Capítulo 4:
"EL PRÍNCIPE SALVADOR"
Billy tenía la costumbre de ir cada día, a las seis de la mañana, a buscar a su enamorada. Como en el corazón del bosque habían hermosas flores, siempre cortaba un ramito y lo llevaba hasta la chica. Aunque tenía que ir con cuidado, para que Anne no lo descubriera.
Realmente nadie entendía como Anne se enteraba de todo, y siempre sabía que hacían. Era como si tuviera ojos por todo el bosque, la aldea y en cada lugar.
Y Billy creía que ella no se enteraba de que cada mañana iba a verla. La chica siempre lo veía, con el ceño fruncido y las ganas de matarlo por ser tan irresponsable.
Ese día, Anne no quiso observarlo. Tampoco quiso salir de la habitación. La verdad era que nadie sabía que demonios le había pasado.
Volvió por la tarde, convertida en un zorro y se encerró en la habitación. Nadie había querido traspasar la cortina por miedo de que ella reaccionara mal.
Y Anne, a diferencia de sus preocupaciones, pensaba en lo que había sucedido el día anterior.
Como siempre, se paseaba por el bosque, con sus sentidos a toda marcha. Ser un zorro tenía sus ventajas, eso tenía que reconocerlo.
Entonces, se encontró con el mismo chico que había dañado a Ruby y siempre intentaba darle caza.
Tenía en sus manos un arma, con lo que se le aceleró el corazón a Anne. Intentó escapar, pero el chico de cabello rubio y ojos azules sonrió socarronamente y le cortó el paso.
La pelirroja creyó que su vida se había terminado.
Y llegó el príncipe Gilbert, con su bolso de cuero y sus muchos papeles en donde dibujaba sus flores.
—Hey, ¿qué haces? —inquirió el príncipe, mirando al zorro. ¡Era el que había aparecido delante de los ladrones! Ninguno tenía los ojos tan azulinos como aquel zorro.
El chico se dio la vuelta de golpe, como si lo hubieran pillado en algo malo. Bueno, era algo malo para Anne.
—Príncipe Gilbert, yo... Estaba cazando. Ya sabe, en las orillas del bosque hay muchos animales que le sirven a mi madre para poder cocinar. Si me permite, mataré al zorro y me lo llevaré en un segundo. No lo molestare demasiado.
Iba a dispararle, y Gilbert lo detuvo, corriendo hacia el zorro.
—¡Espera! —exclamó Gilbert, tomándolo en sus brazos. Anne comenzó a desesperarse, pero supo que era mejor mantenerse quieta. Podría ser... podría ser que el príncipe la salvara—. Es mío. Lo adopté hace unas semanas y se escapó de palacio. No puedo permitir que termines con la vida de mi zorro.
El rubio suspiró fuertemente y miró al zorro de rojo pelaje, como jurando que algún día volvería para cazarlo. Luego se fue, jugando con su arma.
Gilbert no dejó de mirarlo hasta que desapareció, y después le sonrió al zorro.
—Está bien, amigo, ya se fue. —Volvió a dejarlo en el suelo, donde Anne lo miró atónita—. Yo que tú, no volvería por aquí. Ese chico no me da muy buena espina y dudo que pueda estar aquí para salvarte más veces. Cuídate, ¿sí? Oh, y si encuentras olmo escocés por los lugares que divagues, acuérdate de mi. —Gilbert dejó escapar una risa—. Mamá dirá que estoy loco si alguien le dice que estoy hablando con un zorro. En fin, adiós, amigo.
Y volvió por el lugar en donde vino.
Anne había estado demasiado tiempo pensando en ello, y es que era la primera vez que alguien parecía dispuesto a salvarla sin pedir nada a cambio. Ni siquiera salvandola como humana, que las personas tendían a ayudar a otros similares a ellos, sino que la salvó siendo un zorro. Un animal.
Quizá y sólo quizá, el príncipe fuera bueno. Y de corazón noble. Eso le sacó una sonrisa que se esfumó rápidamente cuando se dio un golpe en la cara, llamándose tonta a si misma. No podía pensar en ello. Estaba prohibido.
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El Bosque (Anne x Gilbert) PAUSADA
RomanceAnne carga con una maldición que se le fue dada al momento de nacer. Odia esa vida, odia no ser normal. Gilbert es el príncipe de Escocia. Sabe que hay leyendas, historias y cuentos. Pero nada de eso es real, ¿no? Solo los magos o sacerdotes tienen...