VI. La vida real

3.7K 274 20
                                    


Las semanas habían transcurrido sin pena ni gloria y sin que ella apenas se hubiese percatado de ello. Desde que regresó a Londres había vuelto a acostumbrarse a su aburrida rutina y casi ni había tenido ocasión de analizar mentalmente su breve visita a su ciudad natal.

Quiso regresar cuanto antes a su normalidad, a la vida que una joven de veintitrés años se supone que tenía que llevar y, aunque no era tan emocionante como toda la película que acababa de vivir, pensaba que lo mejor para su salud mental era que las cosas fuesen así.

Se había reencontrado con sus amigos y compañeros de clase, y se estaba dando cuenta de que era agradable volver a charlar con gente normal. Gente de su edad, sin hermanos perseguidos por la policía ni vecinos delincuentes. Todo era mucho más fácil de esta manera pues, a pesar de la trivialidad de las conversaciones que mantenían, el hecho de poder refugiarse en esa pequeña burbuja le aportaba la tranquilidad que tanto necesitaba.


En el ámbito académico no le iba todo lo bien, y en sus exámenes no había obtenido las calificaciones que esperaba, pues los excesos le habían terminado pasando algo de factura. Además, últimamente no encontraba la motivación que siempre había tenido y eso le preocupaba, pero al margen de eso, no se podía quejar.

Las cosas con Robert —o Rob, como ella le llamaba cuando estaban juntos— parecían ir algo mejor. Ella se había propuesto poner más de su parte para que la relación se mantuviese a flote y, de momento, aquellos extraños pensamientos que le vinieron a la cabeza cuando estuvo en Small Heat seguía manteniéndolos a raya. Aunque con tristeza se había dado cuenta de que algo había anidado en su cabeza, como un eco del pasado que, presentía, no se iba a marchar tan fácilmente.


Freddie y Ada habían terminado asentándose en Londres para el alivio de Dani, cuyas preocupaciones en ese sentido se habían visto mitigadas al asumir que ya no corrían peligro alguno. Además, ahora podía verlos con más frecuencia, cuando quedaban los tres en un parque para charlar o tomar un café. Dani comprobaba con asombro —y casi con terror— cómo el vientre de su amiga, que ya estaba de ocho meses, crecía cada día, mientras se preguntaba si ese instinto maternal del que tanto hablaban es algo que te da la edad o lo tienes desde siempre. Ella el suyo no lo encontraba por ninguna parte.

Pero desde hacía ya algo más de una semana que la pareja había regresado a Small Heat, para que el testarudo de Freddie pudiese mover una importante cantidad de libras procedentes del partido comunista desde Londres hacia Birmingham. Ada, como la inconsciente que era, se había empeñado en acompañarlo y los dos habían viajado en una barcaza por el río para llevar a cabo su cometido, y de paso volver a exponerse ante las autoridades.

Dani, a pesar de negarse en rotundo desde el momento en que se enteró, poco pudo hacer ante aquel par de insensatos, mas que rezar por que ni la policía ni ningún Shelby supiesen que estaban allí.


No sabía nada de ningún miembro más de aquella familia. Ni si quiera de Thomas. Su último recuerdo era el de él dormido sobre ella y Dani había lo había revivido en su mente ya demasiadas veces —más de las que se atrevería a admitir—, sobre todo durante los primeros días. No entendía cómo algo tan simple había podido alterar tanto su paz y se preguntaba si él recordaría aquella noche tanto como ella aunque, lamentablemente tenía el presentimiento de que era otra mujer la que ocupaba sus pensamientos.

Aquella madrugada, cuando salió de la casa, un frío la invadió por partida doble. El del cuerpo, rápidamente se disipó después de caminar apresurada durante algunas calles, pero el otro se había instalado en su pecho, y aún la acompañaba hasta el día de hoy.

𝕭𝖑𝖔𝖔𝖉 𝖆𝖓𝖉 𝖘𝖆𝖙𝖎𝖓    //    ᴘᴇᴀᴋʏ ʙʟɪɴᴅᴇʀꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora