Capítulo 25

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Era la primera vez que Alice entrenaba con su hermano. Sin nada de armas, solamente los puños. Alexander era rápido y muy ágil; no dejaba ninguna apertura, por lo que la chica tenía dificultades para alcanzarlo. Él la golpeó en innumerables veces sin ninguna compasión. Había perdido la práctica. No, no era esa la razón y lo sabía a la perfección, y de alguna manera u otra tenía que quitarse esos horribles pensamientos. Se tropezó y cayó de espalda sobre el húmedo césped. Que terrible sensación. El cielo oscureció abruptamente y empezó a llover con fuerza, ¿agua? No, era sangre. ¿cómo podía ser eso posible? Su camiseta se tiñó de rojo y se levantó deprisa.

–¿Qué está sucediendo? – preguntó con la voz entrecortada.

–Creo que ya es tarde – su hermano la miró con seriedad. Evidentemente eso era muy grave – esto sólo puede ser obra de Eligia – apretó los puños. Alice imaginaba la frustración de su hermano. Hacer tanto por nada.

¿Cómo es posible? No puede ser que esto esté sucediendo ahora – un hormigueo recorrió todo su brazo derecho –. Creí que podríamos lograrlo. Me equivoqué.

Entraron con prisa al castillo sin esperar a que el guardia abriera. Se dirigieron a la sala de estar donde se encontraban los demás. Los observaron muy sorprendidos, más por la sangre en sus ropas que por la urgencia.

–No hay tiempo de explicaciones. Creo que ya todos se dieron cuenta – les advirtió Alexander, su imagen era serena, pero muy en el fondo debía estar preocupado –. Ilarion también debió de haberse percatado de lo que está sucediendo.

–Parece que llegó la hora de prepararnos – dijo Gian, cogiendo con fuerza la mano temblorosa de Verita –, se acabó el tiempo. Nuestras posibilidades de derrotarla durante una batalla son menos del cincuenta por ciento.

–Ya ni siquiera puedo visualizar el futuro de ninguno de nosotros – susurró Melanie con tristeza – Jamás había ocurrido algo así.

–¿Estás segura? – Bridget aún confiaba en que tendrían salvación. Alice observó a su amiga con ternura. Sin duda quería que todos pudieran ver un futuro juntos.

Ethan. Se sentía tan vulnerable y tan inútil cómo nunca antes. No estaba lista para una batalla contra la bruja más poderosa. Ella tenía suficiente poder para aniquilar una ciudad entera con sólo chasquear los dedos. Alice aún no sabía cómo controlar su magia. Seguía siendo torpe e inexperta. Las enseñanzas de Ilarion no eran suficientes. O tal vez sí.

Alice, no te preocupes – sintió una cálida mano apoyarse en su hombro. Melanie –, todos pelearemos juntos, así sea lo último que hagamos – lo último ¿eh? Todos estaban conscientes de que podían morir, y aún así no visualizó ninguna pizca de duda en los ojos de sus amigos. No, era algo más. Eso la hizo sentirse con más coraje. Tenían que agotar todas las posibilidades.

Subió a su habitación para ducharse y así quitarse toda la sociedad y el horrible olor a sangre. Nunca creyó que ese momento llegaría tan pronto. Aunque fuese lo último que hiciera, iba a proteger a su familia y amigos, y tal vez, si sobrevivía, trataría la manera de encontrar a Ethan. Con la resurrección de Eligia, su magia había reaccionado de una forma tan inusual. Al verse al espejo del tocador, las líneas negras de su brazo se extendieron hasta su cuello, y su ojo derecho se había vuelto completamente negro. ¿por qué tenía que suceder eso justo ahora? ¿Acaso era alguna señal? ¡Qué tonterías! Se puso ropa para la batalla que se avecinaba. Trenzó su cabello y trató inútilmente de cubrir su ojo.

Pensó en Ethan. Quería verlo una última vez más, por favor. El espacio comenzó a distorsionarse y apareció de pie, frente a él que se encontraba sentado en su trono, observándola. ¿Era un sueño? Se pellizcó un brazo y dolió. No, todo estaba ocurriendo. Jamás había proyectado un pensamiento así. Nunca antes ocurrió. ¿Sería producto de la desesperación de saber que desaparecería? Parece que tenía mucho que aprender todavía sobre su magia. Se veía poderoso, tan malvado y elegante cómo todo un rey sin emociones. El pelo le había crecido hasta los hombros, tenía las mismas marcas oscuras recorriendo su cuello, y unas hermosas orejas puntiagudas. Su camisa estaba un poco desabrochada, mostrando ese suave y musculoso pecho. Alice se abofeteó mentalmente. No era momento para tener esos pensamientos. Él la miraba cómo si estuviera decidiendo si matarla o no.

Hija de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora