Nunca había sentido lo que era tocar fondo hasta que lo viví. Me sentía más sola que nunca, de hecho lo estaba. Ni siquiera era mi país, ni mi gente; no habían los puestos de empanas de doña Marta a la vuelta de mi casa, ni el metro que llevaba del un norte al sur de la ciudad. No era Medellín, no era mi familia, ni mis amigos, ni mi casa. Quería mi vida, vuelta. Quería ser yo.
Todo parecía la típica película gringa en que el o la paciente (en ese caso yo), abría los ojos lentamente y preguntaba ¿Dónde estoy? y su querida madre o novio le decía "En el hospital, sufriste de un accidente" y bla bla bla claro que mi accidente era que mi progenitor había me había golpeado, insultado, etc. Mejor no decir el resto.
La habitación estaba sola, era blanca. La camilla donde reposaba estaba en el medio, justo al lado derecho había un aparto que junto con la cosa extraña que rodeaba mi dedo índice monitoreaba mis latidos y una estructura metálica larga colgaba el medicamento que poco a poco entraba por mis venas. Junto a la pared un sillón y después un mesita pequeña con una revista arriba de ella. Del lado izquierdo estaba la mesa de metal con rueditas que llevaban las enfermeras a todos lados. En la parte superior había dos tarritos de cristal con su tapa blanca, uno de ellos llenos de algodones y el otro de paleticas de madera, de esas que te meten en la boca para revisarte.
No había nadie más, solo yo. Mi cuerpo dolía, la bata que tenia puesta no cubría del todo los moretones en mis piernas y brazos. Eran una mezcla de morado, rojo, verde y azul. Sentía los labios resecos al igual que mi garganta, cuando los remoje con mi lengua un leve dolor salió del pliegue derecho, lleve dos de mis dedos ahí, tenia el labio partido; esos mismos se llegaron a mi frente, esa zona palpitaba y el dolor esa insoportable.
Unos gritos se escucharon fuera de la habitación, después un grupo de enfermeras y doctores pasaron al frente de la puerta que daba hacia el pasillo corriendo. Eran tantas voces a la vez que no pude distinguir ninguna. En mi mente hubo un pequeño debate mental, ¿Debería pararme e ir a ver que pasaba? o ¿Simplemente debía cerrar los ojos y descansar?
Claro que no fue así. Poco a poco me levante hasta dejar mis pies colgando de la camilla, revise con la mirada y no halle ningunos zapatos por lo que apoye los pies poco a poco encontrando el equilibrio adecuado. Lo que colgaba la intravenosa tenia ruditas, la tome con mi mano derecha y comencé a dar pequeños pasos, uno tras otro intentado no caer, estaba mareada.
El pasillo no era ni tan corto, ni tan largo pero claro, para una persona en mi estado se veía como un túnel sin fin. Con un poco de esfuerzo y ayuda de las paredes de las que me sostenía llegué. En uno de los extremos de la sala estaba Sebastián acorralado en la pared por dos oficiales. Su cara estaba roja, tenía la vena de la frente marcada y sus brazos finalizaban con sus manos en puños.
Del otro extremos estaba él, dos policías lo tenían inmovilizado contra en el suelo, uno de ellos sacó sus esposas y se las puso, primero la derecha, después la izquierda. Mónica miraba la escena aterrorizada, al lado de ella había un señor, no sabía quien era pero estaba allí abrazando a mi mamá. Cuando lo levantaron del piso se tambaleó hasta encontrar el equilibrio para poder mantenerse. Su labio estaba partido, su ojo izquierdo estaba hinchado y tenía un morado en el pómulo derecho.
Evité todo contacto visual con el. No dejaría, o por lo menos trataría, de que no me viera débil nunca más. Ya me había humillado lo suficiente, la vida lo había hecho, y yo ya me había cansado. Enfoqué toda mi atención en mi hermano y su estado. La irá se le notaba por los cielos, el odio, la frustración y el dolor; yo estaba igual, pero eso no importaba, importaba él.
Di un par de pasos al frente hasta captar toda su atención, la de él y todos los espectadores. Quienes lo detenían soltaron poco a poco su agarre permitiéndole llegar a mi en pasos apresurados. No fue el único; entre él, mi madre, un doctor y dos enfermeras me rodearon por completo, unos para sostenerme y otros para mirarme y quedarse mudos. El silencio que se armo era totalmente desgarrador y tormentoso. De esos que hacen el ambiente tenso, de esos que dicen mucho pero a la vez callan mucho...
-¿Dónde esta Samuel? -mi voz retumbo y llegando a todos los tímpanos presentes. Era lo mas coherente que llego a mi mente
-Está en casa de Mateo con Emilio... -respondió mi hermano
-Quiero verlo -dije tan dura como podía
-Señorita, debe guardar reposo, sufrió golpes muy fuertes y... -Intercedió el doctor pero no lo deje terminar
-Ahora. No pienso quedarme aquí, no lo necesito, estoy bien. Vendré a revisión mañana si es necesario, pero ahora quiero ver a mi hermano
-No es lo mas recomendable María José, necesitas descansar -Se metió mi madre
-Descansare en casa, con mi hermano. No quiero quedarme aquí, estoy bien, solo necesito salir de acá -Sabía que era necesario estar bajo supervisión, pero no quería a ningún extraño cerca, a excepción de Samuel; Sebastián y Mónica.
-Pero... -lo mire suplicante- está bien ¿Le pueden dar de alta? la traeré mañana a primera hora para hacerle los exámenes necesarios
-¿Seguros? es mejor que se quede aquí por lo menos hasta mañana -miro a mi madre
-La llevaremos a casa
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CUATRO -Mateo Palacios y Majo
FanfictionMajo (María José) es una chica de 13 años de nacionalidad colombiana, ella es o fue adoptada, pero a sus 12 años, conoció a su familia biológica quienes viven en Argentina, La Boca. Allí, conoce a Mateo quien tiene 17 años y es amigo del hermano may...