sea ━━Percy Jackson

three

CAPÍTULO TRES
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Narrador

La chica de ojos azul cielo estaba recogiendo algunas rosas de uno de los pequeños jardines del hotel, a cualquier otro lo reprenderían por ello pero, su padre se lo tenía permitido. Era una de las razones por las que el lugar tenía muchas plantas y flores, para su hija.

Después de haber logrado un pequeño y sencillo ramo de rosas blancas se propuso ir a la habitación de Percy, y sabía dónde era ya que la noche anterior los acompañó, a él y a Sally, hasta sus habitaciones por cortesía. En el momento en que ya se encontraba allí quiso sorprenderlo, por algo había ido por la entrada que quedaba cerca de la playa y no la del pasillo interior del edificio, entró sin hacer mucho ruido, colocando el ramo detrás de la espalda propia.

Al estar allí no vió a Percy por ninguna parte, que quizás estaba en la habitación de su madre; fue lo que pensó por lo que, decidió sentarse en su cama a esperarlo. Gran sorpresa fue la que se llevó cuando vio salir al de ojos marinos del baño, con una toalla en los hombros y solamente un short puesto que, le llegaba por casi las rodillas.

— ¡Oh! Clair, que susto me diste. —se colocó una mano en el pecho, en serio le había asustado encontrarla allí, hasta había dado un pequeño saltito. Ella no quitaba la vista de él, se encontraba muy roja. ¿Y cómo no? Estaba viéndolo sin camisa, y no era vista desagradable, aunque frunció un poco el ceño al notar unas tantas cicatrices en su cuerpo.

— Te venía a traer esto Percy. —sacó de detrás de suya las rosas, Percy fue ahora el que se tomó un pequeño tono rosado en el rostro. Después de haberse sentado junto a ella las tomó y, no pudo evitar la acción de olerlas. Así es como olía Clair, a rosas.

— Son hermosas, gracias.

— No hay de qué. —rió un poco y luego le sonrió dulcemente, Percy acercó su mano a ella y le acarició un poco la cabeza haciendo que ella se volviera a sonrojar, vaya que se ponía así muy fácil. Le hacía demasiada gracia eso, era tan pura.

— ¿Vas a hacer algo ahora? ¿qué tal si vamos a la playa? —se paró de la cama y fue hacia un florero que estaba vacío depositando allí las flores, al volver ya les echaría agua.

— Bueno, si tú quieres. —sus palabras sonaban algo nerviosas. Aunque no lo crean, Clair nunca antes había tenido un amigo masculino, Percy era el primero.

— ¡Claro! ¡vamos! —la tomó de la mano, tirando inmediatamente la toalla que antes estaba en sus hombros, a la cama y se desprendió a correr hacia la playa. Ella solo lo miraba mientras corrían algo sorprendida. Percy tenía una hermosa sonrisa de diversión y felicidad como si hace mucho no hubiera hecho cosas de ese tipo, eso hizo que ella también lo hiciera, comenzando a echar varias al viento mientras aceleraba el paso colocándose a su lado.

Cuando llegaron a la orilla, Perseus inmediatamente saltó hacia el agua y por una vez se había mojado al entrar, esto lo dejó sin aliento mirándose así mismo. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Clair se dio un chapuzón junto a él, se había quitado los shorts y la blusa que antes llevaba puestos, dejándolos en la orilla, quedándose con el bikini que traía debajo de estos.

Comenzaron a jugar como si de niños pequeños se tratara: tiraban agua, intentaban llevar al otro hasta el fondo, se jalaban, hacían remolinos y miles de cosas más como si ninguno de los dos hubiera vivido cosas así hace un largo tiempo.

Cuando comenzaba a caer la noche hacía un rato que ambos habían salido del mar, observaban el atardecer juntos sentados en la orilla, dejando que el agua llegara a sus pies desnudos. Sumidos en un silencio que era cómodo para los dos.

— Muchas gracias por el día de hoy, Percy. —la de mechas azules rompió el silencio girándose a mirarlo a él, Percy devolvió la acción y le sonrió.

— Sin problema. —se encogió de hombros y entonces ella rió un poco.— ¿Qué?

— Eres tan lindo. —seguía riéndose y mirándolo, él solo se había quedado algo confuso.— Tranquilo, olvida. —soltó una última risita como de niña pequeña y, dirigió su vista al pecho de su amigo, pero no por lo que pensáis.— Percy ¿porqué tienes tantas cicatrices? —él se tensó al escuchar aquella pregunta, ahora le tendría que mentir, no quería hacerlo.

— Esto... Es que voy a un campamento y allí hacemos muchas actividades, soy algo torpe y siempre termino lastimado. —bueno, al final no le mentía, solo omitió un poco sobre el tema.

— Entonces eres demasiado torpe, por Dios, Perseus deberías cuidarte mejor. —le regañó mientras llevaba la mano derecha a una cicatriz en su abdomen. Ver a alguien tan bonito lleno de tantas marcas se le hacía algo triste, aunque de cierta forma también lo hacía ver algo rudo y varonil.

— No pasa nada, estoy acostumbrado. —ahora se encontraba mucho más tenso, e intentó no sonar nervioso, pues, la mano de Clair seguía recorriendo todas las cicatrices en su cuerpo que lograba captar.

— Te podrías lastimar muy fuerte, idiota. —frunció fuertemente el ceño, acto que al hijo de Poseidón se le hizo lo más tierno del mundo.

— A todo esto, aún no me has dicho tu edad. —decidió cambiar de tema, no quería llegar a soltar algo que no debía sobre su secreto.

—Oh cierto. —alejó la mano de Percy y la llevó su cabello comenzando a jugar con este.— Tengo 18.

—¿18? —Se alivió al escuchar que compartían la misma edad.

— Ujum. —asintió con una sonrisa.— Bueno Percy me debo ir, papá ya debe estar preocupado porque no llego a verlo. Nos vemos. —se acercó a su mejilla para darle un beso de despedida, más en ese instante una pelota de playa chocó contra la cabeza de Clair, haciendo que se fuera hacia delante.

Una sensación suave fue lo que sintió Percy sobre sus labios y al abrir los ojos descubrió lo que era; se habían besado. La pelinegra se hallaba con los ojos tan abiertos y algo estupefacta, inmediatamente se paró y pidió disculpas varias veces con la cabeza gacha, seguramente para ocultar su cara totalmente roja.

— Pe-perdón Percy. . . esto. . . ¡adiós! —tomó rápidamente su ropa y zapatos de la arena, lléndose corriendo sin volver a mirarlo.

Él solo se había quedado allí, sentado, algo sonrojado y extrañando aquella suavidad sobre sus labios.