V

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Desmezurada melancolía me provoca recordar las voces de mis compañeros, la carta que recibí de Betty hace un mes me hizo llorar.

Pero feliz bailé solo en el jardín,
Betty era una niña dulce y le encantaba la poesía.

A mí me encantaban los cuentos, pero ambos amábamos bailar.

Si aún pudiera evocar nuestras manos acunar nuestras mejillas, volvería a sonreír como nunca.

Dijiste que tus nuevos padres te aman como nunca, eso es magnífico.
¿Crees que podrían amarme a mí también?.

Tu carta se resguarda en mi cajón, y en mi alma.

Pero no creo poder mantener la tristeza escondida ahí también, solamente pido que no me olvides.

Y que tampoco mi recuerdo se entierre entre tanta soledad, porque de ser así el mundo me olvidaría.

Navegaría a través de mundos lejanos por la eternidad, suplicando a la voluntad de Dios darme otra oportunidad.

Azul es mi alma, como el mar.
Y mi voluntad permanece, como mi ciudad, abundante e incesante.

Hasta que el morir sea mi amor eterno, ideal e inevitable entre mi destino de haber vivido como debería.



Gaby Wilde

Los Huérfanos de New YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora