Mientras caminaba por el extenso y poco iluminado pasillo, Alice tropezó con Ilarion, que siempre escondía su rostro bajo una capucha. Estaba segura de que iba a reñirla igual que lo hacía Margot, pero en cambio le tendió su mano blanca, llena de joyas que tintineaban. Ella solo lo miró con desconfianza ante ese gesto, porque, siendo realistas, no es que la hubiera tratado de maravilla al llegar. No era su persona favorita en esos momentos. Tal vez, si cedía le devolvería su collar. No, no. Aceptó solo la idea de seguirlo adonde sea que se dirigía, y por un breve instante la invadió una extraña sensación de familiaridad al caminar junto a él. Siendo llevada por él. ¿quién era en realidad ese hombre?
"¿Por qué me resulta tan familiar?" – ese pensamiento cruzó su mente.
–¿Buscas poder? – la sorprendió aquella pregunta, ¿Qué buscaba, en realidad? No lo sabía. Solo tenía claro que debía recuperar lo que le pertenecía por derecho, pero ¿Por qué? Desde que llegó no tuvo ningún momento para reflexionar sobre el tema. Es más, no le dio importancia – Es claro que el poder te busca a ti. Debes saber que el conocimiento es poder, y claro, la magia tiene un comienzo como todo esto.
–Lo que no entiendo es ¿por qué estás diciéndome todo esto? ¿qué ganas con retenerme aquí?
–Un arma – dijo sin rodeos – tú serás el arma contra lo que no debe existir en nuestro mundo.
Sigo sin entender. Y, no quiero meterme en un lío peligroso contigo.
Ya estás metida en esto desde que naciste – dijo con tono serio.
Llegaron ante una gran puerta de roble que tenía unas cadenas mágicas de color dorado que se abrieron al tacto de Ilarion. Al entrar, se le erizó el vello de la nuca. ¿Cómo podían mantener un lugar que tenía una vibra tan negativa? El tapiz de las paredes estaba rasguñado, había velas esparcidas por el suelo y sangre seca. Ver todo eso la hizo sentir náuseas. Parecía una especie de habitación de rituales. A la derecha había otra puerta que se abrió al instante y descendieron por unas gradas de caracol. Las luces se encendieron y pudo notar que habían llegado a una biblioteca, y en el centro se situaban dos butacas.
Ambos se sentaron e Ilarion procedió a extender un libro abierto y algunos pergaminos en el aire, y por último el retrato de una mujer de un intenso cabello negro, tan negro como la noche, igual que sus ojos, y su piel era como la nieve. Su fina boca formaba una fingida sonrisa y su mirada demostraba malicia. Estaba desnuda, cubriéndose con su larga melena.
–¿Quién es ella? – se atrevió a preguntar la chica. No tenía palabras para describir tal belleza. Estaba segura de que cualquier hombre al verla quedaría poseído por sus encantos.
–Ella es la personificación del mal. Una mujer tan llena de codicia. A simple vista se ve como una mujer inocente, pero es lo peor que puede haber en nuestro mundo – suspiró –. Todo se remonta hace 500 años.
<<En ese tiempo, el reino de Ederythia era habitado solo por humanos sin ningún conocimiento de la magia, nadie sabía lo que se avecinaba, nadie sabía que en esos años nacería lo desconocido. Es más, la gente le temía a lo extraño, a lo que su mente les decía que era un completo error de la naturaleza.
Una noche, desapareció el brillo de las estrellas en el cielo, y la luna había enrojecido. Dos niñas mellizas nacieron; Eligia y Kaia. En su niñez y su adolescencia fueron objeto de burlas y discrimacion por poseer magia. Con ellas había nacido la magia, y eso, no fue de mucho agrado para las simples mortales, así que intentaron cazarlas muchas veces, por lo que tuvieron que esconderse. Eligia, que era la mayor, hacía lo que podía para mantener a salvo a su hermana menor Kaia. Kaia había heredado una magia tan poderosa y cálida, mucho más que la de su hermana mayor. Eligia, no sabía si sentirse orgullosa o frustrada, y lo segundo fue lo que se apoderó de ella. Los celos separaron sus caminos. Más tarde, Eligia supo que su hermana se había enamorado de un hombre y tuvieron un hijo, pero esté optó por traicionarla al conocer su naturaleza de bruja.
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Hija de la oscuridad
FantasíaEventualmente iba a desaparecer ¿Qué más podía hacer? Sólo le quedaba proteger lo más preciado. Un día Ayleen Morgan, una mujer astuta con poderes desorbitantes decidió que no quería tentar la malicia de cierto hombre que solo estaba buscando robar...