XIV. El Edén

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La música demasiado alta retumbaba en sus oídos. Sentada a la mesa miraba distraída a su alrededor, a los hombres y mujeres que bailaban al compás de aquel endiablado swing. Se movían tan frenéticamente que parecían estar convulsionando. Unos hombres tocaban la batería y el saxofón sobre un pequeño escenario, pero nadie realmente parecía prestarles atención.

La gente que frecuentaba aquel local solo parecía centrada en sus propios placeres. Sexo, alcohol y drogas. Al fin y al cabo, ese es el efecto que produce la cocaína. Si agudizaba la mirada hacia los rincones más oscuros del lugar podía ver a parejas follando de pie o sobre los sillones, completamente desinhibidos y ajenos al resto del mundo. Ella sabía que no era nadie para juzgar los vicios de los demás, pero la escena le parecía tan bochornosa que le causaba risa. Seguramente aquellas mismas personas —todos jóvenes de buena cuna y de familias acaudaladas— irían a misa al día siguiente.


Dani volvió a centrar su atención en la mesa. Realmente no sabía de qué están hablando sus acompañantes y tampoco le interesaba demasiado. Mary, situada enfrente de ella, le hizo un pequeño gesto ofreciéndole aquel polvo blanco mientras se rascaba su pequeña nariz respingona. Era una muchacha muy agradable pero, lamentablemente, cuando estaba tan colocada haría cualquier cosa por medio gramo más. Literalmente cualquier cosa.

Ella negó con la cabeza. Odiaba el efecto que le producía, la sensación de agobio, la hiperventilación y el hecho de que no poder sentir la cara. Pero sobre todo le asustaba la dependencia que una droga como aquella pudiese causar en alguien con tan poca fuerza de voluntad como ella.


Se levantó sigilosamente sintiendo algo de lástima por ella, así como por la otra muchacha que los acompañaba —de la cual ya no recordaba su nombre—. Robert y los otros dos hombres se encontraban enfrascados en una estúpida conversación sobre política, como si fuesen tan importantes que de ellos dependiera el futuro del país. Y ellas tan solo eran los rostros bonitos que los acompañaban. Se dio cuenta de que ella también era una más y sintió una punzada de ira por un instante.

Se dirigió a la barra para pedir una copa más. Aquella noche Robert había insistido tanto para que saliera con él que al final había accedido. Pero, ¿para qué? Si luego no le hacía ni caso. Al fin y al cabo, aún había pasado muy poco tiempo desde lo de Freddie, y ella seguía sin estar en su mejor momento. Bostezó cubriéndose la boca con la mano. Aquello era terriblemente aburrido. Aquellas personas eran terriblemente odiosas. ¿Por qué seguía saliendo con ellas?


A pesar de que ya llevaban algo más de dos años viéndose intermitentemente, su relación con Robert no había avanzado ni un ápice. Él era demasiado inmaduro como para contemplar la idea de tener algo más, y a ella le parecía lamentable que un hombre de su edad continuase estancado en la adolescencia pero, al fin y al cabo, seguían siendo una distracción el uno para el otro.

Dani tampoco encontraba su camino, y prefería navegar a la deriva sin tener que pensar ni intervenir demasiado sobre las cosas que le rodeaban. Había terminado dejando sus clases unos meses atrás debido a la enfermedad de su hermano, y a la apremiante necesidad que tenía Ada en ese momento de tener algo de ayuda en casa. El hecho de renunciar no era algo que le hubiese afectado demasiado. Por otro lado, los señores de la casa en la que trabajaba habían decidido afincarse permanentemente en su residencia de campo en Glasgow y, como Dani no había querido partir con ellos —pese a las muchas insistencias por parte de la señora Hudson— había tenido que buscar otro trabajo. Ahora vivía con Ada y el pequeño Karl en el apartamento que antes ésta había compartido con Freddie, y llevaba unos meses trabajando en una fábrica de conservas. Trabajar muchas horas y cobrar una miseria, aquella era su vida ahora. Cada vez entendía más a su hermano y toda su palabrería sindicalista. ¿Dónde habían quedado sus ganas de comerse el mundo?

𝕭𝖑𝖔𝖔𝖉 𝖆𝖓𝖉 𝖘𝖆𝖙𝖎𝖓    //    ᴘᴇᴀᴋʏ ʙʟɪɴᴅᴇʀꜱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora