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CAPÍTULO UNO
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Narrador

Un chico de tez bronceada, cabellos oscuros y unos hermosos ojos verde marino se encontraba en un auto el cual su madre conducía. Miraba por la ventana algo aburrido, esta le había dicho después de, llegar del campamento, que había comprado hospedaje en un hotel de Miami, del que no se había dado el trabajo de aprenderse nombre.

En realidad no le emocionaba mucho ir ¿y si lo atacaban monstruos? Además, ya tuvo una amarga experiencia en el hotel del Casino Loto como para no esperarse que algo malo pudiera pasar.

Ya había llegado y luego de haber pasado por recepción se dirigieron directamente a sus habitaciones. Percy tenía una propia y su madre otra, aunque ella había pedido por antelación que ambas estuvieran junto a la otra e incluso que hubiera una puerta para pasar con libertad entre las mismas. Juntos, con privacidad.

Desde el primer momento que llegó lo que hizo fue tirarse a la cama y prender el televisor, comenzando a ver alguna serie al azar que estaban pasando por cable. Su madre pasó a la habitación de él y tomó sus maletas comenzado a poner su ropa, y demás pertenencias en los lugares que correspondían, para que a su hijo le fuera más fácil acceder a ellas.

Después de terminar dirigió la vista a las puertas de cristal del lugar, las cuales daban directo al océano, Sally soltó un pequeño suspiro desanimado lo que su hijo notó, y apartó su atención de la pantalla del televisor para ir hacia ella.

— Tranquila mamá, no pienses en eso. —le dedicó una sonrisa, la cual inmediatamente correspondió.

— Gracias hijo, iré a las tiendas a ver si encuentro algo de mi agrado. —le comunicó, y antes de irse abrazó fuertemente al muchacho.

Este se volvió a sentar en la cama pero, con dirección a aquellas puertas, las cortinas sobre estas se movían junto al viento ya que estaban ahora abiertas, a causa de Sally antes de irse. El mar se veía claramente desde allí y el como las olas se movían ferozmente.

— En serio desearía que salieras de su mente. —habló a su padre, como si este le fuera a responder, una vez más.

Tomó la decisión dar un pequeño paseo por la playa, así que apagó la TV y se fue por aquellas puertas. Cuando ya sus pies alcanzaron la arena procedió a quitarse sus tenis y dejarlos colgando de sus manos por los cordones, caminaba por la orilla dejando que el agua le tocara cuando las olas alcanzaban su posición, eso le relajaba. El agua era como una medicina para él, haciéndole sentirse tan en calma, haciendo que se olvide de todos los problemas que traían consigo ser hijo de un dios.

Pero esa calma fue interrumpida por un choque repentino que no se esperó. Cayó al suelo y su primer impulso de costumbre, fue llevar la mano hacia uno de los bolsillos de su pantalón, en el cual, estaba su espada Anaklusmos, pero frenó este acto al ver una chica de cabellos oscuros con mechas azules sentada frente a él, dándose cuenta que fue la causante de su caída.

— Oh dios, ¡cuanto lo siento! No fue mi intención. —al instante se levantó y extendió la mano hacia él, para ayudar a levantarlo. Su voz lo dejó algo embelesado como si fuera un hechizo. Se dio una bofetada mental para aceptar su ayuda.

— No pasa nada, no hay porqué disculparse. —respondió una vez ya estaba recompuesto, sacudiéndose un poco de arena de la ropa.

— En serio disculpe señor, pero se pudo haber lastimado por mí culpa y eso me llenaría de culpa, no puedo estar tranquila. —La miró algo ofendido al decirle señor, vamos que ya tenga 18 y sea mayor de edad, no significa que le tenga que llamar de esa forma ¿O tal vez sí? Ya ni sabía bien cómo funcionaban sus pensamientos.

Ciertamente por todas las cosas que había pasado el joven semidiós le había llevado a tener una expresión tan cansada, que lograba hacer creer que era alguien más mayor de lo que en realidad es.

— No te preocupes. Aquí estoy, sano y salvo. —se le hacía tierno tanta preocupación de la chica por una simple caída, lo siguiente que hizo fue sorprenderse cuando le vio a ella acercarse para sacudir el cabello propio, quitando algo de arena que se le había quedado allí.

— Le pido disculpas de nuevo. —apenas en ese momento se había dado cuenta del sonrojo que llevaba ella incrustado en sus mejillas, no sabía si era por la vergüenza de haberlo tumbado o por él. Pero obviamente no podía ser por él, así que se fió en la primera opción.— Ahora, esto. . . con permiso pero me debo ir. —un poco avergonzada, sacudió la mano y se dio la vuelta corriendo, para irse a los adentros del hotel alejándose de la playa.

Percy se había quedado mirando por donde se iba, sin quitar la vista de allí totalmente concentrado. Hasta que recordó sus zapatos, y cuando los miró pudo notar que estaban todos mojados, por las olas del mar.

— Oh rayos. . . ¡gracias padre!

sea ━━Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora