XXII. Revelaciones (parte 2)

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Para salir del baño tuvo que mentalizarse y armarse de valor. Era como salir de la pequeña burbuja de seguridad que acababa de crearse. Aún vestida con la ropa de Thomas se sentía desnuda frente a él, temiendo por si encontraba algún indicio de la crisis que acababa de tener.

Fingiendo normalidad finalmente salió y lo encontró en la cama con un libro entre las manos. Vaya, no esperaba que un hombre como él leyese antes de dormir. No pudo ver de qué obra se trataba pues lo guardó rápidamente en el cajón de la mesita de noche. Sus ojos la miraron por fin, y nadie en el mundo podría haber adivinado qué era lo que estaba pasando por su cabeza. Tomó el cigarro que descansaba en el cenicero y se lo llevó a los labios mientras la contemplaba con atención. Su pecho desnudo inhaló una sola vez y expulsó el humo lentamente, haciendo un leve gesto con la cabeza para que ella se acercara. Dani hizo caso, sintiéndose un poco tonta, y también se metió en la cama, mirando al techo y rezando porque aquella situación tan extraña acabase cuanto antes.

Aún siendo lo más surrealista que había vivido en mucho tiempo, pudo apreciar por el rabillo del ojo que a Thomas parecía divertirle su reacción. Impulsada por una nueva idea, se abalanzó por encima de él para alcanzar el vaso de whiskey que descansaba sobre su mesita. Dio un largo sorbo. Aún no estaba lo suficientemente borracha como para aguantar aquello. Thomas se recostó por completo y giró sobre su costado para mirarla con la cabeza apoyada en su mano, como si todo en él estuviese perfectamente ensayado para resultar irresistible.

— ¿Qué estás pensando?

Dani suspiró ¿Por dónde empezar?

— Que tienes al menos una docena de habitaciones vacías y me haces dormir contigo. No eres un buen anfitrión que se diga—bromeó, tratando de desviar la atención sobre ella.

Él expulsó el aire por la nariz, casi divertido.

—Cuando estás nerviosa no dejas de decir tonterías.

— No estoy nerviosa.

— Te he dejado usar mi cuarto de baño. Soy un buen anfitrión.

— Y has intentado escabullirte dentro mientras yo estaba bañándome —le recordó Dani y él respondió con una fascinante sonrisa.

— Tenía que intentarlo —se encogió de hombros.

Dani también rodó sobre su costado para quedar frente a él. Estaban tan cerca que el aliento de Thomas le golpeaba en la cara, y su dulce olor le abrumaba más que el vino y el whiskey, que ya empezaban a hacer estragos en su cabeza.

— No sé qué hubiera hecho sin ti hoy —murmuró él de nuevo.

El hecho de que Thomas le hablase tan abiertamente de su vulnerabilidad era algo que le sorprendía y le hacía sentir extraña.

— Shhh. No digas nada —como atraída por una fuerza invisible, y sin pensar demasiado bien en lo que hacía, Dani se tomó el peligroso atrevimiento de colocar su dedo índice sobre los labios de él.

En ese instante la habitación se cargó de un ambiente mucho más tenso. Thomas cerró los ojos ante el contacto con los dedos de Dani, y cuando los volvió a abrir, su rostro había adoptado un semblante mucho más serio, y el azul cristalino se había vuelto un tono más oscuro. Se acercó más, dejando su rostro a escasos centímetros del de ella, y le sostuvo la mirada tomando su barbilla con la mano libre. Ella se quedó paralizada, arrepintiéndose de haber realizado ese acercamiento, pero conocedora de que le había sido imposible resistirse.

¡Tienes que parar esto, estúpida! Gritaba ferozmente la vocecilla de su conciencia. Y tenía razón. Tenía que pararlo, pero no encontraba las fuerzas ni las ganas de hacerlo.

𝕭𝖑𝖔𝖔𝖉 𝖆𝖓𝖉 𝖘𝖆𝖙𝖎𝖓    //    ᴘᴇᴀᴋʏ ʙʟɪɴᴅᴇʀꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora