Sus manos se envolvieron lentamente al rededor de mi abdomen, abrazándome por detras y pegando su cuerpo contra el mio. Segundos después sentí su mejilla en mi hombro y su mentón rosaba mi cuello. Instintivamente moví mi cabeza hasta recostarla sobre su hombro y disfrutar un rato de paz.
Ninguno pronuncio palabra, el silencio era cómodo. Su abrazo reconfortante.
-¿Quieres hablarlo? -Cuestiono en un pequeño susurro. Negue con mi cabeza.
-Aun no logro procesar todo. Es demasiado -Suspire.
-Tranquila, tomate tu tiempo -Apretó el agarre.
-No lo se Mateo, todo esto es tan complicado y tan frustrante que me tiene agotada -Cerré mis ojos evitando que mis ojos se llenen de lagrimas.
Mateo no dijo nada, su silencio me dio a entender que estaba buscando las palabras para hablar.
-Solo ten en tu mente que eres mas fuerte de lo que todos creemos y que pase lo que pase, vas a salir adelante con el mentón en alto -Nuestras miradas se encontraron.
-Lamento no haber respondido a tus mensajes... yo -Aparte la vista- No quería ver a nadie y...
-Esta bien, lo entiendo -Me cortó y se lo agradecí internamente.
-Tienes hambre? -Cambie de tema.
-Algo, vamos a ver que hacemos mientras llega la hora del almuerzo.
-¿Sanduche? -Propuse.
-¿De verdad? -Alzó una ceja.
-Nunca fallan, fáciles, ricos y efectivos, mijo -Me encogí de hombros.
-Hay galletas y chucherías en la alacena -Señalo con su dedo uno de los estantes.
-Mecato -Dije cuando vi todo lo que había
-¿Ah? ¿Me- qué? -Me miro raro.
-Me-ca-to, es como chucherías pero ajá, mecato le decimos nosotros -Expliqué- ¿Oreos? -le ofrecí y el asintió
-¿Leche? -acepte y nos sentamos en la mesa.
Comimos dándonos una que otra mirada de vez en cuando y los recuerdos llegaron sin avisar. Mi mente viajo a ese día, mi piel se erizo de solo recordar el orgasmo que había tenido gracias a un pequeño roce que tuve con el. Después, de un momento a otro su cara apareció, su mirada cargada de rabia y su mano en mi cuelo recordó la sensación de escases de aire en mis pulmones. El sonido del cierre de su pantalón, gritos, golpes, sangre.
Instintivamente lleve mi mano a mi cuello, era mi manera de asegurar que nada de eso estaba pasando en ese momento, que estaba bien y segura. Mateo miro mi mano, entrecerró sus ojos y supe que el lo supo, que yo estaba recordando. El nudo en mi garganta se hizo presente. Sentí mi mirada perdida aunque estuviera enfocada en el. Me sentí lejos, en otra galaxia, ausente.
-Mari -La voz de Emi me trajo a la realidad bajo las escaleras con semblante somnoliento.
-Corazón, ¿que paso?
-Me duele- Mucho obtuvimos como respuesta. Mire al muchacho que estaba frente a mi enfocado en su hermano.
-¿tienes bicarbonato? -Recordé lo que mi mamá solía darnos cuando nos dolía el estomago.
-Si, ¿por? -No entendió.
-Ayuda con el dolor de barriga y la llenura, ven Emi -Lo llame con mi mano y los tres llegamos a la cocina. Prepare un poco del polvo blanco con un tris de agua y se lo día al pequeño que hizo una mueca fea.
-Eso sabe feo -Sacó la lengua con asco.
-Tómatelo Emi, así estarás mejor -dije.
-Es para que se te quite el dolor enano, tómalo rápido y ya -apoyo
Emi se lo tomo y volvió a la cama, seguía muy dormido, me causaba ternura. Sin poder evitarlo bostece.
-¿Queres dormir? -hablo el y no supe que responder, me dio miedo el tener pesadillas a su lado como me había sucedido últimamente.
-Yo... si -dije finalmente, estaba agotada en todos los sentidos.
-Sube, voy enseguida, recogeré todo.
Sin reproche subí las escaleras y me fue fácil encontrar su habitación, ya había estado ahí después de todo... Saque mis zapatos y me quede parada viendo todo.
-¿Te presto algo cómodo? -entro mateo sacándome de mi bucle.
-Por favor- hable viéndolo cerrar la puerta. en nada estaba con una camisa larga de el en mis manos lo mire y entendió, se dio vuelta y me cambie. no era que me diera pena ante el, ya me conocía, pero aprecie su gesto,
-Listo - comente cuando termine y sentí su mirada escaneándome, no le puse atención, no me pondría roja como siempre y simplemente me senté. El se saco la remera en silencio junto con sus zapatos y pantalón ¿donde quedo lo de no ponerme roja?
-Tomate -se burlo cuando me miro.
-Tonto -contraataque y me pare para meterme entre las sabanas después de que el cerrara las cortinas por las que antes entraba el sol.
El silencio se adueño del lugar, ya me estaba acostumbrando a el cuando estaba a su alrededor. Era como si nuestras mentes fluyeran con la compañía del otro, como si algo mas allá, se comunicara.
-¿En que piensas? -rompí el silencio girándome para quedar acostada de lado.
- En lo sexy que te vez con mi camisa -me miro y por un momento vi una chispa de burla y provocación en sus ojos.
Quisiera decir que me sorprendió lo que había dicho, pero no. Había notado como sus ojos viajaban por mis piernas descubiertas y se situaban en mis pechos notando el sostén negro que resaltaba por la transparencia de la prenda que me había prestado minutos atrás. Vi como su nuez de Adán se movía desatando una fuerte y pesada tragada y el movimiento de su mandíbula, contrayéndose.
- Que tierno, Palacios -conecte nuestras miradas sin ningún indicio de pena.
-Tierno es como gemías aquel día... -se callo por el manotazo que le di.
¿Como carajos podía decir eso como si nada? su mirada no transmitía ningún tipo de vergüenza.
- Cierre la boca, cochino -entrecerré un poco mis ojos.
- Ciérrala -alzó su ceja.
- Ah ah, ni lo pienses -me reí y lo señale con mi dedo indice- ni creas que voy a caer en ese típico y tonto juego de callarte.
- No pretendía que eso pasara, puedo callarte yo sin ningún problema -contesto tranquilo.
- ¿Porque razón me callarías tu, a mi? -inquirí con una sonrisa burlona.
- Hablas mucho ¿sabes? -miro mis labios- hablas para evitar situaciones o comentarios que te ponen nerviosa o te acorralan.
- Mentira, no hablo casi, solo cuando es necesario. Incluso suelo callarme la mayoría de veces porque no se expresar muy bien las cosas y en ocasión ,incluso, digo todo de la peor manera sin siquiera quererlo o pensarlo. Mucha gente me odia por eso...
- ¿Ves? -me interrumpió- hablas y hablas y terminas en cosas fuera del tema.
- Que no -reproche.
-Que si -miro nuevamente mis ojos, todo ese tiempo estaba concentrado en mi boca.
- No es verdad Mateo, para -esquive su mirada hacia la sabana azul que nos cubría y escuche una carcajada.
- Date vuelta.
- ¿Qué? -fruncí mi seño.
- Te voy a abrazar, gira -alzo y bajo sus cejas haciéndome un gesto para que me diera media vuelta y así quedáramos pecho-espalda o mejor dicho, culo- ya sabemos que.
ESTÁS LEYENDO
CUATRO -Mateo Palacios y Majo
Fiksi PenggemarMajo (María José) es una chica de 13 años de nacionalidad colombiana, ella es o fue adoptada, pero a sus 12 años, conoció a su familia biológica quienes viven en Argentina, La Boca. Allí, conoce a Mateo quien tiene 17 años y es amigo del hermano may...