Encuentro nocturno con Filch

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Harry creía que Draco estaba mejorando en eso de la amistad, pero el solo respetaba a Harry, también soportaba a Justin por que era amigo de Harry, pero además de eso se dedicaba a burlarse de todos los que consideraba inferiores.

- No lo comprendo. -Se quejo Harry con Justin mientras iban camino a la clase de vuelo que compartían con Slytherin. – Tu vienes de una familia muggle, pero bromea contigo y no te discrimina, entonces ¿Por qué es así con todos los demás? Su familia debe ser horrible. 

- Lo sé. -Concordó Justin. – Creo... que solo debes apoyarlo e intentar cambiarlo de a poco, muy de a poco. 

- Si, tienes razón. -Harry se quedo pensativo un minuto y luego retomó la charla. -yo estoy emocionado por aprender a volar en escoba, quizá le pida unos consejos a Draco, siempre habla de lo bueno que es jugando al quidditch.

- Yo me muero de miedo. - En el rostro de Justin se podía ver el terror que le causaba tan solo pensar en volar. – Pero bueno, es raro verte sin Zakat ¿Por qué no está aquí? 

- Le aterran las alturas .

Después de caminar por los terrenos del castillo llegaron al lugar donde practicarían volar en escoba, era un llano con pasto muy verde con algunas flores pequeñas, quizá para amortiguar alguna caída imprevista, no había arboles alrededor. Los Slytherins ya estaban allí, y también las veinte escobas, cuidadosamente alineadas en el suelo.

Entonces llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón.

—Bueno ¿Qué estáis esperando? —bramó—. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido. 

Harry ni siquiera pudo saludar a Draco, miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños.

—Extiendan la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora Hooch— y digan «arriba».

—¡ARRIBA! —gritaron todos.

La escoba de Harry saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los pocos que lo consiguió. La de Justin rodo por el suelo. «A lo mejor las escobas saben, como los caballos, cuándo tienes miedo», pensó Harry.

Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla. Harry vio como Draco se ponía rojo cuando la profesora le dijo que lo había estado haciendo mal durante todos esos años.

—Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dais una fuerte patada —dijo la señora Hooch—. Mantened las escobas firmes, elevaos un metro o dos y luego bajad inclinándoos suavemente. Preparados... tres... dos... 

Pero antes de eso Hanna Abbott despego del suelo, estaba tan nerviosa que partió antes de que sonara el silbato.

—¡Vuelve, muchacha! —gritó, pero Hanna subía en línea recta, como el corcho de una botella... Cuatro metros... seis metros... Harry le vio la cara pálida y asustada, mirando hacia el terreno que se alejaba, la vio jadear; deslizarse hacia un lado de la escoba y...

BUM... Un ruido horrible y Hanna quedó tirada en la hierba. Su escoba seguía subiendo, cada vez más alto, hasta que comenzó a torcer hacia el bosque prohibido y desapareció de la vista.

La señora Hooch se inclinó sobre Hanna, con el rostro tan blanco como el de la chica.

—La muñeca fracturada —la oyó murmurar Harry—. Vamos, muchacha... Está bien... A levantarse. 

Se volvió hacia el resto de la clase.

—No debéis moveros mientras llevo a esta chica a la enfermería. Dejen las escobas donde están o estarán fuera de Hogwarts más rápido de lo que tardaran en decir quidditch. Vamos, hija. 

¡Harry Potter es Hufflepuff!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora