El Parque

11 6 0
                                    


-Esto no puede volver a repetirse.-

-¿Qué?-

-Lo siento, es que, somos como la batalla de Normandía; un montón de jóvenes que se lanzaron a algo que no sabían que algo muy malo les depararía.-

Ella siempre hace comparaciones históricas para ejemplificar nuestra amistad, también yo lo hacía, pero menos seguido. su hermano le había enseñado eso antes de morir en un accidente vial, y era una forma de honrar su memoria. Pero ahora, en los instantes de justo combate verbal y físico a ninguna dw las dos se le ocurría nada que no fuera profesar alguna palabra al azar sacada de algún video musical que hayamos visto. No podía dejar de verla. Era como ver mi reflejo en un estanque dorado estanque que reflejaba mi sonrisa boba sin darme cuenta. Estabamos tan próximas una de la otra, que no podía creer lo personal e íntimo que se volvía aquel momento. A pesar de haber compartido más de nueve años de vivencias con Erith, sus ojos apasiguados reflejaban una inucitada tristesa que jamás había tenido la delicadeza de percibir, hasta entonces. Desasociego que hizo brillar un par de lágrimas como dos hetereos atardeceres crepusculares que apuntaban al cenid de lo que era mi mirar.

De repente sus gélidos pies de bailarina se posaron sobre los míos con tal suavidad, que la sutileza con la que lo hizo reflejó una combinación de confianza y osadía que reverberaba en mi interior al grado de replicarla de forma más acentuada, acariciando con mis dedos las partes de donde la tenía tomada. Sus costillas eran fuertes pues sus músculos eran resultado de diez años de ballet intencivo. Razón por la cual le había permitido cuando llegó colocar las suelas de sus zapatillas en los empeines de mis maravillosos tenis blancos para no ensuciar según ella mi piso.

Podía sentir su respiración en mi rostro, era una caricia con olor a durazno que estaba disfrutando como nada he disfrutado nunca. El recuerdo asentúa la sensación de su tierno abdomen asomándose bajo su blusa color azul cielo, mientras automáticamente se reproducía una canción en la computadora. Sus caderas pequeñas pero pronunciadas hicieron una mayor presión sobre mis muslos, cosa que yo no pude más que recibir con un honroso rubor que iba desde el pecho hasta las orejas y del cual ya no me libraría hasta la mañana siguiente.

--Me estás aplastando...-- Le dije susurrando, casi como no queriéndo perturbar el momento de silencio entre los espacios musicales de Tom Morello y su guitarra eléctrica.
No era cierto, quería que me presionara con aún más fuerza, y no solo con sus piernas, sino con sus manos en mi cuello.

--Qué sucede, quizás soy demasiado para ti.-- Dijo Erith con ese tono prepotente que tantas veces la he escuchado hacer cuando buscaba hacerme reír, o enojar.

--¿Cuál es tu problema?-- Le dije. Me había hecho enojar.
Entonces acerqué la silla con mis pies impulsando la rueda nuevamente hacia el escritorio y con el mouse detuve la canción de Audioslave - "Like a stone". Entonces su cabello otrora acomodado en su capucha con orejitas de gato, me cubrió el rostro completamente. Sin darme cuenta mi mano cayó sobre la suya y nuestros torsos se tocaron. Casi como un oxímoron entre la reminicencia de mi rostro colocado en su pecho, y el deseo profético de intuir que nuestros cuerpos embonaban estuviéramos en la posición que fuese.

Después de eso ambas nos detuvimos durante dos segundos que se sintieron como dos biografías vividas, y yo no podía pensar en otra cosa que no fuera lo mucho que me gustaba el durazno.

--¿Quieres saber cuál es mi problema?--
Dijo Erith limpiándose las lágrimas de los ojos.

--Que después de tantos años no me hayas besado ya.-- Aceveró cariñosa, casi manipuladora, como cuando un gato se frota en ti para luego morderte con fuerza.

Entonces antes de que terminara una tercera oración sobre poner una canción de los Red Hot Chilly Pipers, acerqué mis labios a los suyos, regalándole mi primer beso y robándome el désimo suyo.

En ese momento por primera y única vez desde que la conozco, Erith se quedó callada, pues nada podía responder a eso, más que quizá solo correspondiéndome con sus caricias y respiraciones entrecortadas.

Ese día Erith regresaría sola a su casa, con una chamarra mía puesta que la abrigaría del viento inclemente. Y la prenda azul menta con capucha de orejas de gatito que que trajo cuando llegó, se quedaría en mi rostro, también en mi cama anclada, a mis piernas y a cualquier parte donde embonara.
Prometiendole devolverla cuando nos vieramos al siguiente día.

El Parque

Habían pasado unos días desde lo que pasó con Erith en casa de mis padres, me sentía muy avergonzada pero sobre todo preocupada, quizás no me había llamado ni la había visto desde aquella vez porque estaba igual de apenada que yo o porque tal vez había perdido su amistad para siempre.

Ese día caminaba a un parque cercano con Laila mi amada Golden Retriver, hacía este paseo diariamente para despejar mi mente y también para recordar donde solía encontrarme con Erith cuando eramos más jóvenes, vivía en una zona rodeada de departamentos y el parque estaba en el centro de todos estos. Mi querida Laila era una cachorra adorable y enérgica color miel que siempre soltaba para que corriera e hiciera de las suyas cabando hoyos en la tierra suelta o jugando con otros perros que también iban al mismo lugar a pasear.
Al mirar a Laila jugando solo pensaba en su personalidad despreocupada como la que tanto me hacía falta en esos momentos, pero sentada en el parque solo podía pensar en Erith. Desde lo del beso ya no me aventuraba a intuir lo que ella sentía o pensaba de mí. Así que me olvidé de todo lo malo y bajo la refrescante sombra de un gran árbol solo cerré mis ojos para recordar aquella tarde casi nocturna cuando Erith estaba sobre mis piernas, una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro después del beso, entonces Erith se volteó por comoleto para quedar cara a cara conmigo.
Sus piernas abiertas sobre las mías estaban en una pocisión como de interrogatorio, más no me decía nada, no tenía que hacerlo. Me subió la sudadera negra que traía yo subí mis brazos hasta que pudo quitarmela completamente para luego ella quitarse la suya también.

Estaba paralizada observando cada detalle de la belleza de Erith, sus ojos eran dos soles mieleros que no paraban de hacerme tiritar al respirar.
luego posé mi vista sobre su blusa azul que azomaba largo cuello blanco y sus dos hombros suaves y cubiertos de lunares que quería besar uno por uno. Mientras la miraba ella lentamente se subía su prenda azul menta para luego hacer lo mismo con mi playera de los Sex Pistols.
A ambas nos sorprendió un poco el percatarnos de que ninguna de las dos usaba sostén, en mi caso porque no creía necesitarlo por el tamaño de mi busto y ella porque le parecían sumamente incómodos, tenía un buen punto. Sus cenos eran enormes y rebosantes de juventud, se movían con la gravedad hermosamente y caían suavemente sobre los míos como una tibia cascada de calor y confort. Si los chakras existían Erith me había confiado dos de los suyos en esos momentos.

Estaba en mi mente sin siquiera intentarlo al yo haber iniciado todo con un beso, y después simplemente seguí el juego. Sus besos eran cálidos, suaves, los sentía en todo mi cuello y hombros mientras miraba los su piel cubierta de bellas pecas se erizaba con mi tacto. De la nuca a las caderas y de las caderas a la nuca mis manos viajaron por todo su ser expuesto. Apenas si podía controlas mi respirar aunque cuando lo rememoro bien pude haber enloquesido con sus besos. Estabamos temblando, tanto por cómo me besaba con su peso sobre el mí, cómo por yo la tomaba y le correspondía. Luego de eso Erith comenzó a temblar aún más con un rítmico vaiven que la hizo emitir unos agradables sonidos mezclados con la voz y la respiración. Luego de un rato y de unos agradables espasmos por parte de ambas mis manos se enconteaban afianzadas en su tibia espalda pero Erith hizo un fuertr movimiento que me empujó hacia atrás con la silla reclinable. Seguramente me ví ridícula mientras las rueditas del asiento me alejaba de ella. Quedando de espaldas y completamente inmovil sin haber entendido las sensaciones que sentí con mi mejor amiga, Erith se alejó aún llendo al otro lado de la habitación, luego se puso su sudadera y se fue como rayo del cuarto. Después escuché cómo abría la puerta del departamento y salía sin despedirse. Y ahí volvían mis recuerdos malos. No había sabido nada de ella desde entonces.

Llevaba días llendo al parque con Laila con la esperanza de despejar mi mente con el ejercicio al aire libre, pero es difícil no pensar en alguien cuando caminaste durante años con ella por los mismos lugares.

Adhira Relatos de una Jóven EnamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora