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Para Nami ese día había estado plagado de regaños por parte de los docentes, no sabía que una escuela contenía tantas normas: pedir permiso para ir al baño, no dar una respuesta sin levantar la mano, no hablar con sus compañeros, no comer, no correr en el pasillo, no preguntar hasta que los maestros terminaran su clase, en fin, demasiadas reglas.
Lo único que podía agradecer era que por fin había terminado el día, la mayor parte de este se la había pasado con Robin, hasta que llegó el momento de despedirse y partir cada una a su trabajo de medio tiempo. Le emocionaba la idea, esperaba hacer compañeros en ese lugar, tal vez otra bibliotecaria que le contara datos interesantes o un ratón de los libros de los que tanto hablaban los mangas de Nojiko.
Caminó hacia la dirección del instituto , saludó a la recepcionista y esperó pacientemente a que esta buscara la llave de la biblioteca, cuando la recibió, se marchó hacia su nuevo rincón de trabajo.
De camino se tropezó con un chico moreno con cabello afro y una nariz bastante larga. Pensó en Pinocho. Ambos se disculparon e incluso la invitó a que conociera a su panda de amigos, pero lo rechazó cortésmente, pues ya debería haber llegado a la biblioteca y no podía ser irresponsable en su primer día de trabajo.
Cuando llegó a su destino, se mentalizó, saludaría a todas las personas que se encontraran dentro y cumpliría con lo que se le asignara, se imaginaba callando a los estudiantes bulliciosos, o sentada en el escritorio sellando libros que devolvían algunos estudiantes, e inclusive ordenando los estantes.
Trató de abrir la puerta, pero estaba sellada, le pareció extraño, se había planteado que su llave era por si ella tenía que abrir el lugar de vez en cuando, y se pregunto cómo entrarían los estudiantes sin tener una.
Insertó la llave, abriendo poco a poco la puerta, bastante nerviosa. Examinó la estancia de trabajo, no era como se lo había imaginado, el lugar tenía un estilo clásico, y los libros parecían bastante empolvados, no vio a nadie atendiendo el recibidor, y a primera vista no se veía ningún estudiante, lo que la decepcionó levemente.
Comenzó a adentrarse más, y no había rastro de nadie, había recorrido ya cinco estanterías de libros, siendo recompensada por pequeños soniditos.
Se asustó, pues creía encontrarse sola, aunque se reconfortó pensando que era la bibliotecaria; decidió caminar hacia donde se encontraba para presentarse y con suerte, que se le asignara la primera tarea de esa tarde.
Sin embargo, al llegar a donde provenían esos suaves sonidos, se llevó una gran sorpresa.
Ninguno tenía idea de cómo habían terminado en ese lugar repleto de conocimiento, y en realidad les daba igual, solo buscaban un lugar solitario; entre besos y uno que otro jadeo de la pelirosada habían puesto el pestillo, o al menos eso pensaban, aunque poco les importaba, pues en la biblioteca nunca había nadie.
Bastantes veces había entrado ahí Luffy, y no a leer.
Se dedicó a explorar el cuerpo de la joven sobre el uniforme, ante esto Shirahoshi solo se apretaba con fuerza al cuello del chico, soltando uno que otro suave sonido, que el joven acallaba con besos.
Aburrido de la misma posición, Luffy arrinconó a su presa frente a la estantería, besando su cuello, aunque hizo una mueca por el amargo sabor de la loción que se había colocado la joven, no le dió mucha importancia y siguió mimándola. Así pasaron un buen rato, hasta que decidieron dar el siguiente paso.
—Luffy-san, ¿traes protección?—susurró apenada Shirahoshi.
El chico le dio una sonrisa para calmarla—claro que si, llorona—. Ella sonrió ante el apodo, pues era una costumbre que el chico la nombrara así.
A pesar que quería acallar sus gemidos, el ritmo en el que se fundían no se lo permitía, y la posición en la que se encontraban era uno de los factores iniciales, pues el chico la cargaba, recargándola contra la pared.
Al ver esto, la cara de Nami se coloreó hasta las orejas, no dijo ni una palabra, simplemente se quedó parada en shock, como tonta.
La primera en darse cuenta de esto fue Shirahoshi, advirtiéndole a Luffy sobre la intrusa entrecortadamente.
El chico giró su cabeza para confirmar los hechos, y efectivamente, ahí se encontraba su vecina, viéndolo de la peor forma posible.
—¿Te podrías retirar?—, Shirahoshi tomó la primera palabra, casi rogándoselo, pues no le hacía gracia que una desconocida la viera teniendo sexo.
La consciencia de Nami le hizo ver que estaba quedando como estúpida, haciéndola reaccionar.
—L-lo lamentó muchísimo, no vi nada, se los juro—. La situación era bastante cómica, pues ambos seguían desnudos.—Adiós—. Al pronunciar esas palabras la joven se fue como alma que lleva el diablo, mientras Luffy soltaba una estruendosa carcajada, y Shirahoshi...bueno, ella solo podía estar roja de vergüenza.
A su vez, Nami abrió uno de los baños y bajó la tapa de la taza para después tomar asiento sobre esta y tapar su roja cara con ambas manos, procesando lo que había visto.
Chilló avergonzada.
—Definitivamente extraño mi hogar—, susurró para sí misma.
Comenzó a sentirse mal, le había ido muy mal en todo el día, no estaba acostumbrada a esos tratos, había que destacar que en realidad no estaba acostumbrada a tratos que no fueran por parte de sus seres queridos, pues siempre había sido su pequeña familia y ella en una casa de campo a mitad de la nada. Sin nadie que los molestara, con libélulas, mariposas, ardillas, pasto, aire fresco, cascadas, lo tenía todo, una vida de ensueño, aunque su carácter estaba lejos de serlo.
Se sintió sola, simplemente estaba en ese lugar, existiendo, no había en quien refugiarse, ni contarle pesares, aunque por unos momentos el rostro de Robin se refugió en su mente.
—Bueno, tal vez si hay alguien...—se dijo.
Sus pensamientos se sustituyeron por recuerdos con su madre y su hermana: las mañanas en la que Bellemere las hacía cortar a Nojiko y a ella mandarinas en su huerto, o cuando hacía su tan querido curry, o cuando despertaban y en su mesa había un huevo con una carita feliz, e inclusive cuando habían peleado porque Nami quería ayudar a su madre y ella había rebatido que solo era una chiquilla.
Sintió su rostro mojado, y se dió cuenta muy tarde que eran sus lágrimas, que habían hecho de las suyas, tomó un papel y lo pasó sobre su rostro, pero no podía evitar que algunas se escaparan, tomó aire y su inconsciente le dio un pequeño sermón.
—¿Quién me viera? Llorando en un baño...—pensó, soltó una breve risita ante su pensamiento, decidió pararse de esa tasa y de una vez por todas dejar de llorar.—Soy Nami, un estúpido día no va a derrotarme, Bellemere se tiene que enorgullecer de mi—se consoló.
Decidió no regresar a la biblioteca, pues le avergonzaba toparse con alguno de los dos involucrados.
Se sintió tonta por haberse emocionado por su primer día de "trabajo", vaya farsa.
Si ya le habían gritado hasta por respirar, ¿qué más daba que le agregaran "faltar al trabajo de medio tiempo"? Aunque el remordimiento al pensar en su primer sueldo descontado surgió.
«Si es lo que tendré que tolerar espero una buena paga al menos»Pensó.
Caminó hacia el casillero que le habían asignado, tan ensimismada iba en sus problemas que no se dio cuenta que había alguien al lado, y al abrirlo le pegó en la cabeza. Hasta que el chico chilló.
—¿Estas bien?—dijo alarmada.
«¿Qué falta?, ¿que haga explotar algo?» Pensó enojada.
—No te preocupes bella diosa caída del cielo, claro que estoy bien después de ver tu rostro tallado por dioses, ¡Que digo dioses si tú ya eres una!—se corrigió—Disculpa que tontería de mi parte recitar estas simples y plebeyas palabras, soy Sanji pero puedes decirme mi amor, un placer— soltó el rubio como bomba haciéndola reír, parecía haber dicho un trabalenguas.
—Muchas gracias, ¿pero por qué tenías la cabeza metida en tu casilla?—dijo dudosa, y a la vez ignorando el comentario del rubio, le dio mas importancia al inusual hecho de encontrarlo con la cabeza metida hasta el fondo de la casilla.
El chico pareció pensar en si decirle o no. Pero al final lo hizo.
—Mis mellorines dejan cartas aquí, estaba buscándolas—, habló dándole palmaditas al casillero.
—¿Mello...rines?—murmuró extrañada—Ojalá y recibas la próxima vez—, consoló sin saber el significado de esas palabras.
Aunque si te dejaban una carta se veía a simple vista. Rió dándose cuenta que no era el caso de aquel gracioso joven.
Cuando estaba a punto de retirarse, el rubio volvió a hablar:—¡Nos vemos..!—hizo una pausa esperando el nombre de la joven.
—Nami—gritó la chica despidiéndose con la mano.
—¡Nos vemos Nami-san!—gritó el rubio.
—¡Adiós Sanji-kun!—devolvió el honorífico la joven, admitía que Sanji, su nuevo amigo, le había hecho olvidar por un rato su mal día.
Mientras, el rubio sangraba de la nariz con corazones adornando sus ojos, aunque se desilusionó por no oír el "mi amor", hasta que se percató de la hora.
—Joder, ¡Pudding me matara!—dijo para echarse a correr al Baratie, pues él trabajaba a medio tiempo para ganar experiencia.
Cuando Nami llegó a su hogar, lo primero que hizo fue tirarse boca abajo en su cama; mientras reflexionaba sobre todo lo que le había ocurrido en el día, sus pies luchaban por quitarse los zapatos escolares.
Aburrida de la misma posición, se paró de su lugar favorito y comenzó a desvestirse hasta quedar en ropa interior, buscó en su closet le prenda más corta que tuviera, pues esa tarde estaba haciendo calor.
El sol comenzaba a ocultarse cuando la joven tuvo un repentino antojo de su vicio, aunque sabía que no le convenía, pero su consciencia flaqueó ante sus deseos.
—¿Qué más da?, Nojiko no me verá así que no se preocupará—. Pensó.
Abrió el cajón de su buró encontrándose con la caja de cigarros, aunque ya vacía, y la maldijo internamente.
Miró el reloj, dándose cuenta que aún faltaba para la llegada de su hermana.
Sonrió satisfactoriamente y se colocó sus zapatos y chamarra lo más rápido que su cuerpo se lo permitió.
—Bien, ya estoy lista—,se dijo internamente mirando hacia su espejo con una leve sonrisa.
Tomó las llaves de su hogar, una libreta en la que bocetaba paisajes o mapas y su lápiz, también algo de dinero que había en la mesa.
Cerró la puerta de su hogar, y después su reja, ya que había tenido un mal día decidió explorar la zona para nublar esos malos pensamientos, y con suerte dejarlos pasar, aunque tendría que reponer su vieja cajetilla por una nueva.
Y así, fue en orden de acuerdo a sus prioridades, pasó a un pequeño kiosko, en el que se encontraba una anciana vendiendo varios productos: golosinas, algunas bebidas, y su principal objetivo, cigarros. Al parecer la mayor necesitaba el dinero pues generalmente no los vendían a menores, pero ni siquiera se planteó preguntarle la edad a Nami.
Contenta porque su primer tarea había sido un éxito, decidió ponerse a explorar el lugar, tomó fotos de todo lo que pudo, ya que lo dibujaría en su mapa.
Se sentó en una banca que había en el camino y comenzó su creación.
Por otro lado, en el Baratie se encontraba Luffy, siendo la razón de la burla de todos sus colegas, que no paraban de carcajear; Usopp estaba tumbado en el piso apretándose la barriga con las dos manos, pues se había reído tanto que ya le dolía la panza; Zoro, también reía a carcajada limpia, algo bastante inusual pues era bastante serio, de Franky y Brook se podía concluir lo mismo.
—¡Eres...súper...listo..!—, decía entrecortadamente Franky, pues sus carcajadas no le permitían hablar correctamente.
Mientras, él azabache se ponía rojo de la vergüenza.
Al ver a Nami parada frente a ellos, en realidad le dió igual, aunque a su conquista no. Pero al contárselo a sus amigos, y ver cómo se burlaban de él, si que lo hizo sentirse un poco apenado, pues eso no iba en él.
Chopper también se sentía apenado, pues siendo el menor de la banda no había experimentado ese tipo de contactos, era muy inocente, aunque no se podía decir lo mismo de los demás.
Sanji, que atendía algunas mesas cercanas, había escuchado todo el relato a la perfección, riéndose de su líder. Aunque al haber mencionado el nombre de la joven que había conocido ese mismo día, corrió a la mesa de sus amigos como rayo.
Y Robin, que pasaba a cambiarse pues ya había terminado su horario de trabajo, alcanzó a escuchar una parte del chisme, a lo que rió internamente.
—...La conocí hoy—, mencionó el rubio enamoradizo—es un ángel, me quedé hablando un rato con ella—los miembros del grupo se interesaban cada vez más por la chica, sin duda se oía que era divertida.
