La "cobra"

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Me pasé todo el día en cama de lo nerviosa que estaba ¿cómo es posible? Ni idea.

Llegaron las cinco y media y ya estaba preparada asique le pedí a mi padre que me llevara a la plaza principal.

Eso hizo.

Al llegar allí observé a Antón sentado en la estatua de Jesus que había en medio del paseo. Llevaba una rosa amarilla en su mano.

Me acerqué a él

-¿Qué tal bonita?-dijo sonriendo.-Toma, esto es para ti.-Acercó la rosa hacia mi pecho.
-Gracias, no tenías por qué.-dije eso simplemente porque la flor me parecía horrorosa.
-Es tu favorita, ¿recuerdas? Yo si.
-Sí, claro que lo recuerdo.-¿mi favorita? ¿qué dices?

Dimos un paseo por aquel parque tan verde y tan lleno de niños.

Llegamos a una mesa donde daba el sol y se estaba muy agusto.

Por el camino no cruzamos palabra. Mejor, este niño me saca de mis casillas cada vez que abre la boca.

Se sentó y yo a su vez. Estaba muy alejada de él, asique se volvió a levantar y se puso a mi lado.

-Bueno cariño, ¿qué tal llevas todo esto?-dijo mirandome a los ojos. Me gusta que me miren a los ojos.
-Jodido, odio no recordar nada. Es normal pero ¿por qué a mi?
-Ya bueno, pronto te pondrás bien, y no me separaré de ti.

A buenas hora.
-Eso espero, que vuelva a lo de antes.-quería dejar claro que no quería que estuviera conmigo pero creo que no lo conseguí.
-Sí, volver a lo de antes. A volver a tener lo que teníamos.

Cada vez se acercaba más y más a mi, me sonreía aún más cerca de mi cara...me ponía nerviosa.

-Aún no sé que era lo que teníamos, asique no sé si quiero volver a ello.-dije haber si así se alejaba o algo.
-Algo muy bonito Avril, algo precioso. Todos los chicos me envidiaban. Normal.

Entonces giró la cabeza completamente hacia mi. Yo también. Estaba confusa. Se fué acercando poco a poco hacía mis labiaos. Y entonces caí. Caí en todo. Gracias a él caí ahí mismo... caí en un gran charco de barro intentando hacerle la cobra.

-¿Pero de qué vas?-dije furiosa.

Me había manchado unos pantalones marrones que me habían gustado mucho. La chaqueta que llevaba por desgracia no me tapaba la enorme mancha de mi culo. ¡Que asco de barro! ¡Que asco de niño!

Él se quedó mirando como me levantaba y me sacudía. Tenía los ojos perdidos.

No dijo nada. Entonces lo miré enfadada y me marché.

Sí, lo dejé allí solo y confundido.

En realidad me dió igual.

Cojí el teléfono y enseguida llamé a mi padre llorando por la vergüenza de tener miles de miradas clavadas en la asquerosa mancha de mi culo.
-¿Papá? Ven a buscarme, por favor.
-Ahora no puedo Avril, estoy trabajando.
-Por favor.-volví a repetir.
-Llama a tu hermana, ¿vale?

Pero no me dió tiempo.

Era tan grande la presión en el pecho que tenía, que me volví a caer. Pero esta vez sin querer, me había desmallado en medio de ese camino...

Lo siento, no sé de qué me hablas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora