Capítulo 9

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CAPÍTULO 9:
"BENDITO SEA EL AMOR"

Anne solo podía pensar que estaba loquísima.

Intentaba mantener una pose distraída, mirando por la ventana, mientras era observada minusciosamente por el pelinegro, quien con la mayor delicadeza delineaba con su carboncillo cada parte de ella en el boceto.

La veía.

La veía hermosa.

Anne era tan hermosa que Gilbert se preguntaba donde había estado toda su vida, y porque nadie la había retratado jamás.

Le parecía absurdo que la llamarán bruja, y estaba seguro de que si lo fuera, le seguiría interesando tanto como le interesaba.

Veía su cabello, como este había sido trenzado con cuidado en diminutas trencitas que adornaban hermosamente. Su perfil, un bello perfil, elegante, sublime. Digno de una princesa. Sus ojos, sus labios, sus mejillas, su rostro en totalidad.

Su fino cuello, su clavícula, su pecho, sus brazos, su cintura, todo en ella era tan bello, tan hermoso.

Delineaba su cuerpo, su rostro, su sonrisa, sus ojos, todo lo marcaba generosamente.

Estaba apunto de adorarla, pues Gilbert jamás había visto a una mujer tan hermosa como Anne. La había dibujado tanto con el recuerdo en su mente, pero ahora la tenía ahí.

Sentada en una silla de bellos tapices, hechos para una reina. Sus mismas ropas eran de una princesa, y en su cabeza adornaba una corona de flores.

No como la reina de algún reino, sino como.la reina del bosque.

Sublime reina del bosque rebelde y aterrador.

Gilbert la dibujaba con esmero. Estaba haciendo el mejor retrato de ella.

Más que dibujar plantas, o incluso esa zorra que era su nueva amiga, no había mayor reto que intentar atrapar la belleza de Anne entre lienzos y carboncillo.

Quería dibujarla siempre, eso pensaba mientras admiraba a la musa que tenía enfrente.

Anne observaba por la ventana, preguntándose que estaba haciendo ahí y porque había cometido tal locura. Estaba segura de que su familia se enteraría en algún momento y le harían saber su sincera opinión sobre esta situación.

Situación que, cabe señalar, Anne lograba comprender a la perfección.

Gilbert era un príncipe.

Ella era una maldita.

No había futuro. Era más que claro que aquel príncipe en cualquier momento sería emparejado con una bella princesa, se casaría y sería el rey.

Y ella, en cambio, en cualquier momento sería quemada de igual modo que Lisa.

Evitar ese destino era su necesidad, y para hacerlo también debía evitar al príncipe.

Pero podía entender a Lisa.

Podía entender a Billy.

Podía entenderlos.

La absoluta intención de querer contar y saber todos los secretos del otro... Eso no se podía comparar, y ella ni siquiera estaba en una relación con el príncipe.

Solo había tenido suerte de conocerlo.

Bendita suerte.

Bendita suerte la suya.

Bendita fuera Anne, a pesar de ser maldita, por tener la grandeza de aprender a querer.

De aprender a amar, pues se sabe que no hay mayor maldición que no poder amar, no saber amar.

«Bendito sea el amor», pensó Anne, mirando de reojo la concentración de Gilbert, que pensaba en el privilegio de poder mirarla.

El Bosque (Anne x Gilbert) PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora