Sempiterno

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Las cuatro paredes blancas se levantan imponentes frente a mí, haciéndome sentir cada vez más y más pequeña, la oscuridad de la habitación ayuda a hacer los demonios aún más aterradores a pesar de tener mi vieja lámpara encendida para ahuyentarlos, esta noche se niegan a irse, sus garras me envuelven, adormecen mi cuerpo, me roban las ganas de vivir, a este paso el deseo de dormir es tentador, pero no hay sueño, desde hace tiempo no lo tengo.

Miro la ventana buscando el consuelo de la luna, pero no lo encuentro, esta escapa de mí recurrentemente, las estrellas me ven recelosas, brillan orgullosas y me presumen su libertad, las ganas de llorar incrementan a cada minuto, pero las lágrimas no salen, por más que lo intento no salen, suspiro por enésima vez en la noche y regreso mi vista al vacío de la oscuridad.

Ya se acerca la hora de las brujas y a pesar de ello mi mente divaga entre las posibilidades recurrentes de desaparecer, mi manta me cubre ligeramente las piernas, el calor de mi cuerpo y la incomodidad de mi alma es tan evidente que no puedo mantenerme quieta, la cama se me antoja demasiado grande para una sola persona, así que a pesar de temer a la oscuridad me levanto de manera perezosa. Mis pies descalzos tocan el gélido suelo, un escalofrío atraviesa mi cuerpo, así que descarto la idea de levantarme, el vacío que siento en el centro del pecho es más que suficiente para espantarme, me aterra el hecho de perder la calidez de mi cuerpo, la única sensación que me asegura estar viva, así que con resignación me vuelvo acomodar en la cama, levanto todas las cobijas y me refugio bajo estas, la desesperación me va inundando poco a poco, mi respiración se hace rápida y la pared frente a mí se me hace bastante interesante, deseo sentir algo, necesito hacerlo o perderé la cordura, muchos llaman a esto apatía yo lo llamo "morir en vida".

Doy vueltas en la cama, abrazo fuertemente mi compañero de tristezas y noches vacías, un viejo peluche, (me lo regaló alguien que en ese entonces me amaba) y me entrego a mis monstruos personales, la ansiedad me toma de la mano, la tristeza me abraza fuertemente, las ganas de vivir y cumplir lo que amo se esfuman, la melancolía se encarga de hacer una pequeña burbuja y situarme allí a mí, abrazo más a mi compañero, trato de llenar el vacío que cada vez va creciendo, mi cuerpo pierde su calidez, mis manos se enfrían y duelen, así como mi pecho.

No se la razón de esto, he releído una y otra vez la nota de mi psicóloga, depresión, pero no lo entiendo, no encuentro la razón, se supone que sería un gran día, pero no puedo simplemente estar bien, acaso ¿soy tan mala que verdaderamente no puedo hacer nada bien? La pesadumbre se instala en mi alma, me es tan difícil tan solo ser yo, que las lagrima por fin salen, amargas y dolorosas, una tras otra, sin parar pero a su vez sin poder sentir nada más que pesadumbre, las voces de mi cabeza me repiten una y otra vez lo mismo "nadie te ama" "eres solo un estorbo" trato de ahuyentarlas tapando mis oídos, poniendo música, pero eso solo las hace más fuertes, siento como si las palabras me golpearan fuertemente, el aire me falta y no he parado de llorar, el deseo de gritar se hace más y más tentador, tomo todo el aire que me queda y lo hago, pero me sorprendo al descubrir que no tengo voz, de mí no sale nada más que un lastimero gemido ronco, aprieto los puños tanto que me lastimo la palma de la mano con las uñas, pero, a pesar de la molestia el dolor de mi pecho no se detiene, cada vez es más difícil respirar, mi cuerpo se adormece por completo y por fin mis ojos se cierran, pesan tanto que es imposible mantenerlos abiertos, las voces gritas histéricas una y otra vez lo mismo. Después de unos contados minutos por fin Morfeo me lleva a su reino, aliviando un poco mi dolor. 

Cartas al olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora