Abrí los ojos de repente. Estaba en una sala deprimente, era totalmente blanca. Yo estaba acostada en una cama que parecía una cuna, tenía barrotes. Enfrente mía algo más arriba de mi vista, una tele más pequeña que mi cabeza.
-Buenos días dormilona.- escuché por fin...
Me limité a girar la cabeza y a responderle con un silencio.
-¿Qué tal te encuentras, cariño?-volvió a decir.
-Perdone, ¿quién es usted?-dije harta del silencio.
Se rió.
-Ya nos advirtió el médico. Avril, soy tu madre. Has tenido un accidente, te has caido de un muro abajo, rodando por un terraplen y acabando con una grave fractura de cuello, mientras estabas con tu hermana . Ella se siente fatal, cre que ha sido culpa suya. Y bueno, has perdido la memoria, pero es cuestión de tiempo que la recuperes tranquila. Mañana te vendrás a casa, y es fundamental que hagas vida normal, para ejercitar la memoria, claro.-acabó por fin.
Yo estaba frustada. Tenía mil y una preguntas pero me limité a solo pensarlas.
¿qué coño hago yo aquí? Esa era la que más rondaba en mi mente, pero ya me lo había dicho, me caí de un muro abajo.
Era todo tan raro, que solo quería dormir, estaba cansada.
Tenía ganas de verme al espejo, de ver como era, de ver a mi hermana, a mi padre...a mi familia en general. Pero por otra parte no tenía ganas de nada, me sentía una inútil no recordaba nada. No me gustaba esa sensación. Ni un pelo.
Me dormí.
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Lo siento, no sé de qué me hablas.
Novela JuvenilA veces creemos estar haciendo lo correcto, hasta que llega un momento en que nos paramos a pensar y no es así. Lo que pasa, es que cuando nos damos cuenta, ya es tarde, el dolor ya está hecho. Nunca deberíamos ignorar al que nos está regalando su t...