Ansiedad, sí, esa la palabra indicada para iniciar esta carta de gritos ahogados.
La ansiedad es esa sensación abrumadora, pesada, cálida, pero aterradora que adormece por completo el cuerpo, acelera la revolución de los pensamientos, la de la respiración, la del corazón, la de la sensación, esa maldita sensación, solo alguien que la haya experimentado sabe cuan desesperante es, ese constante presentimiento de que algo perverso nos persigue y no va a descansar hasta que acabe con nosotros.
Es como si una suave manta cubriera el cuerpo desnudo, atrapa cada pensamiento, cada sentimiento y sensación estos rondan una y otra vez en la mente, como si de un delicado patinador sobre la pista se tratase, con impulsos suaves, pero constantes, determinados, arrolladores, aterradores, se mantiene en pie recorriendo con crueldad, el firme suelo se transforma en una gélida pista de hielo, y las ruedas de los patines en unas afiladas cuchillas, cada paso que da desconcierta, congela el alma y la rasga de a poco con el filo del patín, después aparece otro, más violento, más determinado y así poco a poco la maldita pista se va llenando de diferentes personajes, muchos no tienen un rostro definido, otros gritan, chocan, debaten, lloran, son demasiado como para soportarlos o siquiera tratar de llevarles el ritmo.
