NEFILIM: Demonio celestial

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Jungkook llevaba tres meses viviendo en esa pequeña cabaña sin contacto con nadie aparte de la forma humana de Taehyung.

Había decidido que lo tendría.

Cuando el arcángel, después de que Jungkook hubiese decidido deshacerse de una vez por todas de esa cosa en su vientre, estaba por utilizar sus facultades para hacer que esa cosita desapareciera, el humano gritó que no lo hiciera.

Ahí fue cuando ambos supieron la verdadera respuesta.

Después de todo, Jungkook tendría la protección del arcángel y no estaría en peligro de ser asesinado, o que su cuerpo no pudiera soportar el embarazo y él mismo lo matara.

Jeon Jungkook sabía que de cierta manera era privilegiado. Si estuviera en otras condiciones, y supiera que no tendría todos los cuidados que Taehyung le prometió, no hubiera dudado en deshacerse de esa cosita dentro suyo. Solo imaginaba lo que otros chicos tuvieron que pasar y se le erizaba la piel de lo tortuoso que debió.

Nadie debía ser obligado a pasar por eso, ni las mujeres ni los hombres. Pero ellos no tenían un arcángel que pudiera cumplirles el milagro.

Jeon Jungkook esperaba que eso cambiara algún día y que se les diera la opción de escoger, pero por ahora seguiría en esa pequeña pero acogedora cabaña esperando el momento para conocer a su hija o hijo.

—Ojalá todo salga bien— comentó a la nada.

Se recostó en la suave cama que Taehyung había llevado para él y levantó su camisón para ver su vientre ya un poco más notorio.

Jungkook no sabía con exactitud cuánto llevaba embarazo, podían ser cuatro meses, como podían ser seis, de todos modos su vientre ya se veía con una redonda y abultada claridad. A veces el humano se la pasaba horas mirando y acariciando su pancita admirado. ¿Cómo algo podía crecer tanto y luego volver a la normalidad? Le parecía fascinante.

—Hola, bebé— saludó cariñosamente—, espero te sientas cómoda o cómodo allí adentro— sonrió—. No sé mucho sobre cómo ser papá, o cómo es llevar otro humano dentro de mí, pero he estado haciendo lo que puedo, espero lo aprecies.

Jeon Jungkook era feliz en esa pequeña y acogedora cabaña. Mucho.

Cuando se fue esa noche hace meses, tenía miedo de estar cometiendo el peor error de su vida, que las consecuencias iban a ser más que los beneficios, que iba a arruinar su vida para siempre. Pero luego pensó, ¿en serio lo que tenía era vida?

Babear por un chico que estaba enamorado de alguien que seguramente lo llevaría a su propia muerte no era muy sano que digamos; o tener que levantarse todos los días a hacer las mismas tareas, en el mismo horario, solo aspirando un cambio cuando contrajera matrimonio con una muchacha decente, para después seguir trabajando de lo mismo porque él era un simple sirviente, un esclavo con un dueño.

Tal vez ese embarazo era lo mejor para él. Tal vez ser hijo del mal no era tan demoníaco como todos lo pintaban. Al menos le dio a su bebé, y a Taehyung.

Bueno, en parte. Algo parcial. Al fin y al cabo Taehyung era un arcángel, un ser celestial, él sabía que nada podía pasar más allá de visitas y sus cuidados desde el cielo o cuando bajaba a la Tierra, y la verdad Jungkook estaba bien con eso.

Tenía una casa, una cama cómoda, comida deliciosa, alguien en camino que le hiciera compañía, y la presencia, no definitiva, pero sí recurrente de un hermoso ángel.

Jeon Jungkook era feliz.

O eso creía.

O eso creía

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