El niño que vivió

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En el numero 4 de Privet Drive Harry ya estaba levantado y cocinando el tocino como le había mandado su tía, mientras su primo Dudley se quejaba por la cantidad de regalos que le habían dado por su cumpleaños, cuando todo se calmó sonó el teléfono y tía petunia se levantó a atenderlo.

- Malas noticias, Vernon – dijo -. La señora Figg se ha fracturado una pierna. No puede cuidarlo. – Giro la cabeza en dirección a Harry

Dudley se horrorizo y Harry se emociono ante la noticia, en todos los cumpleaños de Dudley los Dursley salían a un parque de atracciones o al cine con Dudley y un amigo, pero el tenía que soportar a la señora Figg cuidándolo y mostrándole fotos de sus gatos.

Inicio una discusión sobre que hacer con el que concluyo con la llegada de Piers Polkiss, quedaron en que lo tendrían que llevar con ellos al zoológico.

Harry no lo podía creer, estaba tan agradecido de poder estar en el zoológico por primera vez en su vida.

Al bajar, Tío Vernon lo llevo a un lado.

- Te lo advierto – dijo, acercando su rostro grande y rojo al de Harry -. Te estoy avisando ahora, chico: cualquier cosa rara, lo que sea, y te quedas en la alacena hasta Navidad.

- No voy a hacer nada -dijo Harry-. De verdad...

Pero tío Vernon no lo creía. Nadie lo hacía.

El problema era que siempre pasaban cosas extrañas cerca de Harry y no conseguía nada con decir a los Dursley que él no los causaba.

En una ocasión, tía petunia, cansada de que Harry volviera de la peluquería como si no hubiera ido, cogió unas tijeras y le cortó el pelo casi al rape, exceptuando el flequillo, el que le dejo << para ocultar la horrible cicatriz>> Dudley se rió como un tonto de Harry, quien no durmió pensando en las burlas que le harían al entrar a clases. Sin embargo, al día siguiente su pelo estaba exactamente igual que antes de que su tía lo cortara, cuando su tío lo vio, lo encerró en la alacena por una semana, aunque intento explicar que él no lo había hecho.

Otra vez, tía petunia lo había intentado meter a la fuerza en un horrible jersey, pero cuanto mas lo intentaba el jersey más se encogía, hasta que termino siendo demasiado pequeño para cualquier persona. Tía petunia creyó que se había encogido en la lavadora, así que esa vez Harry no salió castigado.

Cosas así siempre le sucedían, pero hoy no, hoy todo sería normal.

Era un sábado perfecto y el zoológico estaba repleto de gente, Los Dursley compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la entrada, y luego, como la sonriente señora del puesto preguntó a Harry qué quería antes de que pudieran alejarse, le compraron un polo de limón, que era más barato. Aquello tampoco estaba mal, pensó Harry, chupándolo mientras observaban a un gorila que se rascaba la cabeza y se parecía notablemente a Dudley, salvo que no era rubio.

Esa era la mejor mañana que había tenido en mucho tiempo.

Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro y hacía frío, y había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y los troncos. Dudley y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas pitones que estrujaban a los hombres. Dudley encontró rápidamente la serpiente más grande. Podía haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener ganas. En realidad, estaba profundamente dormida.

Dudley estaba frente al vidrio pidiéndole a su padre que golpeara este para que la serpiente hiciera algún movimiento, al ver que no se movía se fue de ahí maldiciendo a la serpiente.

¡Harry Potter es Hufflepuff!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora