Capítulo 1

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Capítulo 1:

"LA ZORRA ROJA"

El bosque, aquel inmenso lugar que conservaba grandes árboles, pequeños y grandes arbustos, nidos de aves en las copas de los árboles, no solamente era un simple bosque.

Las personas de la gran aldea, decían que estaba encantado. Que había hadas, trasgos, trols, brujas, seres extraños... y todo lo que era diferente a la humanidad. Como bien es sabido, los humanos le temen a lo diferente.

A lo extraño.

Era esa razón por la que pocas personas osaban aventurarse a ese bosque de Escocia. Nadie, realmente. Cuando hacían sus cazas, preferían hacer un viaje un poco más largo y llegar a otro de los hermosos bosques que tenía esa hermosa nación.

Excepto el príncipe.

—Su majestad —dijo el muy nervioso chico. Era un aprendiz del mago y el príncipe había decido llevarlo con él a su excursión por los alrededores—, creo que deberíamos volver, está oscureciendo, y sabe las leyendas que cuentan de este bosque...

El príncipe sonrió divertido. La verdad es que era muy guapo. Tenía una hermosura evidente. Rizos negros, cayendo por su cabeza, ni tan largos ni tan cortos. Un rostro hermoso, con sus facciones marcadas. Unos ojos avellana que hipnotizaba a todas las doncellas, aldeanas y nobles. Una sonrisa amable, divertida y soñadora. 

—Abid, ¿de verdad crees en todas esas historias? —inquirió el príncipe, sin mirarlo mientras hacía un par de bocetos de el olmo escocés que había con carboncillo—. Y, sabes que puedes llamarme por mi nombre y tutearme cuando no hay algún noble (o mi madre, preferiblemente) cerca.

—Gilbert, sabes que todas las leyendas son ciertas —habló el muchacho, Abid, de cabellos castaños y piel morena. Sus ojos parecían chocolate—. Y... el maestro querrá verme...  sabes como es...

—Está bien, está bien —suspiró Gilbert, guardando sus hojas de apuntes en el pequeño bolso de cuero que su padre le había regalado—. Ya tomé apuntes de todas las plantas que encontramos. ¿Sabías que hay mucho olmo escocés por aquí? Es una verdadera suerte, ya que tiene un alto poder para curar más rápido las heridas y cicatriza de una forma bastante efectiva...

Normalmente a Abid le gustaba escucharlo hablar. Su príncipe era un joven muy inteligente y estaba encantando con las plantas y su uso medicinal, pero en ese momento, solo quería irse lo más rápido posible. 

—Príncipe... digo, Gilbert, ¿podemos irnos ya? Realmente tengo un mal presentimiento.

Terminó de decir la última sílaba, cuando dos chicos, vestidos de negro completamente, incluso sus rostros, salieron de la nada y se detuvieron ante ellos.

—Pero mira qué tenemos aquí —dijo uno de ellos, el más alto. Sus ojos marrones se podían ver.

—Buen día —los saludó Gilbert. ¡Tenía muy buenos modales...!—. ¿Buscan algo?

Los dos chicos se miraron y el que era un poco más bajo —no por mucho, ¿serían unos siete centímetros?—, y de ojos color miel, negó con su cabeza.

—No sabíamos que el príncipe le gustara pasearse por estos lugares —dijo, comenzando a rodear a Gilbert y Abid. El primero estaba tranquilo, pero el segundo era un manojo de nervios. ¿Qué se podía esperar? No era un guerrero, era un aprendiz de mago y apenas podía hacer magia sin esforzarse demasiado. ¡Y tenía trece años, era —según él y cuando le convenía— un niño!—. Ni que trajera a un mago con una energía mágica tan baja. Adivino, eres un aprendiz, ¿no?

El Bosque (Anne x Gilbert) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora