Alice Evans sabía que era una de las jóvenes más fuertes de la academia a la que asistía, claro, en cuanto a defensa personal, de eso no había ninguna duda. Ya había dejado fuera de combate a tres de sus compañeros, lo que le produjo cierta satisfacción. Esbozó una sonrisa. "Una ducha me vendría bien", pensó. Tenía el cabello pegado en la frente a pesar de llevarlo en un moño alto, y su ropa deportiva estaba muy empapada. Sentada en la sala de entrenamiento. Viéndolo bien, era la mejor. Maldito ego. Y es que también era hermosa e inteligente, con una mirada que dejaba paralizados a los chicos. No podía negarlo. Cabello cobrizo oscuro, largo, de piel blanca y unos ojos grises. La tentación perfecta para cualquier hombre. Bueno, a excepción de algunos.
-Nunca he dudado que eres una especie de chica psicópata – un joven de aproximadamente 1.80 de estatura, cuerpo muy bien moldeado, cabello castaño, y una piel muy pálida, a su vista era el complemento perfecto. Se aproximó hasta ella vistiendo ropa casual.
-Te ves débil, Eric. Tal ves algunas vitaminas no te irían nada mal – se burló. Un pasatiempo que no se podía quitar –. Oh, por cierto, habías dicho que me llevarías a cenar.
-Lamento decepcionarte, pero prefiero los bares – contuvo la risa, ya que siempre la fastidiaba, un mutuo acuerdo.
La joven se dirigió a las duchas, lo necesitaba con urgencia. Apestaba. No dejó de pensar en Eric, no tanto por el hecho de que le atraía, sino porque en ocasiones parecía extraño, a tal punto que el solo acercarse mucho le causaba escalofríos horribles. Una imagen muy borrosa se presentó en su mente. Un hombre. Sintió miedo aún sin poder verle el rostro. Los temblores comenzaron. Vomitó lo poco que había ingerido. Esa sensación. Lloró sin ninguna razón. Era la quinta vez en una semana que veía lo mismo. Todas las noches desde ese día se había levantando con el cuerpo tembloroso y sudando. No parecían simples sueños. No.
El bar parecía muy tranquilo a pesar de tener muchos clientes. Lo más cómodo y usual sería sentarse en la barra a beber unos cuantos tragos y un vestido rojo muy ajustado, bueno, no parecía ser lo más ideal, al menos no para salir con alguien que estaba prácticamente fuera de su liga.
¡Rayos!
Tenía que haber escogido otro atuendo, pero claro, ella quería intentar seducirlo. No estaba funcionando.
-Ese vestido... - el muchacho hizo una pausa antes de seguir – no te queda bien. Sobre todo por tu cabello.
Golpe bajo.
¿Qué sucedía con él? ¿Acaso estaba ciego? Cualquier hombre quisiera respirar el mismo aire que ella.
-Dame un tequila doble – le dijo al bartender disimulando su enojo – Vinimos a beber.
-Presiento que quieres golpearme.
-Tienes la respuesta – bebió sus dos tequilas de un golpe. Toda una experta – Son cosas que solo tú puedes pensar. ¿te gustan las mujeres? – apoyó su mejilla en la palma de su mano –. En todo el tiempo que llevo de conocerte nunca te he visto con una.
-No soy gay, si es lo que piensas.
Claro que no, cada momento deseaba estar cerca de ella. Tocar su suave piel. Verla en sus entrenamientos, lo hacía sentirse sofocado. Tratar de resistirse era difícil.
Después de observarla bailar con un muchacho por un buen rato, la perdió de vista.
"Que idiota eres, Alice" se dijo a sí misma.
Esperaría un taxi, no había problema. Eso era lo de menos, todo había sido un total fracaso desde siempre con él. Estaba claro que él jamás la amaría.
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Hija de la oscuridad
FantasíaEventualmente iba a desaparecer ¿Qué más podía hacer? Sólo le quedaba proteger lo más preciado. Un día Ayleen Morgan, una mujer astuta con poderes desorbitantes decidió que no quería tentar la malicia de cierto hombre que solo estaba buscando robar...