Apenas cumpliéndose unas cuantas horas del año tres mil siete, la tecnología reina sobre todo lo conocido, el hombre ya no conserva ni es guiado por sus instintos primitivos, la humanidad es humanidad solo por un capricho ambiguo.
Ella entra de nuevo a su casa después de un aburrido día, el único que viene a recibirla es un viejo gato negro sin nombre, que ha recogido tres noches atrás y que Ella misma denomina basura, la chica simplemente ignora el gato y este maúlla como si le protestara por su indiferencia.
Continúa su camino a la cocina, desabotona su camisa, saca de su blanquecino pecho una bola de cristal, en ella su corazón palpita nervioso si llegara a caer sería el fin, una muerte segura, abre el refrigerador, ojea el interior con tedio, saca jamón y queso en el lugar en donde se encontraban estos deja la delicada esfera, cierra la nevera y suspira, mira de reojo la mesa, en la cual se encuentra una foto de su madre, el único recuerdo de su infancia, si es que alguna vez tuvo una, en algunas ocasiones confunde estos recuerdos con recortes viejos de revistas.
De pronto suena el timbre, se trata de Alex, con un anuncio muy importante que ronda en su cabeza y lo tortura, quiere entregarle la esfera de su corazón, en épocas tan desoladoras como esta, se trata de la demostración total de la entrega humana, de un ser débil a otro.
-¡¡Toma, no lo necesito más, es tuyo!!- grita Alex desde la puerta, extendiendo la bola de cristal con su corazón, esperando suplicante a que le abrieran – sabes que te amo...- murmura para sí mismo.
-Gracias, déjalo en la nevera junto al mío- responde Ella aún abstraída en la comida, oprime un botón cercano al plato el cual abre la puerta y permite que el chico entre.
-No dirás nada más– siendo más una afirmación que una pregunta murmura Alex, confirmándose a sí mismo lo que tanto temía, Ella solamente niega, toma el corazón de Alex, presa de la distracción su mente asume que se trata de su corazón y se va. Alex por su parte toma el de su amiga y emprende camino fuera de la casa también.
La ira invade poco a poco a Alex, como un suave y dulce veneno, tanto que le nubla la vista, su rostro se transforma como el de una bestia y sus pulmones exhalan dolor, aprieta fuertemente la esfera que conserva en su cálida mano, Ella siente la presión en su pecho, sus pulmones se cierran y la desesperación empieza a inundarla, Alex besa la esfera suavemente y con mano temblorosa la estalla contra el suelo.