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—¡Hey!,¡Luffy, Vamos al partido!—gritó Zoro, su mejor amigo alzando las manos a lo lejos con todos sus compañeros.

El chico solo sonrió, se despidió de su conquista y caminó hacia donde estaban sus colegas.

—¡Luffy maldito! Ya van demasiadas, déjame unas cuantas.—recriminó Sanji al ver las acciones del "líder" de la banda de amigos.

—¿De qué hablas?—pronunció Luffy dudoso.

—¡Todas las chicas se te amontonan! ¡Hasta la preciosa Boa Hancock!, ¡La chica más bella del instituto!

El pelinegro solo lo miró con aires de superioridad, para segundos después reír.

—No digas eso Sanji, no voy en ese sentido con las chicas.

Y eso era mitad verdad, si bien no buscaba nada serio con ellas, un rato no le hacía daño.

Sanji lo miró con envidia dispuesto a pegarle patadas, pero se resignó soltando un suspiro y sonrió.

—Si no te buscan es porque tienes las cejas rizadas estúpido cocinero de quinta—dijo Zoro con intención de iniciar una de sus tan continúas peleas mientras se dirigían al estadio.

—¡Aaaaah! ¡Estupido marimo cabeza de brócoli podrido , así estarán tus ideas—

—Vamos chicos hay que llegar al partido— dijo Luffy consiguiendo un golpe de cada uno.—Joder.

(...)

—¿Nami? ¿Estas lista? Ya es hora de irnos.

La chica soltó un suspiro plagado de tristeza, no quería dejar su hogar, a pesar de no estar conectada con nadie, todos los recuerdos que había pasado con Bellemere, su difunta madre adoptiva, y su hermana Nojiko la ataban.

—¡Nami, ya terminaron de llevarse los muebles, es hora!—Gritó Nojiko en la planta baja.

Sin mucho ánimo y, arrastrando los pies, la pelinaranja caminó hacia su sala, examinando su hogar, que se encontraba vacío y su tono era opaco, en ese momento su vida se tornaba color gris.

Sin pensárselo, salió de su hogar lo más rápido que pudo, quedarse admirándolo solo podía hacer que sus ganas de quedarse la detuvieran, y bien sabía que eso no le era permitido, lo haría por Nojiko, porque sabía cómo sufría al estar ahí, y solo habían permanecido en esa casa por el capricho de la menor, pero Nojiko ya no podía, estar ahí la devastaba, los recuerdos se volvían lágrimas cada noche, y por más que lo ocultara, Nami sabía que Nojiko extrañaba mucho más que ella a su madre.

La mayor había tomado ese rol desde la muerte de Bellemere, y las responsabilidades cayeron sobre hombros.

Sin mucho esfuerzo subió al asiento del copiloto, con la mirada perdida, no se sentía molesta, pero la chispa de tristeza quería estallar.

—Es hora de ir a Tokio, Nami, se que no te agrada la idea, pero te prometo que nuestra vida mejorará—. Una sonrisa se posó en el rostro de Nojiko, que después se contagió a Nami.

El trayecto se llenó de risas y cantos por parte de las hermanas, olvidando por un rato lo que afligía el corazón de ambas.

La distancia de Osaka a Tokyo era bastante larga, agregando que tenían que esperar al camión de mudanza de vez en cuando para guiarlo a su nueva casa; cuando llegaron, ya había anochecido, aunque realmente no estaba apagado, los negocios estaban a todo dar.

—¿Qué te parece si visitamos a Genzo-san?

En la cara de la menor se formó un puchero.

—Pero... ¿y el camión?

—Utilizará el GPS para llegar, y tienen una llave.

—¿No crees que es muy probable que se lleven todo?

Nojiko frunció los labios pensándoselo.

—No en realidad, tengo un chip para saber adónde van, además, no tiene sentido robar esos viejos muebles cuando la paga suma mucho más de lo que recolectarán vendiéndolos.—La menor reflexionó la información y asintió dándole la razón a la mayor.

—Bien.

Lo primero que se podía distinguir de Genzo era su amabilidad, aunque con Nami era un caso excepcional, cuando era pequeña sabía que él tenía sentimientos por su madre, y ella, al ser soltera, daba pauta a este.

Nami era una chiquilla sin duda celosa, un día, cenando con Genzo integrado como un familiar más a su mesa, a Nami se le escapó decir que, el agradable hombre tenía cara de asno, desde ese punto la paciencia de Genzo, se había ido desgastando poco a poco, hasta recurrir a las reservas de emergencia, Nami sin duda era una pequeña que sabía sacarlo de sus cabales, pero con la muerte de Bellemere, buscó apoyar a las chicas con todo lo que pudo, aunque su labor de periodista no le permitió quedarse mucho tiempo en el campo con ellas, pues lo requerían para noticias de primera hora, aunque de vez en cuando iba de Tokyo hasta Osaka.

—Eres un viejo mierdoso, ¿qué esperabas qué te dijera? ¡¿Cara de principe?!—gritaba Nami con dientes afilados y una pierna sobre el cachete del hombre.

—¡Eres un dolor de cabeza pequeña bruja castrante!— el señor devolvía los gritos.

Nojiko solo se limitaba a suspirar resignada, ambos eran como perros y gatos.

Despues de una velada contemplada por gritos y deliciosa comida hecha por Nojiko, las menores partieron a su casa.

Nojiko había ahorrado desde pequeña para viajar a Norteamérica, pero con la muerte de su madre esa próxima realidad se volvió una mera fantasía; decidió comprar una casa de tres habitaciones, cada una con un baño, cocina, sala, comedor, garage, patio y balcones, parecería muy cara, pero no era extraño que fuera Nojiko quien bajara el precio de su inversión, pues era una gran negociadora.

—¿Quién estará llegando a estas horas de la noche, Sanji?

—No lo se Usopp, pero es un poco tarde, deberíamos de irles a ayudar, ¿no te parece? Sus figuras son extremadamente femeninas.—dijo con corazones en sus ojos.

El moreno meditó la situación, miró de reojo a su amigo y el producto de su holgazanería fue despistar al chico rubio.

—Es grande ¿no, Nami?

—Si...estoy cansada Nojiko, iré a dormir.—mencionó sin ánimo la menor.

La mayor rió, y así, ambas hermanas durmieron juntas en una esquina del piso,haciendo una cama improvisada con ropa y algunas sábanas; ellas no lo sabían, pero ya habían algunos curiosos esperando a conocer a esas nuevas bellezas.

Nuevo Hogar. (AU luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora