla de segunda mano permanecían al igual que su estante desbordado de libros.

— ¿Mukago?

No hubo respuesta.

— ¿Que demonios..? — Kanao no era estúpida. Sabía lo que había pasado. Frente a ella, la puerta de la habitación de su compañera yacía abierta de par en par. Nada más que polvo y oscuridad allí.

Ya no tenía sentido negarlo.

Mukago la había dejado sin nada.

Sus hombros se hundieron con el peso de dos meses de renta atrasada. Alimentos y servicios públicos, llegaron aplastantes a su ser. Sentía que su garganta se cerraba. Apenas podía respirar.

«Así que esto se siente que un amigo te joda ¿eh?»

— Kanao, ¿Me prestas tu abrigo de terciopelo? Te prometo que te lo voy a... — Aoi. La vecina de al lado, entro y al igual que ella se detuvo en seco.

— ¿Dónde está tu sofá?

Kanao respiro hondo para calmarse. No funcionó.

— Supongo que Mukago lo tomo.

— ¿Mukago se fue?

La boca de Kanao se abrió para responder, sin embargo, no sabía que decir.

— ¿Se fue y no sabías que se iba? — Aoi ladeó la cabeza haciendo su cabellera balancearse de un lado a otro.

Aunque la Pregunta de Aoi era válida. Kanao sabía que la respuesta no importaba.

El alquiler importaba.

Tener que comer importaba.

Saber el porqué su amiga la había apuñalado por la espalda, no tanto.

Sus ojos ardían. La traición dolía como una perra. Mukago y ella habían sido amigas durante años. Simplemente no entendía el porqué...

No. Ella sabía el porqué.

— No. — Su voz sonaba extraña. Tragó saliva aclarando su garganta. — No sabía que se iba.

— Raro. Ustedes dos parecían llevarse bien.

— Si.

— ¿Porque se iría de esa manera? — Aoi murmuró más para si misma que para Kanao.

— Me debía dinero. — Contestó Kanao mientras se arrodillaba en el suelo para recoger el contenido de su bolso.

Aoi se quedo sin aliento.

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