Pero Luffy, al oír como hablaba su amigo sobre Nami, se sintió celoso, y era de esperarse, pues era como un niño: si él veía algo primero no le gustaba prestarlo, pero Nami no era un juguete, así que sus berrinches iban demás pues ni siquiera había interactuando mucho con la chica.
¡Pero vaya chica!
Así continuaron burlándose de la "hazaña" del líder, hasta que llegó Vivi, la integrante más reciente de la banda, que no se había dado a conocer como los otros.
Salvó a Luffy, pues decidió cambiar el rumbo de esa conversación.
Hacia esto, Luffy hizo un discreto gesto agradeciéndole, a lo que ella sonrió.
—Luffy, tal vez deberías pedirle perdón a la chica que los vió—, susurró su amiga cerca de él.
—¿por qué?—él no había hecho nada malo, en realidad le daba igual.
—Tal vez se siente apenada por eso, y en realidad no es su responsabilidad, sino la tuya y de la chica que estaba contigo, además, ¿no crees que fue inapropiado?
El chico pareció pensárselo, colocó sus manos en su nuca y cerró los ojos.
—Tal vez...—susurró.
(...)
Nami regresó a su hogar, admitía que se sentía mucho mejor después de haber terminado su boceto, esperaba encontrarse con Robin para hacer su tarea juntas, y contarle cómo le había ido en ese espantoso día.
Pasó a su casa recogiendo los libros con los que trabajaría y escribió una nota a Nojiko explicando que iría a casa de su amiga depositándola sobre la mesita de su sala, no sin antes verificar que su amiga se encontrara en casa.
Tocó la puerta esperando que la azabache le abriera, sin embargo, no pasó —está abierto—escuchó tras la puerta de madera, indicando que entrara a la casa por si misma.
Sonrió complacida adentrándose al hogar de su amiga, encontrándola sentada en el piso viendo televisión.
—¿Y cómo te fue?—dijo Nami sentándose en el sillón.
—Bastante bien—,sonrió la azabache—el restaurante es bastante lindo, y había un chico bastante guapo, además, pude enterarme de lo qué pasó contigo.
Nami chilló espantada, ¿cómo podía ella saberlo?, ¿lo sabría toda la escuela?
Su amiga pareció leer sus pensamientos, y antes de que Nami pronunciara una palabra, lo hizo Robin:—No es tan horrible como piensas, nuestro vecino tiene un grupo de amigos...bastante agradables,— colocó una mano en su barbilla y recordó al guapo peliverde que había visto—el punto es que llegaron a almorzar al lugar en el que trabajo, al parecer porque son amigos del hijo del dueño, como oí que mencionaron tu nombre, me acerqué discretamente, aunque todos le hacían burla a Luffy, pues lo habían encontrado teniendo sexo—. Nami se sonrojó ante la falta de pudor de su amiga, mientras, la azabache miró seria a su amiga y continuó:— Nami, no tienes porque avergonzarte, pues no hiciste nada malo, no te desanimes solo por haber tropezado con una pequeña piedrita, aún hay demasiado camino que recorrer y te aseguro que en menos de la mitad habrás olvidado un insignificante hecho como este.
La pelirroja se sintió feliz ante lo que la morena le dictó, aunque no supo cómo sentirse al darse cuenta que Robin pensaba que se sentía así solo por la escena que había presenciado, y no por cómo la habían tratado todos en el día.
Cuando Robin terminó de hablar, Nami tomó asiento a la par suya sacando sus libros y estuche para estudiar.
—Se que llevamos poco tiempo de tratarnos, pero me alegra saber que cuento contigo Robin, gracias, me has hecho sentir mejor—.La pelirroja finalizó mostrando una sonrisa en su rostro.
Tal vez le había ido mal, pero se consoló pensando que era un día, que en un futuro probablemente no recordaría, en ese momento decidió cambiar de página y hacer como si no hubiera pasado nada.
Robin tenía razón: ni con los maestros, ni con Luffy ni Shirahoshi tenia porque avergonzarse o sentirse mal, no había hecho nada que estuviera mal, pero podía aprender de sus errores y tratar de no volverlos a cometer.
Con esa motivación, decidió comenzar a hacer su tarea, en pequeños lapsos ambas platicaban, e inclusive se ayudaban en lo que no entendían.
Dieron las once y media de la noche, y Nami decidió partir a su hogar, pues se estaba haciendo tarde y Nojiko se preocuparía—aunque viviera prácticamente enfrente—, sabía que debía haber metido su celular en su bolso antes de partir de su hogar.
Suspiró, se despidió de su amiga y caminó resignada a su morada.
Cuando llegó, vió todo el lugar con las luces apagadas, y se extrañó, caminó hacia el cuarto de su hermana, donde la encontró abrazada de un chico, y salió corriendo de ese cuarto, hizo una nota mental para preguntarle quién era ese sujeto y por qué estaba en su hogar.
Caminó hacia su cuarto, y colgó su bolso tras la puerta, se lavó los dientes y la cara, había cenado en casa de Robin por lo que no tenía hambre, se colocó su pijama y se arropó, aunque se tentó a abrir sus cortinas. Haciendo caso a sus deseos, comenzó a caminar hacia ellas.
No entendía como un chico que se veía tan dulce como Luffy podría ocultar tantas cosas, aunque, si lo pensaba bien, el chico era bastante varonil, con rasgos bien marcados, no lo negaba, era muy guapo, aunque lo poco que había conocido de él lo hacía muy confuso: se comportaba como un joven ingenuo, pero las escenas que vió en la biblioteca sin duda no tenían relación con una persona ingenua, en fin... no se revolvería la cabeza con algo como eso, a mitad de camino hacia sus cortinas, regresó a su cama, arropándose.
Cuando de pronto, escuchó golpes con origen en el vidrio de su ventana, se levantó rápidamente y abrió sus cortinas, viendo al azabache despeinado, con una camisa roja y ojeras casi imperceptibles.
El chico alzó la mano a modo de saludo, y ella se lo devolvió, pensó que hubiera sido más conveniente dormir, ya era bastante tarde.
—Hey—le dijo con una sonrisa.
—Hola—, dijo la pelirroja tímidamente, simplemente se sentía muy incómoda, ¿qué se hace cuando te encuentras a dos personas dándose amor?
Sus palabras serían:—¡Hola campeón!, ¿cómo fue el polvo?, ¿siguieron o le guardaron respeto a la biblioteca?
¡No! No podía hacer eso, suspiró resignada, sin escuchar lo que el chico decía.
—...entonces, deberías ser más cuidadosa—, lo oyó decir.
Un grito de indignación salió de su boca al oír esas palabras.
—¡Ustedes son los que deberían haber sido más cuidadosos, Luffy!—dijo apuntándole con el dedo índice, el chico sonrió altivo colocando su mano en su mejilla, recargándose en el marco de su ventana.
—Pero debiste haberlo intuido, Nami.
Ya estaba, el azabache la estaba sacando de sus casillas, por lo que caminó hacia su cama, —desconcertando al joven—, y tomando su almohada gris.
Hizo un lanzamiento digno de un jugador de béisbol, dándole de lleno en la cara al chico, ya no se sentía avergonzada, ni incómoda, y mucho menos culpable, ¡Luffy era un idiota!
En un parpadeo su propia almohada la tiró al piso, encajándola en su cuidado rostro.
Definitivamente Luffy no tenía idea de con quien se había metido.
A punto de tirarle cualquier cosa de vidrio que sirviera para dejar al chico en el hospital con un buen chichón, escuchó sus palabras:— Sé mi nakama Nami, me agradas—. El chico extendió su mano todo lo que pudo para que la pelirroja la tomara, sellando su amistad.
Por un momento se quedó muda, los lapiceros que yacían en su mano se resbalaron dando contra el piso.
Miró a su vecino, su cabello se mecía suavemente por el viento que azotaba esa noche, sus ojos brillaban con la luna, y la sonrisa de superioridad que le había brindado hacía momentos atrás, se había transformado en una sonrisa cálida, su mejilla izquierda, tapada por la mano que usaba para recargarse en el marco, y la derecha, esperando una respuesta de su parte, se quedó unos segundos así, observándolo, y el regresaba la mirada con la misma intensidad.
Le devolvió la sonrisa de la misma manera, y sin muchos rodeos, extendió su brazo todo lo que pudo, las yemas de sus dedos se tocaron, y cuando pensó que no iba a poder tomar toda la mano del chico, el la extendió aún más, cambiando de posición, recargando todo su cuerpo en el marco de la ventana.
Ambas manos se unieron, enviando una descarga eléctrica alrededor de la chica, sintiéndose bastante feliz.
—Tú también me agradas, Luffy—. Dijo la chica, aceptando la propuesta del azabache con una enorme sonrisa en su rostro.—¡Pero no quiero volver a presenciar esos actos tan sucios en la biblioteca!—dijo reventándole la almohada en la cabeza de nuevo.
Y así, pasaron peleándose toda la noche.

Nuevo Hogar. (AU luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora