Mi refugio

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Capítulo 25

Mari se dirigía a por unas botellas de agua y algo de comer para Mel que se veía pálida, aparte de ansiosa y muy nerviosa, y así, que aprovecho esta excusa para alejarse de esa arpía, que se había convertido en la suegra de su mejor amiga, la cual ya la tenía hasta coronillas con sus benditas indirectas.

Salió de unas de la lujosa cafetería desilusionada. Todo costaba un riñón ahí adentro. Sólo puedo comprar un emparedado y un juego para su amiga ya que no alcanzó para más.

Maldita bruja, no se pudo antojar en ir a un centro comercial normal que no fuera tan extravagante. — se quejó mientras caminaba distraída.

Mari siguió su camino, más cuando vio a lo lejos a su maldito jefe, maldijo una y otra vez por lo bajo.

Ese hombre le salía hasta en la sopa, ni siquiera, en su día de descanso se podía librar de su presencia, así que decidí desviarme por otro camino, no obstante, este me vio y me miró fijamente, de una forma indescriptible que no pude descifrar y no tuve otra opción más que morderme la legua, al ver que se estaba acercando.

Pensé que el día de hoy ya tenía suficiente calvario con la serpiente, y resulta que no, que mi peor desgracia la tengo en frente.

—Señorita Polanco, que Milagros encontrarla en un lugar como este — dijo el sujeto sin emoción en su tono de voz.

—No le veo nada de malo o es que cree que sólo los de su clase pueden comprar un lugar como este— me muerdo la lengua al darme cuenta la idiotez que había dicho ya que es algo obvio.

—Para su desgracia sí. Este es un lugar demasiado exigente para su condición económica— dijo este, seco.

Mari quiso agarrarlo y despellejarlo vivo en ese momento.

Pero quien se creía ese idiota para tratarla de aquel modo, tan grosero.

—Mire Señor...

Mari se quedó con la palabra en la boca cuando apareció de repente una morena despampanante, muy hermosa, que le rodeo la pintura y luego devoró sus labios en un apasionado beso.

—¿Quién es esta, Adán? — interrogó a la morena después de habérselo comido, como una fácil.

Esta la miro con desprecio arrugando la cara, como si Mari fuera un bicho asqueroso.

—Miré pirufa, está tiene nombre y es Mariana— le advirtió está en un tono de voz amenazante.

—Pirufa serás tú, estúpida— reaccionó la morena, engreída. —o es que aún no te has visto en un espejo.

Mari estaba vestida con un vestido de estampados de rosas, en v, que le llegaba a las rodillas de color azul marino, con unas sandalias bajista y como asesorías sólo portaba unos pendientes, simples.

—jajaja— comenzó a reír la pelinegra de piel clara, con fastidio al ver la mirada de superioridad de ella— será mejor que midas sus palabras y no se meta conmigo— dijo amenazante con la poca paciencia que le quedaba.— no querrás conocerme enfadada...

—Mire señorita...— la interrumpió el rubio. Para intentar regañarla, más, Mari dedujo sus intenciones y se le adelantó.

—Escúcheme usted a mí, aquí no estamos en el hospital, usted no es mi jefe en este momento, no tiene derecho a regañarme ni yo tengo porque callarme los insultos de su querida novia o lo que le dé la gana. Así que amarre a su loca si no desea que se la deje como coladera, por engreída. Ahora, si me lo permite, me tengo que ir, no tengo ganas de seguir viéndole la cara en mi día de descanso.

Mi Jefe Es Un PatánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora